De ahí que deberíamos darnos a la tarea de imaginar la ciudad al año 2039 cuando se cumpla el sesquicentenario de su fundación, ejercicio que podría ser de dos formas: Una, sería imaginar la urbe que tendremos en quince años de seguir como estamos. La otra, es idear, soñar y hacer realidad una ciudad diferente. Estas dos premisas portan escenarios futuros que representan distintas aspiraciones y disímiles esfuerzos que a la postre definirán lo que seremos como sociedad.
De mi parte, me gusta pensar en la segunda opción pues soy de los que creen que el presente se puede mejorar y que el límite para aspirar a una Armenia maravillosa está en la mente de sus ciudadanos. Entonces: ¿por qué no dejar volar la imaginación para ver opciones de futuro que permitan mejorar la realidad actual?
De ahí que me puse a imaginar cómo sería Armenia en 2039 si sus ciudadanos y dirigentes tomáramos la decisión de transformarla en una capital moderna de gran empuje y progreso. Fue así como viajé en el tiempo y descubri una «Ciudad Milagro» con quince años más de vida que tuvo la decisión de ordenar su territorio mediante un POT funcional que impulsó y reguló su desarrollo. Una ciudad que asumió su realidad metropolitana y se articuló con los municipios vecinos en temas de transporte, salud y educación, procesos de conurbación, servicios públicos, atención de emergencias, seguridad y otros asuntos de interés colectivo. Una ciudad que no acumula obras de infraestructura inconclusas y que recuperó edificios y lugares patrimoniales como la Estación Armenia y el Circo Teatro El Bosque. Una ciudad que trabaja colaborativamente con Salento para conservar la cuenca del río Quindío asegurando el agua futura para la población. Una ciudad con un plan vial y de movilidad peatonal que cumple y actualiza periódicamente. Una ciudad que responde a los desafíos del cambio climático con ciclovías funcionales, eficiente transporte urbano que desestimula el uso del vehículo particular, andenes y espacios públicos para la gente y un plan de arborización de parques, calles y avenidas. Una ciudad de gran dinámica empresarial con agroindustrias, manufacturas, comercio y servicios que generan riqueza y empleo estable y de calidad. Una ciudad que erradicó los barrios subnormales y disminuyó la pobreza y el número de personas en situación de calle. Una ciudad con identidad urbana que no permite la construcción de edificios de fachadas homogéneas sin recordación alguna. Una ciudad que descontaminó sus fuentes de agua y aprovecha sus desechos sólidos. Una ciudad donde no se consume licor, marihuana y estupefacientes en calles y parques, y que transformó estos últimos en lugares de encuentro ciudadanos. Una ciudad donde la cultura y la educación son prioritarias para formar sociedad y ciudadanía. Una ciudad que recuperó su sentido de pertenencia y el espíritu cívico. Una ciudad con nuevos liderazgos públicos y privados que recobró la credibilidad en las instituciones. Una ciudad donde se aquilató el interés público, se dignificó el ejercicio de la política y se erradicó la corrupción pública.
Esta es, en parte, la Armenia que imagino y quiero, esa
en la que también piensan muchos ciudadanos que desean una urbe diferente, mejor
que la actual. Por esto creo que deberíamos hacer un gran esfuerzo colectivo y enfrentar
con ganas de cambio los tiempos venideros acordando y consensuando una visión
de futuro entre los sectores público y privado, organizaciones de la sociedad y
ciudadanos en general que sea la hoja de ruta de los próximos gobiernos y oriente
los destinos de la ciudad. Por tanto, propongo que nos embarquemos en definir
la Visión de Armenia al año 2039 cuando celebraremos los 150 años de su
fundación.
Armando Rodríguez Jaramillo
Correo: arjquindio@gmail.com / X: @ArmandoQuindio / Blog: www.quindiopolis.co
0 Comentarios