De la pobreza, el humo y el sonar de la moneda

En una reunión de trabajo se preguntó cuál era el mayor problema que tenía el Quindío, a lo que algunos mencionaron que la salud, vías, educación, seguridad, conectividad, empleo y cosas parecidas. Luego alguien dijo que definitivamente los problemas del Quindío eran menores que los de otros departamentos.

Personalmente creo que el mayor problema al que nos enfrentamos es la pobreza que por lo general va de la mano de su compañera la desigualdad, situaciones complejas que carecen de soluciones únicas. La pobreza, nuestra pobreza, se ve cuando vamos por calles y veredas de los municipios, pero también la reporta el DANE en boletines como el de Pobreza Monetaria (el 26 de abril de 2022) donde el departamento aparece con un índice de pobreza monetaria de 35,7% en 2021, lo que indica que 208.658 quindianos contaron con menos de $364.739 per cápita para pagar alimentación, vivienda y otros artículos de primera necesidad. Así mismo, el índice de pobreza monetaria extrema que fue de 9,1%, muestra que 53.213 quindianos tuvieron menos de $167.061 per cápita para sus gastos básicos. A este panorama se suma un coeficiente de Gini de 0,447 que habla de una alta desigualdad en la distribución de ingreso en la región. Como las cifras matan las emociones, las anteriores corroboran que estamos ante un problema de enormes dimensiones.

 

«La pobreza en la región debiera obligarnos a cambiar el rumbo, el modelo político y la estrategia de desarrollo». 


Sin embargo, esto no es nuevo, pues el incremento de la pobreza en el Quindío ya lo había advertido el PNUD cuando publicó El Eje Cafetero: Un pacto por la región. Informe Regional de Desarrollo Humano IRDH 2004, donde sugirió que luego de la ruptura del Pacto Internacional del Café (1989) enfrentamos una década perdida en los términos de las tres características que promueven el desarrollo humano: tener una larga vida y saludable (índice de longevidad o esperanza de vida), poseer conocimientos (índice de logro educativo) y poder acceder a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida decente (índice del PIB per cápita). Esto lo sustentó el PNUD con los indicadores de desarrollo humano entre 1993 y 2002 que mostraron que para Risaralda y Caldas no hubo variación, pero que, en el caso del Quindío, claramente el IDH de 2002 era inferior al que se tenía nueve años atrás. En otro de sus apartes, el Informe se refiere a la calidad de vida que tenía el Quindío en los siguientes términos:

 

«Esta región del país se caracterizó por muchos años por sus altos indicadores en cuanto a condiciones de vida frente al resto de la nación, hasta el punto de que cuando se discutió la inclusión del mandato de las transferencias en la Constituyente de 1991, los cálculos que realizaron las autoridades económicas del momento tenían como referencia las condiciones de vida del Quindío (pág. 39)».

Pero si hace unas décadas tuvimos mejores condiciones y las cifras del DANE dicen que en 2021 la pobreza abrazó a 208.658 quindianos, la situación actual no es nada prometedora con una inflación desbocada que erosiona el poder adquisitivo de las personas. Esto, que sin duda exacerbará los índices de pobreza en la región, debiera obligarnos a cambiar el rumbo, el modelo político y la estrategia de desarrollo, pues el debate sobre la pobreza y la inequidad no es de poca monta y sus soluciones no dan espera.

Por último, quiero citar de forma textual el Novellino que corresponde a una colección de cien cuentos breves, de autor anónimo, hecho en Florencia al final del siglo XIII con el propósito de formar al hombre de las cortes de aquella época y que hace referencia a decisiones cuando se anteponen conflictos de intereses:


 «En Alejandría que está a las puertas de Rumania [], en el barrio donde están los sarracenos [árabes], donde éstos venden fritangas y se compran los manjares más exquisitos y delicados [], un cocinero mahometano, que tenía por nombre Fabratto, se hallaba en la cocina, cuando llegó un pobre sarraceno con un pan en la mano; no tenía dinero para comprarle; y puso el pan encima del caldero y recibió el humo que salía; y lleno de deleite, mordía en el pan ahumado por el humo que del manjar salía; y así se lo comió todo. Este Fabratto no había vendido bastante por la mañana; túvolo a mal agüero, y con disgusto atrapa al pobre sarraceno y le dice:

 

̶̶ Págame esto que has tomado de lo mío.

El pobre responde:

̶ No he tomado de tu manjar otra cosa que humo.

̶ De lo que cogiste, págame  ̶ decía Fabratto.

 

Tanta fue la disputa, que por lo nuevo del pleito y lo villano, y por no haber ocurrido nunca antes, llegó el Soldán [soberano musulmán]. Éste, por la mucha novedad del caso, reunió a los sabios, y mandó a venir a aquellos. Se trabó el pleito. Los sabios sarracenos comenzaron a sutilizar. Uno reputaba que el humo no era del cocinero, aduciendo muchas razones: el humo no se puede retener, se convierte en olor que carece de sustancia y de propiedad que sea útil; no debe, pues, pagarse. Otro decía que el humo está unido el manjar y de él depende, y se genera de sus propiedades, y el hombre está para vender su mercadería, y quien la toma es usanza que pague. Hubo muchos pareceres. Finalmente un sabio impuso su consejo y dijo:

 

̶ Puesto que éste está para vender su mercadería y el otro para comprarla, tu, justo Señor, haz que lo haga justamente pagar según su valor. Si su cocina, que vende dándolo la útil propiedad de aquella, suele tomar útil moneda; ahora que ha vendido humo, que es la parte inútil de la cocina, haz, Señor, sonar una moneda, y juzga que el pago se tenga por hecho con el sonido que sale de aquella.

 

Y así sentenció el Soldán que fuese observado».

 

Armando Rodríguez Jaramillo

arjquindio@gmail.com   /   @ArmandoQuindio


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