Por: Armando Rodríguez Jaramillo
El pasado 23 de mayo la Academia de Historia del Quindío
-AHQ cumplió su cuadragésimo quinto aniversario de vida institucional, fecha
que recordé con cariño como quiera que por cerca 20 años estuve vinculado a
ella siendo su secretario por varios años y presidente de su junta directiva
entre 2022 y 2024.
Aún recuerdo cuando me invitaron a ingresar previa la
presentación de un trabajo escrito, requisito que cumplí con Límites
pendientes. Dudoso deslinde entre Quindío y Risaralda publicada en el volumen 3
de Ensayos de Historia Quindiana, libro impreso In Memoriam a Olga Cadena
Corrales [1944 - 2012]. Con aprecio conservo el diploma con el que fui
designado miembro de la entidad un 17 de junio de 2005 firmado por su
presidente Jaime Lopera Gutiérrez y su vicepresidenta Olga Cadena Corrales,
persona que dejó importantes textos e investigaciones sobre la historia
regional y la Concesión Burila.
Podemos decir, en términos generales, que la AHQ ha
tenido dos épocas. La primera va desde su creación hasta finales del siglo.
En el Acta de Fundación quedó registrado su nacimiento de la siguiente forma:
«En la sede del Museo Arqueológico del
Quindío nos reunimos el 23 de Mayo de 1.980 el Doctor Jesús Arango Cano, el Dr.
Gabriel Echeverri, el Dr. Alberto Gómez Mejía, el Dr. Horacio Gómez
Aristizabal, el Dr. Jaime Lopera Gutiérrez, el Dr. Diego Moreno Jaramillo, el
Dr. Hugo Palacios Mejía, el Dr. Bernardo Ramírez Granada y don Alfonso Valencia
Zapata con el fin de fundar la ACADEMIA DE HISTORIA DEL QUINDÍO». Ese día
fueron elegidos presidente Jesús Arango Cano, vicepresidente Jaime Lopera
Gutiérrez y secretario Alfonso Valencia Zapata.
Sin embargo, a juzgar por las palabras pronunciadas por
Jaime Lopera con motivo de la celebración del trigésimo primer aniversario de
la AHQ el 20 de mayo de 2011, poco se sabe sobre sus primeros tiempos:
«La Academia pasó por una larga
transición, una especie de informalidad durante unos veinte años (1980-2000)
bajo la égida de Alfonso Valencia Zapata que ejercía como Secretario. Que yo
sepa no existen testimonios de esa época, porque se perdieron durante el
terremoto casi todos los documentos y libros que él guardaba en la oficina de
la Academia en la Gobernación; los que sobrevivieron a su muerte los recogí ya
hechos pedazos en la Uniquindío, y los puse en unas cajas bajo la custodia del
Museo Quimbaya donde el deterioro fue fatal y definitivo. Nada sobrevivió a esa
humedad y menoscabo».
Por aquellos años, recién regresé al Quindío luego de mi
vida de universitario en Bogotá, me entrevisté con Alfonso Valencia Zapata en
la oficina de la Academia ubicada en el edificio de la Asamblea Departamental.
De ese encuentro guardo un ejemplar de Quindío Histórico [Cuarta Edición,
Quingráfica, 1981] firmado con su puño y letra el 25 de agosto de 1988 y que
acusa la pátina del tiempo.
La segunda época inicia cuando Lopera Gutiérrez empieza a
hablar de la repatriación del Tesoro de los Quimbayas apalancándose en las
referencias que Belisario Betancur Cuartas hizo en 1976 como embajador en
España luego de visitar el Museo de América en Madrid y en su propuesta, como
presidente, en 1983, de canjear unas réplicas por originales, siendo gerente
del Banco de la República el quindiano Hugo Palacio Mejía. Lopera también se
apoyó en los libros Los Secretos del Dorado [1990] de Juan Mayr y El tesoro de
los Quimbaya [2002] de Pablo Gamboa Espinosa.
Con este arsenal de información sobre el tesoro hallado
en 1890 en la finca la Soledad, hoy municipio de Quimbaya, y regalado
ilegalmente por el presidente Carlos Holguín Mallarino a España en 1891, se
inició la reactivación de la AHQ en 2003 acogiendo la iniciativa del
exalcalde de Armenia César Hoyos Salazar de reclamar estas piezas para que
fueran devueltas a su lugar de origen, propósito que con el tiempo desembocó en
la Sentencia SU649 de 2017 de la Corte Constitucional que le ordena al Estado
Colombiano iniciar los trámites de repatriación de la Colección Quimbaya ante
España.
