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Escritor Jaime Lopera Gutiérrez y alcalde de Calarcá Juan Sebastián Ramos V. Foto de La Nueva Crónica del Quindio |
En el marco de la celebración de los 139 del municipio de Calarcá, su alcalde, Juan Sebastián Ramos Velasco, condecoró a varios hijos de la Villa del Cacique como "Calarqueños ilustres". Uno de los reconocidos fue el escritor, historiador y exgobernador Jaime Lopera Gutiérrez que pronunció las siguientes palabras en ese solemne acto:
Señor Alcalde de
Calarcá, señores concejales, señores funcionarios, distinguido público
presente, amigos y amigas, buenos días.
Existe en España una ciudad llamada Toledo
que, desde hace mucho tiempo, ha sido designada mundialmente como la ciudad de
las tres culturas porque allí, en tiempos lejanos de la ocupación árabe en el
suelo hispano, allí convivieron las culturas musulmana, católica y judía sin
perturbación alguna y respetando los valores de cada agrupación.
Este caso me ha permitido reflexionar que
Calarcá también fue el espacio cultural para la convivencia de los antioqueños,
los caucanos, los cundi-boyacenses y los tolimenses que ocuparon nuestro
territorio desde los años de la fundación en el siglo XIX. Somos por lo tanto
herederos del carriel, la lechona y la changua como distintivos de aquellas sociedades
y, por ello mismo, somos la ciudad de las cuatro culturas que enriquecieron la
gesta de la colonización y le dieron el perfil característico que nuestra
ciudad revela. Esa comunión cultural entre varias costumbres nos permite
presentarnos como un ejemplo de solidaridad social y cuna de diversas
tradiciones.
Este perfil calarqueño no es muy mencionado en
los anales de nuestra historia, pero es un patrimonio cultural que se refleja
en toda la región porque es nuestro aporte al conjunto de ciudades que
conforman nuestro departamento. El rol
de Calarcá desde su creación no fue tanto por los apoyos políticos sino por la
condición cultural que le ha venido mostrando nuestra ciudad a las otras poblaciones
que componen esta sección del país. Así como hay ciudades culturales en
Colombia (por ejemplo, Salamina, Mompox, Popayán, Santa Fe de Antioquia,
Aracataca, Buga y Honda) nuestro departamento puede exhibir a Calarcá como una
ciudad sin fronteras donde –como se suele decir con gracia y picardía-- los
poetas se bañan en el rio Santo Domingo y los novelistas se pasean por La
Sapera.
Como ciudad cultural, en la que existe una
comunidad orientada a mantener actividades para promover cultura entre sus
habitantes, hay muchas otras en el mundo: Boston, Niza, Florencia o Buenos
Aires son solo ejemplos que se pueden mencionar. Porque son las expresiones artísticas,
las creencias, costumbres y tradiciones, las formas rituales y otras prácticas las
que hacen la identidad de un pueblo. La música, la danza, la literatura, la
pintura, las artesanías son manifestaciones culturales que, aquí como en todas
partes, se expresan en torno al capital humano que generan. Sin demeritar los
esfuerzos ajenos, creo que eso es lo que nos distingue de otras sociedades locales
y es el perfil que debemos mantener como símbolo de nuestra ciudad, con el
apoyo de las entidades cívicas y las autoridades que nos representan.
Esta imagen calarqueña hubiese sido aún más trascendental
si la emigración de 46 familias en la década de 1950-60 nos hubiese permitido
repatriar a todos o una parte de los profesionales que se educaron en Bogotá y
que allí se quedaron ocupando cargos ejecutivos y políticos de altísima
importancia, como magistrados, jueces y ejecutivos de primer nivel. El talento humano que desplazó la Violencia política
todavía no ha sido inventariado del todo para probar el daño que esa época hizo
en la vida de Calarcá.
Sé que el esfuerzo de mantener una imagen
reclama compromisos, responsabilidades y acciones que muchos no están
dispuestos a conceder y a otros les importa un comino lo que ocurra. Pero converso con frecuencia con generaciones
más jóvenes en quienes percibo mucho interés en comprender y vivir la identidad
que el gentilicio significa. Es con ellos con quienes se hace el porvenir y se
mantienen los valores que la identidad ofrece.
Estimo que esta ocasión especial, cuando la
ciudadanía se congrega en torno a una expresión cultural especifica de reconocimientos
por parte de las instituciones gobernativas, es propicia para reflexionar sobre
estos aportes y decidir que queremos mantener la vigencia de Calarcá como
expresión del capital social y los efectos culturales que una región se merece.
A la altura de mis años, después de que ustedes hayan percibido ese mosaico de
cosas realizadas, prudentemente elijo la calarqueñidad como trasunto de mi vida
aun cuando esa palabra suene como una retórica desueta para los que nunca han
sentido agobios por su propio destino regional. Eso es todo, gracias.
Junio 26, 2025
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