Hans
Peter Knudsen
Colombia
y algunos de sus departamentos y ciudades han emprendido ejercicios de
prospectiva, identificando diferentes escenarios posibles, con el objetivo de
trazar una hoja de ruta hacia un futuro deseable, sostenible y próspero. Este
tipo de iniciativas son fundamentales para anticiparse a los desafíos y
oportunidades que el porvenir nos depara. Sin embargo, para que esta visión sea
verdaderamente transformadora, es esencial incorporar enfoques que permitan una
reflexión profunda sobre nuestras prácticas actuales.
Otto
Scharmer, académico del MIT, desarrolló la Teoría de la U como un modelo para
liderar cambios profundos en organizaciones y sociedades. En tiempos de crisis
y transformación, la respuesta más obvia rara vez es la más efectiva. En lugar
de movernos en línea recta entre un problema y su solución, Scharmer propone un
proceso más profundo: detenernos, desaprender, conectar con nuevas
posibilidades y emerger con soluciones transformadoras. Esta teoría propone un
proceso en forma de “U” que consta de tres fases principales. La de co-iniciar
y co-sentir que implica detenerse y observar la realidad sin prejuicios,
permitiendo que emerjan nuevas percepciones y entendimientos. La de presenciar,
basada en el punto más profundo de la “U”, donde se conecta con la fuente de
inspiración y se dejan atrás viejos paradigmas y la de co-crear y
co-evolucionar, permitiendo que, desde esta nueva comprensión, se prototipen y
desarrollen soluciones innovadoras que respondan a las necesidades emergentes.
Este
enfoque destaca la importancia de desaprender patrones y estructuras obsoletas
para abrir espacio a nuevas formas de pensar y actuar.
Para
que ejercicios regionales de prospectiva sean efectivos, es crucial identificar
y desaprender aquellas prácticas y mentalidades que limitan el desarrollo de la
región. Si aplicamos esta teoría a Colombia, nos damos cuenta de que muchas
veces hemos intentado avanzar sin soltar las ataduras del pasado, sin tomarnos
el tiempo de desaprender lo que nos limita y sin abrirnos a nuevas formas de
construir país.
Temas
como la dependencia histórica, y altísima, de unos pocos recursos naturales o
de contados monocultivos que, si bien han sido una tradición valiosa, es
necesario diversificar y complementar para reducir vulnerabilidades y
aprovechar nuevas potencialidades. O el centralismo en la toma de decisiones, a
través del cual muchas determinaciones se han tomado desde el nivel nacional
sin considerar las particularidades locales. Desaprender esta dependencia
implica fortalecer la autonomía regional y promover la participación ciudadana
en la construcción de políticas públicas. O la resistencia al cambio
tecnológico, fomentando una cultura de innovación y aprendizaje continuo para
la adopción de nuevas tecnologías fundamentales para el progreso. Esto solo por
citar algunos.
Igualmente,
paradigmas como la cultura del atajo y la improvisación, la polarización como
forma de debate o la dependencia de salvadores y caudillos son también buenos
ejemplos.
Incorporar
la Teoría de la U en el proceso de construcción de “Visiones de futuro” puede
enriquecer significativamente los resultados. Este enriquecimiento del proceso
se podría alcanzar a través de algunas acciones concretas como fomentar
espacios de diálogo profundo, creando plataformas donde diversos actores
locales puedan compartir sus experiencias y perspectivas, permitiendo una
comprensión más amplia de la realidad regional. También, promoviendo la
reflexión colectiva mediante talleres y encuentros que inviten a la comunidad a
cuestionar supuestos y explorar nuevas posibilidades de desarrollo, o
prototipar soluciones innovadoras que lleven a implementar proyectos piloto que
aborden desafíos específicos, evaluando su impacto y adaptándolos según las
lecciones aprendidas.
Al
integrar este enfoque, la región no solo proyectará un futuro deseado, sino que
también transformará las bases desde las cuales se construye ese futuro,
asegurando que las estrategias sean auténticamente innovadoras y adaptadas a
las necesidades locales.
El país, y sus regiones, no necesita más de lo mismo. La historia ha demostrado que la línea recta de las soluciones tradicionales nos ha llevado al mismo lugar: ciclos repetitivos de crisis y falsas esperanzas. Esta aproximación propuesta nos enseña que, para avanzar, primero debemos soltar lo viejo, sumergirnos en un proceso de reflexión profunda y emerger con un nuevo sentido de dirección.
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