José Gregorio Hernández y la cirugía espiritual

«Mi madre me enseñó la virtud desde la cuna, me hizo crecer en el conocimiento de Dios y me dio la caridad como guía». (Beato José Gregorio Hernández) / Vatican News


Armando Rodríguez Jaramillo


El 25 de febrero el Vatican News, portal de información de la Santa Sede, tituló El Papa autoriza la canonización del venezolano José Gregorio Hernández oficializando su proclamación como nuevo santo de la Iglesia católica, señalando que el legado de este médico venezolano (1864 – 1919), declarado venerable en 1986 y beato en 2021, sigue calando fuerte en su país que aguardaba con fe esta decisión, a lo que se suma la devoción por su figura en el resto de Latinoamérica y el Caribe.

Al conocer la noticia recordé que al «médico de los pobres», como se le conoce, siempre se le han atribuido milagros relacionados con la salud siendo numerosas las oraciones que lo invocan: «¡Oh Señor Dios mío, todopoderoso! Que tanto has bendecido a tu amado siervo José Gregorio, y que por tu gran misericordia le has dado el poder de curar enfermos y socorrer a los necesitados, concédele, Señor, la gracia de curarme como médico espiritual de mi alma y de mi cuerpo, si ha de ser para tu gloria».

Pero al margen de lo sucedido, la cultura popular lo graduó de santo mucho antes que el Vaticano decidiera canonizarlo, al punto que es común encontrar locales con toda clase de estampas, novenas, escapularios y estatuillas de José Gregorio, además de plantas medicinales y otras cosas un poco esotéricas que atraen a personas que buscan soluciones a sus males. Recuerdo, por ejemplo, haber visto sobre la avenida Caracas en el sector de Teusaquillo en Bogotá, un local que tenía una figura de tamaño natural del médico venezolano con su tradicional bigote y traje con corbata, chaleco y sombrero negros, y con sus manos cruzadas a la espalda.

También hay médiums que afirman que José Gregorio los usa para hablar con la gente y facilitar curaciones y milagros. Son como intermediarios entre el mundo terrenal y el celestial, entre los seres humanos y las divinidades, para canalizar angustias y preocupaciones relacionadas con enfermedades complicadas y problemas del alma hacia las divinidades con poder de satisfacerlas y lograr su curación.

Sobre este particular me acuerdo de que los años setenta mis padres andaban preocupados por el síndrome de down que padecía su hija menor, trastorno genético para el cual la medicina no ofrecía solución alguna, lo que hizo que se aferraran a su fe en espera de un milagro. Por esas calendas, un fontanero que hacía arreglos en la casa llevó un día a un señor de mediana edad que decía tener contacto directo con José Gregorio. Aquel médium escuchó la situación de mi hermana, y antes de proceder a «examinarla», nos habló, de forma pausada y convincente, del médico venezolano y de los milagros que obraba en muchas personas, explicando que contaba con el don de comunicarse espiritualmente con él e interceder para curarla del mal que padecía.

Ante semejante promesa, mis padres se ilusionaron. A renglón seguido explicó los preparativos para la operación, no sin antes prometerle a mi madre que también podría sanarla de las várices que la aquejaban. En los días previos a la operación rezamos la novena por José Gregorio que el vidente nos vendió y que finalizaba con la petición de la gracia que se deseaba en espera de recibir la señal para la visita espiritual y así seleccionar el día indicado para la intervención.

Llegado el momento, se arregló la habitación para la ocasión. La mesa de noche se cubrió con una tela blanca y sobre ella se puso un vaso con agua como símbolo de fuente de vida donde reposan los espíritus, un crucifijo, una imagen de José Gregorio y un velón encendido. También se puso sobre otra mesita una ponchera con agua y una toalla para las manos. La cama fue tendida con sábanas blancas y mi hermana con una vestimenta de igual color. De tal forma todo estaba listo para la cirugía espiritual.

A manera de preámbulo se rezó el rosario y la novena de marras. Antes de dejar a la paciente sola en la habitación, de forma ceremoniosa el médium entró en reflexión profunda como en estado de trance, invocó al médico venezolano, rezó un par de oraciones que no entendimos y le dio un trago de agua a mi hermana como si fuera un bálsamo con propiedades curativas. Al salir del cuarto nos advirtió que no podíamos entrar hasta que amaneciera y que era posible que la toalla blanca apareciera con restos de sangre.

El nuevo día llegó y todo estaba como se dejó la noche anterior. El médium dijo que debíamos esperar unos días para que la operación espiritual obrara. A la semana siguiente esta persona estaba más interesada en que se le hiciera una «donación» que en los resultados de la operación espiritual, por lo que mis padres empezaron a desconfiar mientras que sus esperanzas se iban convirtiendo en desesperanzas, lo que los llevó a cortar relaciones con ese señor y aceptar que el síndrome de down no podía ser curado con estos procedimientos. Los años pasaron y Elsa siguió siendo el ser de luz que siempre ha iluminado a toda mi familia.

Con el tiempo, desde la orilla de mi agnosticismo, debo confesar que cuando el Papa Francisco anunció la canonización del José Gregorio Hernández Cisneros por los hechos y milagros que la Iglesia tiene registrados, me alegré porque los católicos, basados en su fe, podrán invocarlo y venerarlo para hacer sus peticiones sin recurrir a intermediarios.


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