«Muros
confidentes nos habla del muralismo de la “Ciudad Milagro” como arte,
cultura y patrimonio al alcance de todos».
Armando Rodríguez Jaramillo
Corría el mes de junio del año pasado cuando Marco
Horacio García Castaño me invitó a escribir el prólogo de su libro Muros
confidentes que por aquellos días era solo un machote. Al autor lo conocí
de joven en nuestra natal Armenia y luego nos reencontramos en agradables
tertulias musicales siendo estudiantes de universidad en la Bogotá de los años
setenta.
De Marco Horacio puedo decir que es un hombre sencillo,
honesto y de gran sensibilidad. Siempre habla de su familia y de sus hijos y
nietos. A parte de su formación de ingeniero industrial, lo cautivan otras
actividades como la guianza turística,
la afición por la lectura y las expresiones artísticas, tal vez por esto último es
que siempre ha estado enamorado de la música de cuerda participando en grupos
musicales y disfrutando de tertulias con amigos de toda la vida cantando
boleros, bambucos, pasillos y baladas. También ha «pajariado», término que usa
para referirse a la observación de aves, una más de sus pasiones. Ahora le dio por
escudriñar murales en busca de la identidad quindiana. Definitivamente es un
amigo de los buenos y un ciudadano íntegro, además de un humanista convencido.
En el libro, impreso en Matiz Taller Editorial de
Manizales y con un original diseño y diagramación de Silvana del Río, hace
un llamado de atención sobre la necesidad de recuperar y apreciar los fantásticos
murales que tiene Armenia y que hacen parte de su patrimonio colectivo. De
ahí que con ocasión de la presentación de Muros
confidentes este 12 de febrero a las 5.00 p.m. en la Sociedad de Mejoras
Públicas de Armenia, he querido compartir el prólogo que escribí:
«El libro de Marco
Horacio García Castaño habla del muralismo como una experiencia de arte y
cultura al alcance de todos, poderosa forma de expresión del artista que sueña
el sueño de los pueblos y dialoga con la ciudad y sus gentes sin exigir nada a
cambio, donde cada cual, desde sus percepciones y vivencias interpreta y valora
lo que tiene ante sí. Es un concepto abierto que resignifica lo vivido y plantea
narrativas; pero, ante todo, que transmite realidades través de simbologías. Muros
confidentes invita a reflexionar sobre los pintores que fijan sus obras en
superficies verticales expresando con dibujos y paletas de colores un arte que,
una vez entregado, deja de ser suyo para convertirse en patrimonio colectivo.
Su autor, amante de la
naturaleza y sensible con el arte y la cultura, centra su atención en cinco
murales de la «Ciudad Milagro» para observarlos con detenimiento y leer ese
mensaje codificado que contienen y que se expresa de forma material. Pero a su
vez, para situarse en el rol del observador que intenta decodificar lo que el
mural ofrece entendiéndolo a su manera, hecho subjetivo y emocional de carácter
inmaterial. Y entre la codificación y la decodificación de la obra, entre la
intención del artista y la interpretación del observador, el muralismo crea
cultura y narra historias de naturaleza, ciudad y vida.
García
Castaño toma como objeto de estudio los murales Epopeya
del Quindío, Arriería, Homenaje al Paisaje Cultural Cafetero Colombiano [PCCC],
Renacer y Patrimonio Natural del PCCC queriendo desentrañar
la intención de sus creadores con el propósito de que estas obras continúen suscitando
infinitas e indefinidas interpretaciones que se renuevan en múltiples facetas y
matices.
Sin embargo, a mi parecer, creo que los
murales Epopeya del Quindío y Homenaje al Paisaje Cultural Cafetero
de los maestros Antonio Valencia Mejía y Ldwin Franco Giraldo respectivamente, tiene
temáticas coincidentes. El primero inicia su recorrido por la época
precolombina para desembocar en la conquista española y la colonización
antioqueña, devenires que empalman con imágenes de progreso propias del siglo
XX que culminan con retratos de protagonistas de la historia comarcal. Por su
parte, el segundo se concentra en el Paisaje Cultural Cafetero para mostrar,
además de cafetales y laboriosos trabajadores que hicieron posible su cultivo,
trazos de la Armenia que se fue con sus símbolos de progreso y estampas de recordados
personajes.
Por su parte, el maestro Henry Villada
Tamayo nos presenta otras miradas en los murales Arriería y Patrimonio
Natural del Paisaje Cultural Cafetero Colombiano. En Arriería narra
el proceso del café cual crisol donde se fundió la cultura local; asimismo, sobre
su superficie plasma el oficio del carguero por el Camino del Quindío con viajeros
sobre sus espaldas y el de la arriería como medio de transporte de mercaderías
y productos agrícolas a lomo de mulas y caballares, sistema que con los años fue
reemplazado por los Jeep Willys, actividades que protagonizaron personajes
anónimos que cobran vida en los trazos del artista. Finalmente, se observa una
casona de bahareque con corredores y chambranas típica de la colonización del
Viejo Caldas. En su otro mural, Villada retrata la enorme variedad de fauna y
flora presente en el paisaje quindiano, biodiversidad que se halla entre ríos y
montañas, y que también se la encuentra entre cafetales y sementeras.
Por último, sorprende el mural Renacer
del maestro Gonzalo Muñoz Matiz, conocido por su segundo apellido, inspirado en
la capacidad de los armenios para salir airosos de la intempestiva destrucción
material y de vida causada por el terremoto de 1999. El mural toma como alegoría
un árbol que sobre sus renovadas raíces soporta un frondoso tronco con ramas y
hojas formados por figuras de hombres y mujeres entrelazados que simbolizan el renacer
de la vida cual designio de la diosa Gea, y que se nutre de esa solidaridad que
todo lo envolvió.
Sobre estos cinco murales, donde se conjugan
en pasado, presente y futuro las codificaciones de los artistas y las
decodificaciones de los observadores, Marco Horacio García Castaño nos comparte
su singular lectura recordándonos que el origen del Quindío y el grupo humano
que lo habita se remonta a épocas precolombinas; que por aquí pasaron
conquistadores y colonos para quedarse; que somos portadores de una cultura de
progreso que sabe a café y que se expresa en la arquitectura de plazas, templos
y casas; que lo nuestro no hubiera sido posible sin la arriería, sin el tren y sin el Willys; y que la riqueza natural y paisajística se devela en su fauna y
flora, en sus montañas y fuentes de agua. Pero, ante todo, que hubo personas que
construyeron lo narrado sobre los paradigmas del civismo, y que cuando la
tierra se sacudió aquel 25 de enero de 1999 para desbaratar lo que había en su
superficie, los descendientes de esos hombres y mujeres se levantaron para
reconstruir una morada llamada Armenia.
Muros Confidentes condensa
el acto creativo del artista y la capacidad interpretativa del observador, doble
apreciación en la que está presente el compromiso mutuo y compartido de una
realidad efímera que se convierte en historia y cultura colectiva».
Correo:
arjquindio@gmail.com / X:
@ArmandoQuindio / Blog: www.quindiopolis.co
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