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Estación Armenia, 2024 |
«No permitamos que la ciudad se siga deteriorando».
No hay una mejor frase para definir lo qué es una ciudad que la del político, jurista y filósofo español Enrique Tierno Galván [1918-1986], exalcalde de Madrid: «Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad, que es el hogar público», sintagma que me recuerda cuando escuchaba que Armenia era nuestra «patria chica» en contraposición a la «patria grande», esa que encarnaba el concepto de Estado nación. De ahí que con motivo del aniversario 135 de la «Ciudad Milagro» el próximo 14 de octubre haya pensado en ella como mi hogar y el «hogar público» de 313.132 armenios, el lugar donde nací y la cuna de mis padres, el sitio a donde arribaron mis abuelos y bisabuelos venidos de Antioquia y Caldas, la tierra donde muchos han llegado a vivir, a trabajar, a levantar familia y a prosperar. No en vano hogar es una palabra entrañable para designar el lugar donde una persona o grupo de personas habita creando la sensación de seguridad y calma, de pertenencia e identidad.
Entonces me pregunto: ¿Qué hemos hecho con nuestro hogar público? ¿Por qué diantre lo hemos abandonado, olvidado y hasta despreciado? Todos nos esmeramos por tener limpia, ordenada y en buen estado nuestra casa, así que igual comportamiento deberíamos tener con la ciudad que es nuestro hogar público.
Hasta hace poco el amor por la ciudad y el civismo eran parte del ADN de los armenios ya fueran políticos, alcaldes, funcionarios públicos, concejales, militares, policías, religiosos, profesionales, comerciantes, empresarios, empleados, obreros, periodistas, profesores, estudiantes, artistas, escritores, deportistas, buhoneros y ciudadanos en general. A ellos los movía un civismo expresado en obras que se prometían y se hacían, en el ornato de parques, avenidas y calles, en la conmemoración de aniversarios y fechas especiales, en el reconocimiento y exaltación a los símbolos y emblemas de la ciudad, en el mantenimiento y aseo de los bienes y espacios públicos, en la cultura y el buen trato y en el orden ciudadano entre muchas otras manifestaciones pretéritas.
Sin embargo, como si hubiese sido presa de una entropía descomunal la ciudad se desordenó y el caos se apoderó de ella. Y no es que sólo me fije en lo negativo sin mirar lo bueno que tenemos, es que considero inadmisible quedarnos callados como si nada pasara ante el desbarajuste existente. Basta con mirar alrededor para notar el desaseo generalizado, la colonización y privatización del espacio público, la anarquía en el tránsito vehicular, el estacionamiento de carros en andenes y paraderos de buses, el mal estado de las vías y los semáforos, el deterioro de los andenes y el descuido de parques y zonas verdes, la falta de señalización vial, el abandono de los monumentos y símbolos de la ciudad, el consumo generalizado de licor, marihuana y estupefacientes en parques, canchas deportivas y vías públicas, la creciente población de indigentes y habitantes de calle, la pobreza en aumento, el menosprecio por la educación y la cultura, el abandono de lugares como la plaza de toros, la estación del ferrocarril, los edificios públicos y los peligrosos alrededores de la alcaldía, la práctica desbocada de pintar signos y dibujos confusos en fachadas y muros, la inseguridad generalizada, la agresividad de muchos, el envilecimiento de la política, la vulgarización de lo público, la pérdida de confianza en las instituciones, el menoscabo de la identidad y el sentido de pertenencia, la fractura del interés público y la decadencia del civismo.
«Es competencia de las autoridades recuperar
el orden y la convivencia».
Podría mentar otros retrocesos, pero: ¿para qué ahondar en situaciones que la mayoría de los armenios conocen y sufren? Sin embargo, no debemos caer en la trampa de aceptar a rajatabla la tesis de que el desbarajuste es culpa de todos, pues tal argumento contribuye a que se diluyan las obligaciones. Claro que la responsabilidad es de todos, pero es competencia de las autoridades recuperar el orden y la convivencia. El alcalde y sus colaboradores tienen el deber de pilotar y administrar esta nave llamada Armenia. A ellos les corresponde tomar las medidas necesarias y oportunas para recuperar y encausar la ciudad.
Señor alcalde, es un hecho que usted heredó un municipio anárquico y desordenado y también que su gobierno transita por el primer año de su cuatrienio. No permita que la ciudad se siga deteriorando, no hay nada más alentador y estimulante para los ciudadanos que sentir que al frente hay un comandante que sabe a qué puerto debe conducir la ciudad, que tiene claro los correctivos a aplicar y que lo mueve el interés público sobre las conveniencias políticas y de grupos de poder y de presión.
Esto
lo digo porque en medio del pandemonio que nos atrapa, los ciudadanos a veces
se preguntan: ¿Qué tienen para ofrecer el gobierno y los políticos para
recuperar la ciudad de Armenia?
Armando Rodríguez Jaramillo
Correo: arjquindio@gmail.com / X: @ArmandoQuindio / Blog: www.quindiopolis.co
4 Comentarios
Asi es Dr Armando. Necesitamos es ver mas acciones de políticas publicas y proyectos cívicos, y obras estratégicas; y no seguir viendo administraciones que mas los mueve la politiquería e intereses meramente particulares.
ResponderEliminarGracias por su lectura y por sus comentarios.
EliminarNo soy de Armenia pero cuando la visito, observó con tristeza su abandono en muchos .aspectos.Defiitivamente el sentido de pertenencia ye
ResponderEliminarGracias por su comentario. Tiene usted razón
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