Los buenos tiempos del centro de Armenia

Vista de la calle 21 de Armenia en los años setenta 

 

«Cuando una ciudad abandona su centro, todo se abarata, el espíritu colectivo se apoca y la virtud cívica se envolata». 

 

Héctor Abad Faciolince [1958], uno de los pocos escritores colombianos universales con libros como Angosta [2004], El olvido que seremos [2006], La oculta [2014] y Salvo mi corazón, todo está bien [2022], publicó en El Espectador, el 14 de julio de 2014, el artículo Comprar el centro donde hace una cruda semblanza de lo que fue, y es, Medellín, su ciudad natal. A continuación, transcribo algunos fragmentos del artículo:

 

«Cuando yo era niño, la gente más poderosa de Medellín vivía en el centro, en casonas muy bien construidas, o en apartamentos inmensos.

 

El centro tenía muchas ventajas: […] era muy seguro, de día y de noche: en el centro estaban las librerías, los cines, los mejores almacenes, los mejores restaurantes, las calles mejor trazadas. […] Las mujeres más bonitas paseaban por Junín, elegantísimas, y los industriales y los millonarios eran socios del Club Unión, que quedaba en el centro. El mejor hotel de Medellín, el Nutibara, estaba en el centro, y en él recibieron a Borges, cuando vino a la ciudad a hablar de tangos, en el Paraninfo. En el centro no había puteaderos ni casinos pues estos solo podían funcionar en una zona de tolerancia: Lovaina.

 

[…] Aun así, decaído, el centro de mi ciudad valía y vale mucho. Pero hoy hay una mafia dispuesta a todo para comprarlo barato. Y hay una manera muy buena de abaratar el centro: volviéndolo mierda».  Para terminar, cita a un novelista chileno que dijo: «Cuando una ciudad abandona su centro, su sociedad también lo pierde». 

 Al leer el artículo de Abad Faciolince, pensé que el actual centro de Armenia es un pálido reflejo de lo que fue cuando era un adolescente. Recuerdo la magnificencia de la Plaza de Bolívar con la Catedral de la Inmaculada Concepción y la gobernación del Quindío, espacio público que simbolizaba el eje gubernamental, religioso y cívico de la ciudad, lugar para actos protocolarios y celebraciones importantes, concentraciones políticas y desfiles, festejos y jornadas culturales, lo que lo convertía en el ágora por excelencia para el encuentro ciudadano. Hoy la estatua del Libertador, del maestro Roberto Henao Buriticá, pocos la ven porque está en un costado de la plaza sobre un pedestal de 20 metros de altura y al Monumento al Esfuerzo, de Rodrigo Arenas Betancur, se le despojó de la fuente de agua que lo rodeaba; aún más, los alrededores de la plaza acusan olores nauseabundos, el edificio de la gobernación carece de la imponencia de una sede de gobierno, el perímetro de la plaza perdió su encanto arquitectónico y los andenes y espacios públicos fueron invadidos por buhoneros dedicados a vender tintos, pasteles, frutas, comestibles, fritos, llamadas a celular y muchas otras cosas, y en las noches hasta se expenden estupefaciente y se ofrecen cuerpos. Suertes similares corrieron los parques Antonio José de Sucre, Rafael Uribe Uribe, Guillermo León Valencia y El Cafetero que perdieron su encanto como sitio de encuentro ciudadano.

En el centro se estaban los mejores almacenes de ropa y calzado, muebles, telas, adornos, confiterías y abarrotes, panaderías y pastelerías, electrodomésticos, discos, librerías, peluquerías y toda clase de comercio. También había hoteles tradicionales como el Embajador, Atlántico, Izcay, Zuldemayda y Palatino, y los teatros Bolívar, Yanuba, Yuldana e Izcandé con sus funciones de matiné, vespertina y nocturna, además del matinal y social doble los domingos, escenarios que también sirvieron para presentaciones artísticas y musicales como el Festival del Tango y el Concurso Hermanos Moncada.


Panorámica del centro de Armenia en los años noventa

Los edificios de la Alcaldía, las Empresas Públicas de Armenia y el Concejo estaban rodeados por la Telefónica Municipal, la Clínica Central del Quindío y el Banco de la República, sector frecuentado por los ciudadanos. En el centro de la ciudad iniciaron labores la Universidad del Quindío, donde hoy es el Instituto de Bellas Artes, la Gran Colombia y la EAM. Asimismo, había numerosas y reconocidas cafeterías, fuentes de soda, discotecas, sitios culturales y restaurantes entre los que recuerdo: El Dombey, La Canasta, El Destapado, La Fragata, La Manzana Azul, Adecol, el Conservatorio de Música del Quindío, Carnes Limitada, La última curva, La Mulera, El Pequeño Vatel y hasta el Caracol y las recordadas carnes de María. Además, hay que mencionar al Club América y el Club de Bolos, y a la emblemática Sociedad de Mejoras Públicas de Armenia.

Referencia obligada fueron la Estación del Ferrocarril y la imponente Plaza de Mercado declaradas Monumentos Nacionales, esta última con sus pabellones de granos, carnes, cacharro y fruta y verdura, sitio de encuentro ciudadano y de personas venidas del campo los días de mercado, construcción demolida luego del terremoto de 1999 para dar paso a la sede del Centro Administrativo Municipal, lugar tristemente rodeado de una gran descomposición social, con un inexplicable desorden y una enorme inseguridad. Asimismo, las calles del centro, quien lo creyera, eran transitables y por sus andenes se podía caminar con tranquilidad pues no estaban invadidas por carros ni carretas, ni por ventas ambulantes y estacionarias de cachivaches, perecederos y comestibles. En fin, personas de todos los puntos cardinales de la ciudad venían a departir y disfrutar del centro de Armenia sin temor a la inseguridad, eran tiempos en los que la gente no se confinaba en centros comerciales para compartir y entretenerse.

Definitivamente el centro gozó de mejores tiempos antes que sus construcciones empezaran a desaparecer o se deterioraran, sus calles se embotellaran, sus espacios públicos y andenes se volvieran intransitables y sus parques y plazas se tornaran inseguras. Retomando lo dicho por Héctor Abad Faciolince, cuando una ciudad abandona su centro, todo se abarata, el espíritu colectivo se apoca y la virtud cívica se envolata. 

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com  /  X: @ArmandoQuindio  /  Blog: www.quindiopolis.co 

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