¿Cuánto tiempo pasamos con la gente que nos importa?


 

Aquellos a quienes apreciamos y amamos lo son porque algún día les dedicamos el tiempo necesario para aprender a apreciarlos y amarlos, de no haber sido así, no nos importarían.

 

La Navidad es esa doceava parte del año donde todo adquiere colores y tonalidades diferentes. Es un mes de encuentros, de saludos fraternales, de entregar y recibir. Es tiempo para compartir con los que amamos, para reunimos con familiares y amigos de juegos y aventuras, de dichas y tristezas, de amores y desencantos, personas de las que algún día nos separamos para caminar por otros senderos y con las que en ocasiones nos reencontrarnos para de nuevo partir. Y en medio de estas ausencias y efímeros momentos me pregunto por el tiempo que nos queda para estar con las personas importantes en nuestras vidas.

Esta pregunta, que no es de poca monta, me llevó a querer calcular el tiempo que me quedaría para compartir con los que quiero y poco veo. Como estoy transitando por esa edad que llaman el sexto piso, podría esperar, si gozara de buena salud, que me resten dos o tres décadas de vida, que para el caso promediaré en veinticinco años. Entonces pienso en mi hijo que vive en Medellín con el que me veo cuatro o cinco veces por año que en conjunto son como veinte días; o en mis dos hermanos, uno radicado en Bogotá con el que estoy tres o cuatro veces al año que suman cerca de doce días y el otro que vive en Panamá al que solo veo una vez cada dos o tres años, encuentros que duran dos o tres días cada uno. También me vino a la mente un amigo de siempre que vive en Buga y con el que me reúno tres o cuatro veces al año.

Con base en esto procedí a calcular cuánto tiempo me quedaría para compartir con ellos en las actuales condiciones si mi vida se prolongara por veinticinco años más sin considerar, claro está, la esperanza de vida de los seres queridos mencionados, y los resultados me sacudieron: con mi hermano de Bogotá me quedarían 300 días disponibles y con el de Panamá 25; con el amigo de Buga me restarían 100 días y con mi hijo tan sólo, tan solo, 500 (no hay razón). Pero como un encuentro no se cuenta en días, sino en horas, el tiempo calculado se acortaría dramáticamente.

 


Confieso que repetí las operaciones una y otra vez con la esperanza de hallar un error matemático para una situación que no solo me sucede a mí. Dicho esto, sin duda enfrentamos una enorme contradicción al afirmar que nuestros seres queridos son lo más importante mientras que el tiempo que pasamos con ellos no lo demuestra así. Pareciera que nos imagináramos que siempre habrá un mañana para compartir pues pensamos que el tiempo que nos queda por vivir es largo, lo que nos hace aplazar encuentros y dejar para después las oportunidades de expresar cariño y afecto. Es como si asumiéramos que siempre habrá otro momento para hacer las cosas que nos hacen felices mientras derrochamos el presente en lo urgente e intrascendente. 

Como el tiempo es lineal y el cronómetro de nuestra existencia nos enfrenta a la paradoja aquella de que cada que se suma un año de vida se acumula uno menos de vida, me pregunto: ¿Cuánto tiempo pasamos con la gente que nos importa? No olvidemos que aquellos a quienes apreciamos y amamos lo son porque algún día les dedicamos el tiempo necesario para aprender a apreciarlos y amarlos, de no haber sido así, no nos importarían.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com   /   Twitter: @ArmandoQuindio

Publicar un comentario

0 Comentarios