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Fotografía tomada de Pixabay |
«Sólo hace falta un empujoncito para iniciar un
proceso de «reflexión» basado en el «diálogo y la confianza», y tomar la «decisión»
de convertimos en un territorio inteligente».
Armando Rodríguez Jaramillo
Las ciudades inteligentes o Smart City se
reconocen como urbes digitales que hacen un uso intenso de las tecnologías de
la información y las comunicaciones con el fin de lograr ciudades sostenibles,
conectadas y optimizadas, concepto ampliado a regiones inteligentes para referirse
a territorios dotados de agendas de transformación económica integral que
buscan la especialización en ámbitos geográficos más amplios y potencialmente
competitivos.
La estrategia regional de innovación para la especialización
inteligente, conocida en la Comunidad Europea como RIS3 (Regional
Innovation Strategy for Smart Specialization), es un ejercicio de reflexión
sobre el futuro regional en un escenario global definido por el conocimiento,
la ciencia, la tecnología y la investigación. Para el período 2021-2027, la
Comisión Europea plantea la especialización
inteligente como elemento clave para el desarrollo territorial y la mejora
de la calidad de vida de los ciudadanos en un entorno de transición industrial,
energética y digital. Dicho de otra forma, pretende impulsar a los territorios
europeos hacia un proceso de doble transición (verde y digital) basado en la
sostenibilidad, proceso que condicionará los próximos cambios hacia modelos
industriales, sociales y económicos sostenibles.
Por consiguiente, creo que sería inspirador si
osáramos pensarnos en el marco de una estrategia departamental de especialización inteligente soportada en
una agenda de transformación
económica con objetivos como: apoyar un
desarrollo basado en el conocimiento y en capacidades de I+D+i, desarrollar clústeres integrados a cadenas
globales de valor, facilitar entornos para el desarrollo productivo y
consolidar liderazgos y sistemas eficientes de innovación basado en la
colaboración público-privada que proporcionen plataformas experimentales para
dar voz a los divergentes y creativos.
Al respecto, Pablo Castamagna[1] dice del territorio que
este «se
convierte en un factor clave para el desarrollo de la sociedad y la
competitividad. Su propia historia, valores, cultura, educación y estructura
institucional pueden ser activadores y accionar a favor del crecimiento o
también pueden demorarlo por no anticipar y enfrentar los cambios y las
oportunidades». Entonces, seamos disruptivos y pensemos en un modelo de
desarrollo que abrace la estrategia de especialización inteligente para afrontar
los paradigmas de la Cuarta Revolución Industrial.
En una reciente publicación de la Cepal titulada: Hacia un desarrollo productivo en América Latina [2025], Gerardo Esquivel y Sergio Silva enfatizan en la necesidad de revitalizar el desarrollo productivo orientándolo hacia la dinamización del crecimiento económico mediante la innovación tecnológica y el aumento de la productividad. Esto demanda un proceso de priorización de sectores estratégicos que permita encontrar aquellos sectores con mayores probabilidades de éxito y donde se puedan concentrar recursos, de por sí limitados, en forma de intervención de política pública.
Así que el crecimiento económico puede lograrse de dos
maneras: produciendo más de lo que ya se produce o diversificando las capacidades productivas. Esta última opción
nos saca de lo tradicional (por ejemplo: café y turismo) para enfocarnos en
detectar potencialidades aún no desarrolladas en la economía regional, sería
algo así como adoptar una estrategia de diversificación inteligente hacia
sectores más complejos y de mayor valor
agregado —por ejemplo, una agroindustria basada en manufactura avanzada— con el
propósito de crear entornos que propicien el desarrollo, el bienestar y la
sostenibilidad.
Sin
duda contamos con enormes fortalezas por ser una región dotada con abundantes recursos
naturales, ubicación estratégica, sistema metropolitano de ciudades,
infraestructura de comunicaciones y servicios, universidades y centros de
investigación, clústeres y sectores económicos dinámicos, institucionalidad,
talento humano y capital social. Así que sólo hace falta un empujoncito para iniciar un
proceso de «reflexión» basado en el «diálogo y la confianza», y tomar la «decisión»
de convertimos en un territorio inteligente.
Pero esto demanda un cambio en los modelos mentales y también nuevos
conocimiento y capacidades institucionales que nos conduzcan a visionar y construir
futuros deseables dotados de una gobernanza anticipatoria.
Correo: arjquindio@gmail.com / X: @ArmandoQuindio /
Blog: www.quindiopolis.co
[1]
Las organizaciones del territorio. Cambios para fortalecer el desarrollo
territorial. 2008. Pág. 2
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