Armando Rodríguez Jaramillo.
Correo: arjquindio@gmail.com / X: @ArmandoQuindio
El periódico madrileño El País publicó hace poco un artículo con un título algo farragoso y extenso que no sé por qué diantre terminé leyendo: Pagar para leer sin móvil, estrés o distracciones: “Pensábamos que igual era una secta o algo friki, pero fue una pasada” [18-02-2025].
Eva
Baroja, su autora, señala que, en la provincia de Valladolid en Castilla y
León, en un pequeño municipio a orillas del Duero que no supera los mil
habitantes y que responde al seductor nombre de Quintanilla de Onésimo, se
ofrece un antídoto para los que se sienten atrapados por las luminosas
pantallas de celulares y tabletas que roban la atención, ensimisman y consumen
tiempo y vida.
En esa
población del noroeste de España, reconocida por sus vinos denominación de
origen Ribera del Duero, hay un hotel rural llamado Remanso que ofrece «Inmersiones
literarias en lugares apacibles, para la práctica de la lectura lenta y atenta,
en compañía de los autores». A ese lugar acuden personas que quieren poner
distancia con las pantallas porque les hace falta tiempo para hacer lo que les
gusta, pues la tecnología los aleja de la lectura y los hace vivir de forma acelerada.
A Remanso
se puede ir de fin de semana con todo incluido, y con un libro como parte del
plan. Pero hay algo más: todos leen el mismo libro a su ritmo y tienen la
oportunidad de compartir con su escritor que también está invitado. Así que escaparse
un fin de semana para leer una novela y de paso conversar con su autor, transforma
el momento en una vivencia única y maravillosa.
En el
portal web de Remanso se describe la experiencia en los siguientes
términos:
«No tenemos tiempo. Todos queremos leer y no tenemos
tiempo. Tenemos un libro encima de la mesa y pasan los días. Deseamos encontrar
el momento de abrirlo. Pero estamos inquietos. Tenemos los ojos secos y
cansados. Necesitamos un momento donde todo se quede fuera. Un momento de
quietud. Sin distracciones ni estímulos. Necesitamos tener tiempo, recuperarlo.
Respiramos hondo y lo intentamos. Siete, ocho páginas perdidas, hasta que de
pronto ocurre: estamos dentro.
Una vuelta a la calma para encontrarnos con todo el
tiempo del mundo. Para alimentarnos de otras vidas, del silencio, del tacto del
papel. Deteniéndonos en la lentitud de la palabra. Un retiro en calma. Un
remanso lector.»
Esto me
hizo recordar cuando en 2011 formulamos desde la Cámara de Comercio de Armenia
y del Quindío una hoja de ruta para el clúster de turismo rural del
departamento, identificamos el turismo experiencial como un negocio atractivo,
rentable y de crecimiento futuro. Este tipo turismo se enfoca en actividades
que implican experiencias únicas, personalizadas e inmersivas, tendencia que pone
al visitante como protagonista de vivencias auténticas que reflejan la cultura,
la historia y las costumbres del destino. Por aquellas calendas esto era novedoso,
y más lo fue cuando la Unesco inscribió en la Lista de Patrimonio Mundial el
Paisaje Cultural Cafetero, hecho que generó una gran oportunidad para venderle
al mundo un destino basado en la cultura como una experiencia única e
inolvidable.
Soy
consciente que casos como este de Remanso en Quintanilla de Onésimo no
es fácil de replicar en nuestro medio, en particular cuando según Lectupedia
(2022) cada español lee en promedio 9,9 libros al año mientras que un colombiano
tan solo alcanza a 1,9 libros. Aunque podría subirnos la moral el informe de la
Cámara Colombiana del Libro (2024) cuando dice que la zona del país que más
libros lee es Antioquia y Eje Cafetero.
No puedo ignorar que atraer personas en pos de experiencias culturales como la lectura aún no está en nuestro imaginario de gasto como si lo están las actividades que ofrece el turismo tradicional. Pero creo que valdría la pena intentar ser un destino que ofrezca experiencias culturales basadas en la música, el canto, el teatro, la danza, los museos, la pintura, los murales y las tradiciones nuestras. Pero esto, si lo quisiéramos, requiere un cambio de mentalidad, algunas inversiones y la edición de un «tríptico» formado por el cultivo del conocimiento, el arte y el espíritu. Disfrutar de la cultura y ofrecer cultura es rentable social y económicamente.
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