«Eran crónicas narradas por capítulos mediante
la tradición oral que nos dejaban en ascuas hasta la próxima entrega».
Por: Armandio Rodríguez Jaramillo
Diciembre es un mes especial que me
trae a la memoria la grata imagen de los abuelos, aquellos seres cargados de historias
y relatos que me hacía navegar con la imaginación por lugares ignotos e insospechados
durante esas reuniones que, en tiempos de familias numerosas, se hacían para
celebrar las navidades y que agrupaban a tres generaciones.
Eran amenas veladas que nos congregaban alrededor de los abuelos para
escuchar de viva voz recuerdos y evocaciones de sus dichas y alegrías, pero
también de sus penurias y dificultades. Hijos de la tradición oral, sorprendían
con entretenidas narraciones que, a pesar de ser contadas una y otra vez, jamás
nos cansaron, por el contrario, siempre quisimos escucharlas de nuevo pues
en cada versión hallábamos alguna variante o adición que ellos introducían gracias
a la sabiduría que da el paso de los años y que les servía para atraparnos de forma
incondicional.
Esos encuentros, que por lo general se daban en las casas de antes o en
los corredores de las casonas de las fincas cuando la noche se imponía a la luz
del día, servían para mantenernos expectantes con narraciones que daban
sentido a las tradiciones y de paso transmitían valores y principios, cohesión
y unión en el hogar. Esas veladas creaban identidad y sentido de
pertenencia, aportaban hermandad y enseñaban a valorar la importancia de la
familia.
Fue así como aprendí la historia de la saga familiar, de cómo mis abuelos y sus padres arribaron al Quindío procedentes de Antioquia y Caldas haciendo parte de esa gesta que fue la colonización antioqueña, gran éxodo de personas que migraron preferencialmente hacia el Eje Cafetero a fundar pueblos y sentar sus reales para empezar una nueva vida. Ellos me contaron cómo llegaron a estas tierras, unos provenientes de Jericó, otros de Abejorral y los demás de Salamina. Las peripecias, dificultades y penurias de la migración a lomo de mula o caminando descalzos por empinadas trochas. Las mejoras que establecieron para trabajar la tierra y los negocios que abrieron. Cómo formaron familia y tuvieron hijos que a su vez tuvieron sus hijos de los cuales venimos. Nos hablaron de los momentos de prosperidad y de los años aciagos de las violencias políticas, pero también de sus vecinos y de los sucesos del pueblo. En fin, eran crónicas narradas por capítulos mediante la tradición oral que nos dejaban en ascuas hasta la próxima entrega.
«Por eso hay que tener gratitud con el pasado
y entregar con creces lo recibido a la siguiente generación».
Definitivamente somos eslabones de una larga cadena que hace parte de una secuencia ancestral, que más allá de una herencia genética, es portadora de un legado que con el tiempo nos hace tan singulares como diversos, en esto se funda nuestro valor como familia y sociedad. Por estos días de final de año, cuando me hallo expectante por encontrarme con los seres que amo, pienso en esas reuniones pretéritas con mis padres y abuelos para celebrar las navidades: ¿Cuántas vivencias envolatadas en los recodos del tiempo de nuestros ancestros? ¿De dónde salieron? ¿Cuántas luchas libraron? ¿Cuántos éxitos y fracasos tuvieron? ¿Cuántas crisis y sinsabores soportaron? ¿Cuánto amor, fuerza y valores nos heredaron? Existimos gracias a lo que ellos fueron y construyeron como familia. Por eso hay que tener gratitud con el pasado y entregar con creces lo recibido a la siguiente generación.
Sin embargo, los tiempos contemporáneos trajeron consigo cambios en la
estructura familiar. Hoy, muchos en edad de ser abuelos no tienen nietos con
quienes compartir. Asimismo, estamos en medio de generaciones que privilegian
las pantallas a la narración por lo que poco interesan los relatos de ancianos
que pertenecen a la prehistoria tecnológica, práctica que debilita la milenaria
costumbre de la tradición oral que por siempre acompañó a la humanidad.
Jamás olvidaré a mis abuelos relatando historias y sucesos de sus años mozos haciendo gala de una seductora narración para describir de forma singular recuerdos y vivencias que me hacían viajar en el tiempo y sentir que también había estado allí.
Correo: arjquindio@gmail.com / X:
@ArmandoQuindio / Blog: www.quindiopolis.co

1 Comentarios
Hermosa remembranza de los abuelos, muchas gracias por hacernos recordar buenos tiempos.
ResponderEliminar