Debemos construir un nuevo proyecto de ciudad. Pero hay que hacerlo ya, sin dilaciones, certeramente, pensando en el bien común, en la gente.
Hace poco el Programa Armenia cómo
vamos nos dijo lo que ya intuíamos pero que no teníamos documentado. Sobre todo,
nos contó a cerca de la percepción de los armenios por su futuro, por el avance
de la pobreza, por el deterioro de la ciudad, por el aumento de la inseguridad
y por su desvalorizada imagen de la administración municipal.
Algunos podrán pensar que esta no es más que una visión negativa y dirán que hay que ver la realidad con optimismo porque las crisis representan oportunidades. Sin embargo, como lo trata el filósofo sur coreano Byung-Chul Han (1959) en su reciente ensayo La sociedad paliativa (2021), la positividad excesiva sustituye de la vida pública y la sociedad los conflictos y las controversias exaltando el imperativo político de que todo está (o estará) en vías de solución lo que termina por empujarnos a un estado de anestesia permanente.
Para que no haya duda sobre la información recibida, recordemos que Armenia cómo vamos hace parte de La Red Colombiana de Ciudades Cómo Vamos (RCCCV) que incluye a 15 ciudades capitales y a treinta municipios con el fin de generar información confiable, imparcial y comparable en torno a temas de calidad de vida urbana y participación ciudadana. La Red tiene el respaldo de socios nacionales como la Fundación Corona, El Tiempo y La Javeriana, y de aliados locales como el diario La Crónica, Edeq, Comfenalco, Cámara de Comercio y las universidades Quindío, Alexander von Humboldt y EAM. Esta información se entrega para contribuir al desarrollo de gobiernos efectivos y transparentes, y generar ciudadanías más informadas, responsables y participativas.
La desesperanza.
Es conveniente analizar los resultados detalladamente para comprender qué piensan los cuyabros de su ciudad. Veamos algunas cifras del informe: el 47,6% de los armenios no sienten orgullo por su ciudad, el 43,1% piensan que en cinco años la ciudad va a estar peor que hoy, para el 46% la situación económica de su hogar ha empeorado, en el último mes el 26% de las personas comieron menos de tres veces al día, el 66,9% está insatisfecho o muy insatisfecho con el espacio público, parques y áreas verdes, el 67% percibe que la ciudad es insegura, el 65% dice que lo que los hace sentir inseguros son los hurtos y homicidios, el 53,8% manifiesta que los ciudadanos no cumplen con la normas de convivencia, el 39,1% no confían en la mayoría de las personas del municipio, el 43,3% piensan que el diálogo no es efectivo en la resolución de conflictos, el 85,5% piensa que el nivel de corrupción en la ciudad ha aumentado, el 68,9% califica de mala la gestión del alcalde y el 78,8% dice lo mismo del concejo municipal.
Estos datos y otros más que hacen parte de la percepción de los ciudadanos hablan de una situación que no se debe ignorar. Sin embargo, lo crítico no es estar en estas condiciones, lo lamentable sería no hacer nada para remediarlo, lo inadmisible consistiría en no actuar cuando tenemos la información y la capacidad de hacerlo.
Sin duda estamos ante una situación compleja
y multicausal. Si bien a todos nos asiste corresponsabilidad, no cabe duda de
que la mayor cuota parte recae en las autoridades que fueron elegidas para
orientar la ciudad, planificarla, enfrentar los problemas que se presentan y
tomar las decisiones adecuadas y certeras para generar progreso y
bienestar. La percepción que tenemos de Armenia
no se incubó de la noche a la mañana, necesitó años de gestación. Esto habla sobre
la calidad de los gobiernos recientes, involucrados, muchos de ellos, en casos
de corrupción que condujeron a una
vergonzosa estela de destituciones, sanciones, condenas e inhabilidades de alcaldes,
concejales y funcionarios públicos que fracturaron la gobernabilidad,
paralizaron el desarrollo de la ciudad y exhibieron limitada capacidad para dirigirla,
lo que originó una profunda desconfianza en la política en momentos en los que
el sentido de pertenencia y la cultura cívica decaían y los liderazgos cívicos
y privados se resentían.
El desafío.
Pero unos fueron los responsables de este deterioro socioeconómico y de que sus causas no se hubieran contrarrestado oportunamente, y otros serán los responsables de actuar para recuperar la ciudad. Por tanto, es a la actual administración municipal a la que le corresponde tomar decisiones e intervenir la realidad confusa y desgastada que se tiene. Para esto hay que leer el momento histórico que se vive y darnos cuenta de que debemos construir un nuevo proyecto de ciudad que gire en torno a las capacidades de resolver los problemas (sociales, económicos y ambientales) que tenemos y de potenciar otras tantas capacidades que desconocemos. Pero hay que hacerlo ya, sin dilaciones, certeramente, pensando en el bien común, en la gente.
Como dice Mariana Mazzucato (1968) en su libro El valor de las cosas:
«Las palabras son importantes: necesitamos un nuevo
vocabulario para hacer política», a lo que le agregaría, para hacer
ciudad.
Armando Rodríguez Jaramillo
arjquindio@gmail.com / Twitter: @ArmandoQuindio
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