Una buena nueva para el Quindío y Valle del Cauca trae el Conpes 4039 del 26 de julio sobre la «Declaración de importancia estratégica de los proyectos de inversión del Programa Vías para la conexión de territorios, el crecimiento sostenible y la reactivación 2.0» que incluye 17 proyectos entre los que se encuentra la construcción de la doble calzada Montenegro – Cartago con una longitud de 44,6 kilómetros y una inversión de 250.000 millones (a precios de 2021). Este corredor, según el Conpes, mantiene un tráfico diario de 5.194 vehículos que supera la capacidad actual de esta carretera que tiene el 64% en mal estado lo que afecta la economía de la región al generar mayores costos de operación vehicular y ralentizar las dinámicas de comercialización de productos y del turismo.
Esta importante inversión complementa la red vial nacional que cruza por el Quindío y que se podría resumir de la siguiente forma:
a) Vía Bogotá –
Buenaventura, principal corredor de comercio exterior del país que atraviesa el
departamento de oriente a occidente y cuyas últimas inversiones se concentran
en la culminación de la doble calzada Cajamarca – Calarcá y la próxima adjudicación
de la doble calzada Calarcá – La Paila.
b) Autopista del
Café que se enlaza con el corredor Bogotá – Buenaventura en el Quindío.
c) Doble calzada Calarcá – Armenia - Montenegro - Cartago, que se conectará en el municipio vallecaucano con las dobles calzadas que unirán a Medellín con el Eje Cafetero (proyectos Pacífico 1, 2 y 3) acortando la distancia con la capital antioqueña y los desarrollos portuarios en Urabá al no tener que pasar por Pereira, Santa Rosa y Chinchiná.
Una agenda para el desarrollo
Por consiguiente, es evidente que el Quindío queda con una inmejorable red carretera que lo comunica con Bogotá, Cali y Medellín y, lo más importante, con el mundo a través de los puertos de Buenaventura y Urabá. Ahora bien, con esta magnífica infraestructura construida por la nación, lo menos que podríamos hacer es elaborar una agenda de desarrollo que contenga, entre otros, los siguientes lineamientos.
El primero es que estas dobles calzadas impulsarán el crecimiento urbano y la conurbación existente entre Armenia y los municipios de su área de influencia (Calarcá, Circasia, Montenegro, Quimbaya y La Tebaida), lo que debería llevar a que sus alcaldías impulsaran procesos de planificación con criterio metropolitano formulando planes de desarrollo conjuntos y planes de ordenamiento territorial que determinen y reglamenten corredores suburbanos intermunicipales paralelos a las dobles calzadas, ordenen adecuadamente el crecimiento urbano y protejan los suelos de vocación agropecuaria y de protección ambiental.
Ver: Oportunidad para el área metropolitana del Quindío
El segundo tiene que ver con que estas vías, que nos conectan con la cuenca del Pacífico y el Caribe, ratifican la necesidad de tener miradas globales que nos vinculen al comercio internacional, lo que nos debería llevar a aliarnos con Antioquia y Valle del Cauca. Esto sin duda alguna sería más fructífero que la decisión de la RAP del Eje Cafetero de formar región con Tolima, determinación que nos puso a mirar hacia el centro del país y no hacia las rutas de exportación.
Ver: La supraregión del Eje Cafetero
El tercero se relaciona con que, sin proponérselo, estas vías amplían las brechas y la desigualdad que hay entre los municipios de la parte baja y los de cordillera, principalmente con Córdoba, Pijao, Buenavista y Génova que tiene sus carreteras secundarias y terciarias en pésimo estado limitando ostensiblemente sus posibilidades de desarrollo.
De ahí que se necesite
una agenda concertada de desarrollo para ordenar el territorio y aprovechar esta
infraestructura de transporte. Sin embargo, esto que parece sencillo y obvio, requiere
de miradas globales (menos parroquiales) y de cambios profundos en la forma de administrar
el departamento, al tiempo que precisa de un sistema de planificación territorial
que consulte los hechos metropolitanos y disminuya las inequidades que hay con
los municipios de cordillera. Por consiguiente, caería muy bien una renovada forma
de hacer política y de gobernar que partiera del diálogo, la concertación y la
generación de confianza que tanto nos cuesta con el fin de anteponer el bien
común y el bienestar sobre la lógica que prioriza la consecución del poder y origina
conflictos entre mandatarios.
Armando
Rodríguez Jaramillo
arjquindio@gmail.com /
@ArmandoRodriguez
2 Comentarios
Buen artículo, como lo menciona debemos tener una mirada global y de cambios profundos, un gran reto para nuestros dirigentes
ResponderEliminarGracias por su comentario. Buen día
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