El inevitable futuro


«En pocas palabras, es mirar hacia adelante y anticipar lo por venir. Es hacer (hoy) lo necesario para lograr que lo deseado se vuelva realidad».

 

«El futuro es un símbolo que le da significado al pasado y hace soportable el presente, al crear un propósito de vida por el que valga la pena luchar» Esta frase, que aparece en el libro «Manual de prospectiva y decisión estratégica: bases teóricase instrumentos para América Latina y el Caribe[1]» (CEPAL, 2006), me motivó a reflexionar sobre el Quindío.

De inmediato vinieron a la mente algunos ejercicios de prospectiva realizados en la comarca. El primero del que tengo referencia fue durante la gobernación de Jorge Iván Echeverry Osorio (1974-1975). Luego vino el Plan de Desarrollo Agrícola Integrado de la Cuenca del Quindío formulado por la CRQ y la JICA del Japón con un horizonte a 15 años (1990 –2005). Le siguió el plan de desarrollo del gobierno de Mario Gómez Ramírez (1992–1994) que acompañó el CIDER de la Universidad de los Andes. Recién iniciaba el siglo, se dio la iniciativa denominada Plan Quindío 2020 con propuestas sobre desarrollo económico, competitividad e innovación. Y tal vez el último esfuerzo haya sido el Plan Regional de Competitividad (2009), ejercicio participativo con una visión de desarrollo productivo a 2032. Por fuera de estas iniciativas, que tuvieron como común denominador su no ejecución, solo quedan en el tintero los planes de desarrollo departamentales y municipales que son agendas de corto plazo (para periodos de cuatro años) con limitados alcances.  

  

«valdría la pena preguntarnos a cerca de nuestra idea de desarrollo y de cuestionarnos lo que somos para así retarnos a examinar otras opciones»

 

En suma, esto desvela cierta tendencia nuestra a observar y actuar en el presente, predisposición que restringe la capacidad de comprendernos como una sociedad en permanente cambio y ebullición que vive en una época de ciencia e innovación, de disrupción tecnológica, de transformación digital, de realidad virtual e inteligencia artificial en medio de una compleja realidad social, económica, política y ambiental. De ahí que valdría la pena preguntarnos a cerca de nuestra idea de desarrollo y de cuestionarnos lo que somos para así retarnos a examinar otras opciones.


De observadores a protagonistas

Sobre este asunto escribí el artículo «Futuros posibles probables y deseables» (01/06/2021) en el que hice referencia a la necesidad de hacer estudios de futuro (prospectiva) para explorar el porvenir. Estos, los estudios, se ocupan de conceptos e ideas sobre los futuros posibles como alternativas que pueden acontecer (es el campo de las posibilidades y potencialidades); pero cuando a los futuros posibles se les pone un filtro con base en el chance de ocurrir, surgen los futuros probables, que implican un análisis más riguroso fundado en hechos y datos de tipo cuantitativo; luego están los futuros deseables entre aquellos que tiene mayores probabilidades de ocurrir y realizase, y que se seleccionan en arreglo a los valores y preferencias que la sociedad les otorga, identificando qué se debe hacer para alcanzar lo que se quiere y así evitar las consecuencias de los mañanas indeseables.

En consecuencia, estos estudios buscan ampliar las opciones que tiene la sociedad sin pretender conocer todo lo que está por venir, pues ello sería absurdo. Por tanto, se procura reflexionar acerca de las perspectivas para hacer mejores escogencias, es comprender los determinantes del pasado y actuar en el presente para construir un mejor mañana. Así las cosas, los futuros posibles son el campo de los visionarios guiados por la percepción, los futuros probables son el ámbito de los analistas e investigadores que usan herramientas estructurales y metodológicas, y los futuros deseables son el escenario de los líderes y transformadores sociales fundamentados en métodos participativos y consensuados.

En palabras de la profesora latinoamericana Eleonora Barbieri Masini (Guatemala, 1928), citadas en el mencionado manual de prospectiva de la CEPAL, «se trata de pensar alternativas, encontrar caminos y dar los pasos necesarios para construir el futuro deseado». Es hora entonces de reflexionar sobre los futuros posibles del Quindío y estimar cuáles tienen mayores probabilidades de ocurrencia y así identificar los futuros deseables, aquellos que como sociedad queremos que sucedan. En pocas palabras, es mirar hacia adelante y anticipar lo por venir. Es hacer (hoy) lo necesario para lograr que lo deseado se vuelva realidad.

  

«Es hacer estudios de futuro en el presente y hacer estudios del pasado en el futuro que registren para la historia lo que hicimos o dejamos de hacer».


Por consiguiente, ¿qué tal entonces si empezáramos a considerar futuros posibles? Pensemos, por ejemplo, en una agricultura de precisión, en aglomeraciones de empresas (clústeres) de manufactura avanzada, agroalimentos y turismo de experiencias, en transformación digital en todos los sectores, en apropiar la innovación, en globalizar el territorio, en afincar nuestra identidad, en crear empleo digno, estable y de calidad, en cambiar radicalmente la educación en todos los niveles, en apostar por la I+D, en sentar la bases de una sociedad menos desigual y más incluyente, en procurar ecosistemas sanos y sostenibles, en conservar los suelos agrícolas para producir alimentos, en ordenar la expansión urbana y la conurbación, en avanzar hacia verdaderas ciudades inteligentes y en muchas otras cosas más que podríamos imaginar para nuestra sociedad, para nuestro territorio. Es hacer estudios de futuro en el presente y hacer estudios del pasado en el futuro que registren para la historia lo que hicimos o dejamos de hacer.   

 Armenia, 15 de febrero de 2022.

 

Armando Rodríguez Jaramillo.

arjquindio@gmail.com   /   @ArmandoQuindio



[1] Javier Medina Vásquez y Edgar Ortegón

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