Los bienes públicos y la política del buen vecino


«Cuando no se puede hacer nada, siempre se puede dar ejemplo»


Al pasar por el centro de Armenia se nota el abandono de los bienes públicos como son los paraderos de buses, jardineras y vegetación, bancas, recipientes para basuras, luminarias, semáforos y señalización; además de aceras invadidas, calles deterioradas y fachadas desmejoradas en medio del desaseo, la inseguridad, la falta de autoridad y la indisciplina ciudadana, los cual conduce a pensar que se perdió el rumbo como sociedad y que urge encontrar salidas a esta caótica realidad.

Recordemos que los bienes públicos se llaman así porque son de propiedad pública al tiempo que son provistos por el Estado a través de los organismos que forman parte del sector público (como los municipios). Un bien público se caracteriza porque está disponible a todos y porque su uso no impide que sea usado por otros. En consecuencia, como dice la frase del político e intelectual español Enrique Tierno Galván [1918 – 1986]: «Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad, que es el hogar público», la cual nos pone ante el deber de ser buenos vecinos, palabra que parece haber entrado en desuso.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice que vecino es la persona que tiene casa y hogar en un pueblo y también que es aquel que habita con otros en un mismo pueblo, barrio o casa. Por su parte, vecindario es el conjunto de vecinos de un municipio. Esto dos términos son de gran calado, al punto que la misma RAE señala como sinónimos de vecino a vecindad, ciudadanía y comunidad. Partiendo de esta claridad idiomática, valdría la pena preguntarnos qué tan buenos vecinos somos. Sin embargo, cuando se trata de vecindarios como el del centro de la ciudad donde muchos evitan asumir responsabilidades, la respuesta no es fácil. No obstante, como hay que empezar por alguna parte, la frase de Ángel Nevernet-Lancaster [1966]: «Cuando no se puede hacer nada, siempre se puede dar ejemplo», es apropiada para proponer que los organismos públicos deberían dar ejemplo adoptando políticas de buen vecino para recuperar el centro de Armenia.


La pólítica del buen vecino

Por consiguiente, la ciudad ganaría si la Administración Municipal se diera a la tarea de recuperar los bienes públicos de lugares donde tierne edificaciones y lotes de su propiedad. Qué tal si empezara, por ejemplo, con el Centro Administrativo Municipal donde está la Plazoleta de la Quindianidad y las sedes de la Alcaldía y el Concejo. A estas cuatro manzanas entre las calles 15 y 17 y las carreras 16 y 18, a las que se suma el fracasado Centro Comercial del Café, pocos tienen intención de ir pues sus calles y andenes están invadidos por ventas de frutas y verduras, puestos de comestibles y frituras, expendio de ropa, calzado y cacharro de segunda, consumo de droga, de marihuana y de pegantes y prostitución a toda hora. Allí hay un problema social de enorme magnitud y una percepción de inseguridad cotidiana que afecta a los comerciantes del sector y que obligó a ponerle rejas a la iglesia de San Francisco como medida de protección.

También la Administración Municipal podría implementar una política de buen vecino en la Estación del Ferrocarril. No entiendo el abandono en el que se encuentra el edificio de estilo republicano construido entre 1925 y 1930 por los arquitectos Antonio Bernardi y Mauricio Ramelli bajo la supervisión del general Alfredo Vásquez Cobo para administrar la conexión ferroviaria entre Armenia y Buenaventura, sitio por donde se exportó el café que consolidó la cultura cafetera y la economía del Quindío, lo que a mi parecer debería hacer parte integral del PCC. Por su importancia arquitectónica, el Consejo de Monumentos Nacionales inscribió en 1989, año del centenario de la ciudad, a la Estación de Armenia como parte del patrimonio artístico y cultural de la nación. Luego, a mediados de la década pasada, la Alcaldía dejó inconcluso el proyecto del Centro Cultural Metropolitano condenando el lugar al total abandono al punto que no es recomendable caminar por el lugar habida cuenta del deterioro de sus aceras y calles, de la presencia de habitantes de calle que viven el drama de la drogadicción y de la inseguridad rampante del lugar. Todo esto pese al meritorio esfuerzo que hacen la Biblioteca Pública Municipal y el Museo de Arte del Quindío –MAQUI.

Un tercer sitio donde el Municipio podría ser buen vecino corresponde a la manzana donde funcionó la Alcaldía y el Concejo hasta el terremoto de 1999, ubicada entre carreras 16 y 17 y calles 22 y 23. Este lugar lleva 25 años desolado, tiempo durante el cual en el lugar ha funcionado un modesto parqueadero cercado en malla y esterillas. Sobre sus andenes periféricos hay ventas de frutas, frituras, bebidas y tintos, al tiempo que una de sus esquinas sirve de acopio de basuras y material de reciclaje. Sin duda que su aspecto afea y desvaloriza un sector que tuvo gran actividad comercial, política y ciudadana y que tiene entre sus vecinos al Banco de la República, Movistar, supermercado Ventanilla Verde, Fundación Francisco de Paula Santander y varios edificios de oficinas y apartamentos.

Por último, está la Plaza de Bolívar, lugar emblemático por excelencia, espacio público que fue el epicentro de los actos protocolarios y celebraciones gubernamentales, religiosas y cívicas, sitio de otrora concentraciones políticas y desfiles, festejos y jornadas culturales, referente para el encuentro ciudadano. En aquel lugar se fundó la ciudad un 14 de octubre de 1889 y en sus alrededores se encuentran la iglesia Catedral de la Inmaculada Concepción, la Gobernación del Quindío y la Asamblea Departamental, además de establecimientos institucionales y también de comercio, bancos, hoteles, oficinas y viviendas, igualmente el Monumento al Esfuerzo de Rodrigo Arenas Betancourt y la estatua al Libertador Simón Bolívar del maestro Roberto Henao Buriticá. Hoy la plaza y sus alrededores acusan olores nauseabundos, la plazoleta Centenario está clausurada, el edificio de la gobernación carece de la imponencia de una sede de gobierno, el perímetro de la plaza perdió su encanto y los andenes y espacios públicos están invadidos por vendedores de tintos, pasteles, frutas, comestibles, fritos, llamadas a celular y muchas otras cosas, y en las noches hasta se expenden estupefaciente y se ofrece prostitución.


Colofón

En consecuencia, estos cuatro lugares estratégicos podrían ser objeto de una política de buenos vecinos por parte de la alcaldía y la gobernación con el fin de recuperar sus bienes públicos para el disfrute de la ciudadanía y, de paso, empezar a cambiarle la cara al centro de la ciudad.

Finalmente, es claro que la virtud cívica le compete tanto a la administración pública como a los ciudadanos. De ahí que sea bastante delicado para una sociedad que los vecinos de inmuebles que son de propiedad de organismos públicos se sientan perjudicados porque su vecindario se convirtió en sinónimo de dejadez y abandono, de inseguridad y peligro, de deterioro y depreciación, que es lo que a mi parecer empieza a suceder en el centro de Armenia. Por el contrario, en el imaginario colectivo debería estar que estos vecindarios sean sinónimo de confianza y admiración ciudadana, sus alrededores deberían ser impecables y los bienes públicos de su entorno estar en perfecto estado.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com  /  X: @ArmandoQuindio  /  Blog: www.quindiopolis.co

Publicar un comentario

0 Comentarios