Esta segunda época de la entidad arranca con un grupo de
académicos de gran producción intelectual e importantes realizaciones que no me
es posible relacionar en este escrito, razón por la cual solo mencionaré los
siete volúmenes de Ensayos de Historia Quindiana publicados entre 2010 y 2022
por la Colección Biblioteca de Autores Quindianos que contienen 61 textos sobre
historia regional, y también los 614 artículos publicados en blog de la entidad
entre 2014 y 2024, sin citar libros, ensayos y artículos producidos de forma
independiente por sus asociados.
De igual manera, ante la imposibilidad de mencionar a
casi medio centenar de intelectuales que han pasado por la institución, solo
nombraré a aquellos que ya partieron a cumplir su cita con la eternidad y que
dejaron un gran legado. Me refiero a los fundadores Jesús Arango Cano, Bernardo
Ramírez Granada y Alfonso Valencia Zapata; a los académicos honorarios Carlos
Restrepo Piedrahita y Guillermo León Escobar Herrán; y a los académicos de
número César Hoyos Salazar, Carlos Alberto Castrillón Ramírez, Jorge Hugo
Galvis Valenzuela, John Jaramillo Ramírez, Jorge Enrique Arias Ocampo y Nodier
Botero Jiménez.
Un aspecto que no quiero pasar por alto es que la
institución tiene entre sus miembros activos a tres de sus fundadores: Gabriel
Echeverri González, Alberto Gómez Mejía y Jaime Lopera Gutiérrez quién por
espacio de 17 años fue su presidente y actualmente tiene la designación de
académico honorario.
No puedo terminar estas líneas sin confesar que al principio dudé en ingresar a la entidad pues carecía de formación en historia. Sin embargo, con el tiempo, me fui enamorando de esta disciplina al aprender de mis compañeros sobre culturas precolombinas, el origen del Quindío, el Camino Nacional, la colonización antioqueña y de otras procedencias, la fundación de pueblos, la llegada del ferrocarril, la expansión del café, la creación del departamento, el desarrollo de Armenia y muchas otras cosas que me ayudaron a comprender el pasado y a cimentar mi «quindianidad». Así fue como me convertí en un diletante de la historia que escribió algunos ensayos y medio centenar de artículos relacionados con ella.
«Fue así como pude mirar, por un lado, hacia el pasado [la historia], y por el otro, hacia el futuro [la prospectiva]».
Sin embargo, era consciente que mis intereses
disciplinares estaban por los lados de la planificación territorial, el
desarrollo regional y la prospectiva, por lo que escarbando un poco me di
cuenta de que entre los objetivos de la Academia estaba el de «Interpretar los
hechos pasados, valorar la realidad presente y observar los escenarios futuros
para formar conciencia histórica y pensamiento crítico», situación que me ayudó
a encontrarle sentido a la historia desde la óptica de mis intereses.
Entonces, pensé en el dios romano Jano que presidía todo aquello relacionado
con el cambio y que se reconocía por dos caras que miran en direcciones
opuestas. Deidad asociada con los umbrales, las transiciones y
transformaciones, el que inauguraba el viaje en el tiempo y el espacio, pero
dejaba abierto el destino. Fue así como pude mirar, por un lado, hacia el
pasado [la historia], y por el otro, hacia el futuro [la prospectiva].
Finalmente, al culminar mi ciclo por la AHQ el pasado 3
de diciembre, quiero decir que extraño profundamente a tantos amigos con
quienes compartí amenas reuniones mensuales que se volvieron casi un ritual,
primero en el Museo del Oro Quimbaya en tiempos de Martha Lucía Usaquén, luego en los salones del Club América,
algunas veces en la Sociedad de Mejoras Públicas y en los últimos años en el
Hotel Bolívar Plaza gracias a la generosidad de su gerente Gloria Inés Gómez y
a la cordialidad de sus empleados, esto sin mencionar que en los años de pandemia
nos conectábamos virtualmente todas las semanas.
Hasta aquí esta semblanza personal e insuficiente de una
institución de la que tanto aprendí y que me acogió por muchos años. Gracias
Academia de Historia del Quindío y que cumpla muchos años más.
Correo: arjquindio@gmail.com / X: @ArmandoQuindio / Blog: www.quindiopolis.co
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