El alcalde tiene la palabra

  

«Pero no todo está perdido, aún tenemos margen suficiente para recuperar y transformar la ciudad».


Al caminar por las calles de Armenia, al ir por sus avenidas, al recorrer su centro, al pasar por sus vías peatonales, al discurrir por sus parques y escenarios deportivos veo una ciudad atrapada en un enorme caos y en un inexplicable abandono in crescendo que golpea su espíritu y el alma de sus habitantes.

Sin embargo, a este estado de deterioro no se llega de la noche a la mañana, pues se incuba sin percibirlo. Sobre esto trata la fábula de la rana hervida que dice que si se introduce de forma brusca una rana en un recipiente con agua hirviendo de inmediato saltará fuera de él, pero si la rana se pone en agua tibia que lentamente se lleva a ebullición, ella no percibirá el peligro en el que se encuentra y poco a poco, con el aumento de temperatura, se sentirá mareada y finalmente ya no podrá escapar y se cocerá hasta la muerte. Esta es una analogía de lo que ocurre cuando un problema se presenta de forma lenta y gradual y sus daños no se perciben, razón por la cual no hay reacción [o es tardía] para evitar [o revertir] los daños causados. Así fue como nos acostumbramos a este menoscabo paulatino de la ciudad aceptándolo como algo natural para terminar como la rana de la fábula: saltamos si los cambios son repentinos y nos adaptamos si son paulatinos.

Tal vez por esto fue que toleramos la pérdida de cultura ciudadana, la invasión del espacio público,  el abandono de parques y zonas verdes, el deterioro de calles y avenidas, la no ejecución de proyectos y obras prometidas, el caos vehicular, la pérdida del mobiliario urbano, la suciedad en andenes y calles, la inseguridad creciente, la pobreza e inequidad, la informalidad laboral, la agresividad ciudadana, la desarticulación social, la precaria gobernabilidad, la politiquería, la corrupción, el extravío del sentido de pertenencia y otras cosas reflejo de los cambios progresivos que aceptamos.

Si bien mi intención no es desvelar cuándo inició este retroceso ni señalar culpables, creo que el deterioro urbano y la consecuente crisis social que desgastó la consciencia cívica y desvalorizó el interés público se acentuaron en los últimos 30 años.  La cuidad de antes tenía problemas complicados que se abordaban de forma sencilla, directa y expedita; la ciudad de ahora ha crecido y padece de problemas complejos que se caracterizan por tener múltiples causas que demandan soluciones audaces e integrales y gobiernos con mayores capacidades de gestión, ejecución y de visión de futuro.

Con el paso del tiempo nos acostumbramos al municipio que hemos visto y conocido en los últimos años hasta admitir que este caos es normal y aceptar que no se puede cambiar, que la ciudad es así y que tenemos la política y los gobiernos que nos tocaron, para terminar como simples espectadores de nuestro destino. Esto generó cansancio ciudadano, desgano cívico y pérdida de legitimidad de los gobiernos y de la política, malestar que se manifiesta en un desapego por la ciudad y en el desvanecimiento del sentido de pertenencia.

Para entender esta metamorfosis regresiva, además de la parábola de la rana hervida, quiero citar un fragmento del artículo Qué son la Teoría del caos y el Efecto mariposa, del periodista y economista mexicano Carlos Serrano, publicado en la BBC News Mundo el 5 de diciembre de 2021:


«Imagina que vas caminando por la calle y de repente te agachas para amarrarte un cordón del zapato que llevas suelto.

Detrás de ti viene un señor caminando afanado con un café hirviendo en la mano, no se da cuenta de que estás ahí agachado, se tropieza contigo, se le derrama el café en la mano, se quema y tiene que ir a urgencias a que lo curen.

El señor del café es un piloto y por el accidente no puede llegar al vuelo que tenía programado, y el vuelo se retrasa.

Una de las pasajeras del vuelo viajaba a una entrevista de trabajo, y como no llegó a tiempo, perdió el empleo.

Otro era un hombre que viajaba a su boda y dejó a la novia plantada en el    altar.

Y también había una pareja de hermanos que querían despedirse de su abuela que sufría una enfermedad terminal y no pudieron darle el último adiós.

¿Te das cuenta del caos que formaste?

Ese detalle aparentemente insignificante, de que te hayas amarrado el cordón justo en ese momento y en ese lugar, desató una serie de sucesos muy distintos a los que todos se esperaban».

 Así que pequeñas variaciones, que al inicio parecen inocuas, con el tiempo pueden producir enormes cambios con potencial de generar caos. De ahí que deberíamos pensar que las cosas que hemos dejado de hacer, por chicas o insignificantes que parezcan [como recuperar las zonas verdes, tapar huecos en las calles, construir la vía prometida, despejar el espacio público, ordenar el tránsito, permitir una invasión aquí y otra allá, dejar que los andenes se deterioren, no señalizar la ciudad, permitir la inseguridad, descuidar los parques, no controlar la venta y consumo de drogas y muchas otras cosas], pudieron causar secuencias de acontecimientos impredecibles que tienen el potencial de desencadenar sucesos con secuelas insospechadas y gravosas de corregir.

Pero no todo está perdido, aún tenemos margen suficiente para recuperar y transformar la ciudad, siendo el inicio de un nuevo gobierno el momento propicio para empezar a hacerlo. El alcalde James Padilla García tiene la palabra.

Nota: Foto tomada de La Nueva Cronica.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com  /  X: @ArmandoQuindio  /  Blog: www.quindiopolis.co   

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