El rollo del desarrollo

  

«Sería propiciar un gran acuerdo para construir una Agenda de futuro para el Quindío con un horizonte de diez o veinte años».

 

Por estos días de inicio de nuevos gobiernos locales recordé el enorme paso que se dio en materia de planeación territorial con la reforma constitucional de 1991 y la Ley 152 de 1994 o Ley Orgánica del Plan de Desarrollo que establecieron los procedimientos y mecanismos para la elaboración, aprobación, ejecución, seguimiento, evaluación y control de los planes de desarrollo departamentales y municipales [y nacionales también]. No obstante, creo que estos planes distan mucho de ser de desarrollo en razón a que sus vigencias solo son de cuatro años, que en la práctica se convierten en poco menos de tres años y medio, y sus propósitos apuntan a que las entidades territoriales los elaboren y adopten con el fin de asegurar el uso eficiente de sus recursos y el desempeño adecuado de sus funciones, razones que los hacen particularmente portadores de acciones de corto plazo y no de proyectos de alto impacto y largo aliento.

Este modelo de planeación trajo consigo que, en el caso del Quindío, se hayan elaborado y ejecutado desde 1995 ocho planes de desarrollo departamentales y 96 municipales incluyendo los de Armenia, para un total de 104 planes en 29 años, a los que pronto se sumarán los trece que serán formulados en el primer semestre del presente año, completando así 117. No cabe duda de que esta copiosa batería de planeamiento territorial debió propiciar altos estándares de bienestar y calidad de vida, y la superación de los problemas de pobreza, desigualdad e inequidad que se padecen. Pero, la realidad muestra que el progreso no viene empaquetado en períodos de cuatro años por cuanto este es un asunto que requiere de complejas intervenciones de mediano y largo plazo.

En consecuencia, si bien los planes de desarrollo sirven para que las entidades territoriales aseguren el uso eficiente de sus recursos y desempeñen adecuadamente sus funciones, en la práctica poco aportan a la prosperidad económica, al bienestar social y a la sostenibilidad ambiental. De ahí que deberíamos atrevernos a pensar qué futuro queremos y cómo podemos conseguirlo con el objetivo de hacer realidad un mañana que supere con creces el presente vivimos, intención factible de lograr a través de la prospectiva aplicando metodologías probadas y validadas con éxito en otras regiones, como recién se hizo con la formulación de la Agenda Antioquia 2040.

En el documento Prospectiva para el desarrollo. Aportes para una gobernanza territorial con mirada de futuro, publicado en noviembre de 2023 por Comisión Económica para América Latina y el Caribe – CEPAL, dice que la prospectiva es una reflexión sobre el porvenir que puede ser visualizada, diseñada y construida con creatividad e imaginación, de una forma activa. A su vez, «plantea una clasificación de los escenarios prospectivos de futuro en escenarios posibles, probables, deseables o preferibles, que pueden tener un carácter exploratorio, tendencial o normativo». Finalmente, indica: 


«… que los tres componentes que explican la prospectiva son: la anticipación, la apropiación y la acción. [] La anticipación implica pensar el futuro a través de la producción de imágenes, en tanto que la apropiación es un proceso de interlocución en el que se debate el futuro con los actores sociales y la acción responde a modelar el futuro poniendo en marcha un plan o programa que traduzca las imágenes del futuro en hechos concretos».

En relación con este tema, Eleonora Barbieri Masini (1993), citada por la CEPAL, dice:


«… la construcción social de futuros se refiere a que el futuro no está predeterminado, sino que se construye con las acciones y decisiones de las personas y las sociedades. Esto implica reconocer que el futuro es construido por dinámicas sociales, tecnológicas, ambientales, económicas, políticas y culturales en un ámbito territorial determinado, y que las visiones y acciones colectivas influyen en los resultados que se obtengan».

Para lograrlo, es preciso contar con una gobernanza anticipatoria entendida esta como la capacidad de los gobiernos y las sociedades de enfrentar el presente y prepararse para el futuro, enfoque novedoso que permite hacer cara a los cambios complejos y acelerados que tienen impacto en las sociedades. «La gobernanza anticipatoria implica la capacidad de registrar y seguir acontecimientos que son apenas visibles en el horizonte, organizarse para enfrentar lo inesperado y lo discontinuo, y ajustarse rápidamente a las interacciones entre las políticas y los problemas». Es, en últimas, una novedosa propuesta al servicio de la creación de mañanas deseables y no enfocada a la solución de los problemas urgentes del presente.

Por consiguiente, creo que deberíamos aprovechar el optimismo que se siente con los nuevos gobiernos para que, además de cumplir con la obligación normativa de formular planes de desarrollo para periodos de cuatro años, exploremos el futuro a través de un ejercicio de prospectiva que nos lleve a evaluar escenarios posibles, probables y deseables mediante la anticipación, la apropiación y la acción con una novedosa gobernanza anticipatoria que sirva para tomar las decisiones necesarias y hacer realidad el mañana deseado.

Sería propiciar un gran acuerdo entre los sectores público y privado, la academia y la sociedad civil para construir una Agenda de futuro para el Quindío con un horizonte de diez o veinte años, tal vez así empezaríamos a desenrollar este rollo del desarrollo.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com  /  X: @ArmandoQuindio  /  Blog: www.quindiopolis.co


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