¿Qué le pasó a mi ciudad?

 

«No entiendo qué le pasó a mi ciudad para que la percepción general de sus habitantes le sea tan desfavorable y el orgullo de ser cuyabro se haya desvanecido».

 

El Programa Armenia Cómo Vamos nos entregó su más reciente encueta con información de lo que piensan y sienten los armenios de su ciudad. Como se trata de una encuesta de percepción, está no se basa en estadísticas ni en informes oficiales, sino en apreciaciones y valoraciones que dan cuenta del grado de estima que se tienen de la ciudad y el nivel de insatisfacción y descontento de sus habitantes.

Varias veces repasé las 43 respuestas entregadas por las 1.370 personas encuestadas en las diez comunas de Armenia, y cada que las examinaba terminaba con más preguntas que respuestas y con una sensación de desconsuelo e incertidumbre. Realmente no entiendo qué le pasó a mi ciudad para que la percepción general de sus habitantes le sea tan desfavorable y el orgullo de ser cuyabro se haya desvanecido.

 

«Es obvio que estamos frente a una enorme pérdida de identidad y capital social. Es evidente que hay desesperanza y resignación. Es indudable que se siente desconfianza y falta de credibilidad en las instituciones»

Confieso que tenía la intención de analizar la información, pero pudieron más mis sentimientos encontrados que la capacidad de pensamiento crítico. Como armenio reconozco logros y desesperanzas en la comarca, pero debo admitir que esta encuesta me dejó un marcado dolor en lo más profundo de mis querencias, pues no de otra forma podría calificar lo que sentí con estos cuestionamientos:

  • ¿Cómo entender que para el 70% de los armenios la ciudad va por mal camino y que uno de cada tres no se siente orgulloso de ella ni la considera un buen lugar para vivir?
  • ¿Cómo no desconcertarnos cuando el 47,5% dijo que sus ingresos no alcanzaban para cubrir sus gastos mínimos y que en el último mes uno de cada tres armenios no pudo comer tres veces al día?
  • ¿Cómo no tener desesperanza cuando el 44% manifiesta que está insatisfecho con la educación que reciben sus niños?
  • ¿Cómo no preocuparnos cuando aproximadamente una tercera parte de los armenios está inconforme con el transporte que utiliza y con la calidad del aire y el agua que tienen?
  • ¿Cómo aceptar que el 76% de los ciudadanos se sienten inseguros y el 37% afirman que algún miembro de la familia ha sido víctima de algún delito?
  • ¿Cómo entender lo que nos pasa cuando el 44,2% nunca o casi nunca respeta a las poblaciones vulnerables, el 53,6 % nunca o casi nunca cumple con las normas de convivencia y más del 90% no hace parte de ninguna organización de participación ciudadana como juntas de acción comunal, sindicatos, gremios, asociaciones, ONG, grupos cívicos, movimientos políticos, etc.?
  • ¿Cómo no sentir desazón cuando el 57,6% y el 53,3% están insatisfechos con la oferta cultural de la ciudad y con la oferta deportiva o recreativa respectivamente?
  • ¿Cómo concebir que el 67% de los ciudadanos califican de mala la gestión del alcalde y el 76,7% califican en iguales condiciones la del concejo municipal?

Es obvio que estamos frente a una enorme pérdida de identidad y capital social. Es evidente que hay desesperanza y resignación. Es indudable que se siente desconfianza y pérdida de credibilidad en las instituciones. Sin embargo, sería un error caer en la tentación de cuestionar la metodología de una encuesta técnicamente diseñada y que se aplica por la Red de Ciudades Cómo Vamos en 36 municipios del país, incluyendo 13 capitales; tampoco sería procedente desestimar sus conclusiones citando estadísticas, inversiones y programas; ni mucho menos deberíamos ignorar sus resultados. 

Lo que nos corresponde hacer es entender lo que le está causando dolor y perturbación al ciudadano y proceder sobre esos síntomas, pues algo sucede para que los armenios piensen como piensan de su ciudad. De ahí que el peor error sería matar al mensajero que desde 2016 realiza esta encueta de percepción pues lo crítico no es estar en estas condiciones, lo inadmisible sería no actuar cuando tenemos la información y la capacidad de hacerlo.


«algo sucede para que los armenios piensen como piensan de su ciudad».

Ya para terminar, quiero citar un aparte del artículo «De Armenia cómo vamos a Armenia comoes» (5/10/2021) que escribí con ocasión de la penúltima encuesta de percepción cuando señalé: «… unos fueron los responsables de este deterioro socioeconómico y de que sus causas no se hubieran contrarrestado oportunamente, y otros serán los responsables de actuar para recuperar la ciudad. Por tanto, es a la actual administración municipal a la que le corresponde tomar decisiones e intervenir la realidad confusa y desgastada que se tiene. Para esto hay que leer el momento histórico que se vive y darnos cuenta de que debemos construir un nuevo proyecto de ciudad que gire en torno a las capacidades de resolver los problemas (sociales, económicos y ambientales) que tenemos y de potenciar otras tantas capacidades que desconocemos. Pero hay que hacerlo ya, sin dilaciones, certeramente, pensando en el bien común, en la gente. Como dice Mariana Mazzucato (1968) en su libro El valor de las cosas: «Las palabras son importantes: necesitamos un nuevo vocabulario para hacer política», a lo que le agregaría, para hacer ciudad».

Armenia, 8 de febrero de 2022

 

Armando Rodríguez Jaramillo

arjquindio@gmail.com   /   @ArmandoQuindio

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2 Comentarios

  1. Esa enfermedad que nadie se atrevió a diagnosticarla a tiempo y termino haciendo metástasis. El empobrecimiento acelerado, la corrupción, la llegada de capitales de dudosa procedencia, la inexistencia una una clase política empoderada, con capacidad de orientar a la región en ser el vividero que todos anhelamos. La llegada des planificada de esa gran cantidad de Colombianos que, buscando tranquilidad, paisajismo, menor contaminación, han hecho de la vida de los raizales aun mas precaria, ya que su gran demanda a presionado el aumento del costo de vida, mayor contaminación y escases en los servicios públicos. El futuro no es nada alagador.

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  2. Gracias por su comentario amable lector.

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