Armando Rodríguez Jaramillo
Hace poco participe en una reunión con personas de
diferentes entidades públicas y privadas. Al final del encuentro, una de ellas,
contratista de la alcaldía de Armenia, pasó una hoja de control de asistencia
para la firma, requisito que con frecuencia se exige a los contratistas del
sector público como evidencia de que la reunión programada en efecto se
realizó. Al recibir la hoja de control procedí a llenarla con mi nombre,
identificación, entidad, teléfono y correo electrónico.
No obstante, aquel formato tenía dos columnas adicionales
que llamaron mi atención. Una de ellas estaba marcada con la palabra «población»
y contaba con ocho opciones y una nota explicativa que decía: «En la columna “Población”
escriba el No. de la Población a la que pertenece: 1. Indígenas. 2. NARP
(Negro, Afrocolombiano, Raizal y Palenquero). 3. Rom. 4. Víctimas del conflicto
armado. 5. OSIGD / LGTBIQ+. 6. Con Discapacidad. 7. Migrante. 8. Otros». Por
unos instantes me detuve en el abanico de posibilidades que tenía ente mis ojos;
pero, como no soy indígena ni negro ni gitano, tampoco víctima del conflicto
armado ni tengo la calidad de migrante, no cuento con discapacidades y para
rematar soy heterosexual casado y con dos hijos, sólo me quedó la opción número 8,
la de «otros».
Entonces, pregunté qué sentido tenía este formato denominado
Control de asistencia – Uso general. Departamento Administrativo de
Fortalecimiento Institucional – Sistema de Gestión. Código R-DF-SGI-028 /
Versión 001 del 28-10-2024, al tiempo que pensé en la «otredad», que es la
forma en la que un grupo o persona percibe a «otro» como diferente de sí mismo.
O, dicho de otra forma, es no tener la calidad de «nosotros» para pasar a ser «los
otros» en referencia a los que no comparten la identidad o pertenencia a un
mismo grupo, cultura o comunidad. Así
que me sorprendió que, a pesar de ser alguien del común, como la mayoría de los
que vivimos nuestra ciudad, debía etiquetarme como integrante de una población
que la administración municipal de Armenia califica de «otros».
Creo que en el espinoso y delicado asunto de la inclusión
pasamos de blanco a oscuro sin pretenderlo.
Es evidente que las diferencias son algo incomprensible y negativo que
crean prejuicios de exclusión y discriminación con personas que pertenecen a ciertos
grupos, culturas o comunidades minoritarias y diversas, situación sobre la que la
sociedad, las organizaciones y el Estado han ido tomando consciencia para corregir
su actuar. Pero, tampoco es para que aquellos que no pertenecemos a estas
colectividades se nos rotule como «otros».
La segunda columna que me causó sorpresa fue la de «rango
de edad», la cual tenía la siguiente nota explicativa: «Rango de Edad: escriba
la letra del rango de edad al cual pertenece. a. 0-5 años. b. 6-12 años. c.
13-17 años. d.18 – 28 años. e. 29-59 años. f. 60 años y más». De nuevo pregunté
a qué obedecían estas categorías, pues no comprendía para que se hacía
referencia a edades entre los 0 y 5 años y 6 y 12 años, a no ser que funcionarios
de la alcaldía se reúnan con bebes y niños de estas edades y luego
les entregan los controles de asistencia para que los llenen con sus edades, nombres, cédula, teléfonos y correos electrónicos, y además los firmen.
También es curioso, pero menos trascendente, que entre menor sea la edad los rangos
de años son más estrechos, y a medida que aumenta la edad estos se amplían como
sucede con los que están con las letras d y e,
Desconozco las razones que tuvieron en cuenta los que diseñaron
el formato de marras, pero creo que valdría la pena su revisión y modificación.
De otra parte, en la mente me quedó rondando algo que hasta ahora desconocía:
que para la administración municipal la mayoría de las personas comunes y
corrientes hacen parte de la «otredad», calificativo que intentaré entender
para saber quiénes somos, y de paso, quién soy.
Correo:
arjquindio@gmail.com / X:
@ArmandoQuindio / Blog: www.quindiopolis.co
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