El modesto parque del barrio Laureles, al norte de Armenia, ha sufrido una evidente transformación con resultados que saltan a la vista. Este espacio de esparcimiento para las familias del sector se había convertido en una zona lúgubre y desolada, oscura en las noches, abandonada a su suerte, albergue de drogadictos. En fin, un lugar que inspiraba desconfianza e inseguridad.
Pero de pronto algo cambió y se empezaron a ver señoras jardineras cuidando de la vegetación, a empleados de EPA haciendo labores de mantenimiento y a otros (no sé quiénes) que instalaron mesas y asientos en varios lugares. Se arreglaron los senderos peatonales, se pusieron bombillas, manos de artistas se ocuparon de embellecer sus bancas y se pintaron de colores los juegos infantiles. Entonces el milagro se dio: unos empresarios pusieron cafeterías alrededor, numerosos jóvenes empezaron a frecuentarlo, padres y abuelos con hijos y nietos volvieron a caminarlo, algunos llegaron buscando un sitio para leer y otros un lugar para hablar y hasta para almorzar con amigos, sus prados se volvieron lugar de paseo de mascotas que se entrelazan en carreras, mordiscos y ladridos. Al parque llegan grupos de jóvenes con actividades colectivas y ya se empiezan a programar eventos como lo fue un reciente festival gastronómico.
Entonces se creó un ambiente alegre y vital para que visitantes y vecinos del sector se apropiaran de ese espacio en una extraordinaria manifestación de sentido de pertenencia que debería ser extrapolado por los cuatro puntos cardinales de nuestra Armenia. Claro que esto sólo es el inicio y que hay muchas cosas por mejorar en el parque de Laureles, pero la semilla del civismo está sembrada, ha brotado y está creciendo.
Los Fundadores
Esta metamorfosis me hizo recordar el tradicional parque de Los Fundadores, otrora paradigma de espacio público y lugar patrimonial por excelencia de armenios y quindianos como quiera que allí se encuentran los restos del fundador de Armenia Jesús María Ocampo y de su señora esposa, el monumento a los Fundadores (el tronco y el hacha) del maestro Roberto Henao Buriticá y la plazoleta donde se posesionó el primer gobernador del Quindío ante el Presidente Guillermo León Valencia el 1 de julio de 1966.
Hasta los años noventa Los Fundadores, al igual que otros parques de la ciudad, fue bien administrado por la Sociedad de Mejoras Públicas - SMP. El lugar contaba con un parquero permanente encargado de su atención. Sus prados, jardines y árboles se cuidaban celosamente, cada planta tenía un letrero con su nombre, todos caminábamos por los andenes y ninguno lo hacía sobre las zonas verdes, la pileta central siempre funcionó y sus aguas fueron cristalinas, a nadie se le ocurría hacer grafitis sobre los monumentos históricos ni mucho menos orinar en ellos. Recuerdo que al parque iban niños y jóvenes a jugar, familias y ancianos a caminar, era punto de encuentro para enamorados, lugar para trotar de madrugada y para que grupos de adultos mayores hicieran gimnasia, amén de inolvidables retretas en su plazoleta donde la banda municipal nos deleitaba con maravillosas interpretaciones.
Los Fundadores fue el epicentro de actos conmemorativos. Allí cada 14 de octubre las autoridades civiles, militares y eclesiásticas rendían honres a los fundadores de la ciudad y los primero de julio se conmemoraban los aniversarios del Departamento.
Hoy Los Fundadores es la antítesis de lo que fue. Sus zonas verdes están abandonadas, la pileta está sin agua, pero con basuras, su plazoleta de valor patrimonial fue ocupada por modestas cafeterías, sus monumentos se encuentran mal olientes, deteriorados y con grafitis, su mobiliario está en regulares condiciones, sus andenes y zonas verdes fueron invadidos por buhoneros de comidas y cacharros y la percepción de inseguridad es una realidad incuestionable. En suma, es un parque sin dolientes donde de día se mercantiliza cada metro de espacio público y de noche queda desolado. Su vecindario ya no tiene residentes, ellos se marcharon, y los nuevos vecinos cierran sus negocios al caer la tarde para reabrirlos a la mañana siguiente.
Colofón
Tenemos entonces dos lugares
diferentes: un parque de Laureles que renace gracias a sus vecinos y un parque
de Los Fundadores, que preso del desarraigo, el abandono y la indiferencia
general, languidece inexorablemente.
Armando Rodríguez Jaramillo
@ArmandoQuindio
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