De la Vieja y otras cosas viejas

 


«La nueva crisis ha dejado al descubierto carencias sistémicas, tanto en la capacidad para abordar la emergencia como en la capacidad para plantear soluciones efectivas, estructurales y previsivas».

 

La caída del puente El Alambrado sobre el río de la Vieja el pasado 12 de abril afectó el corredor Bogotá – Buenaventura por donde transita cerca del 60% de las importaciones y exportación del país y golpeó gravemente la economía nacional y regional.

Este hecho, cuyas causas deben ser esclarecidas para despejar dudas y no pocas especulaciones, me recordó que el nombre de la Vieja tuvo su origen en un texto del cronista Juan de Castellanos (Sevilla, 1522 – Tunja, 1607) donde se narra que en 1536 el conquistador Sebastián de Belalcázar inicia en villa Ampudia (Jamundí) una expedición de reconocimiento de las dos riberas del río Cauca encomendada al mariscal Jorge Robledo y al capitán Miguel Muñoz. Esté último, al avanzar por la ribera oriental del río Cauca, descubre la desembocadura de otra corriente a la que llamó el río de la Vieja por haber encontrado en sus orillas, cerca del hoy Cartago, a una mujer de avanzada edad con numerosos adornos de oro en el cuerpo. Este hecho lo inmortalizó Juan de Castellanos en su obra Elegías de varones ilustres de Indias, de la que extracto la siguiente estrofa escrita en castellano antiguo «A la parte caminan del oriente / Donde su voluntad les aconseja, / Y el capitán Miguel / Muñoz con gente / Al río que llamaron de la Vieja, / Por una con quien dieron de repente / Llena de espesas rugas la pelleja, / Pero con tantas joyas su persona. / Como si fuera moza fanfarrona» (Fuente: Juan de Castellanos (1852), página 461).

Dejando esta página de la historia, quiero resaltar la importancia de los pasos sobre el río de la Vieja para comunicar el centro y occidente del país. Me refiero al puente El Alambrado del corredor Bogotá - Buenaventura entre Quindío y Valle del Cauca y al puente Simón Bolívar en Cartago que hace parte del corredor Medellín - Pereira – Buenaventura. Además de otros dos puentes de menores especificaciones: Barragán entre Génova y Caicedonia y Piedras de Moler entre Quimbaya, Alcalá y Cartago.

De ahí que no hay excusa alguna para que el INVÍAS demorara hasta el pasado 14 de abril, casi seis meses después de que el puente de Barragán fuera afectado por una avenida del río que lo dejó fuera de servicio, para anunciar una inversión de $3.850 millones de pesos para su reparación ($3.000 millones de aportes de INVÍAS y $850 millones de la Gobernación del Valle), obra que entregará en aproximadamente dos meses. Así las cosas, se espera que la construcción de un nuevo puente sobre el río de la Vieja en El Alambrado sea expedita, sin demoras, teniendo en cuenta la propuesta del concesionario Autopistas del Café de instalar un puente metálico que dice tener en Girardota y Bogotá, lo que tomaría cuatro meses una vez cuente con los permisos de parte del Ministerio y autoridades competentes.

Sin embargo, una cosa es la inversión que debe hacer el gobierno para superar la emergencia y otra las pérdidas representadas en mayores costos de transporte de carga y pasajeros entre Bogotá y Buenaventura y en la afectación a la economía local por el impacto en las empresas de transporte intermunicipales y en el tráfico de pasajeros por el aeropuerto internacional El Edén, además de las consecuencias para restaurantes, estaciones de servicios, monta llantas, talleres, venta de artesanías y de frutas y verduras, hoteles, extracción de materiales de construcción, actividades turísticas y recreativas, industrias, agroindustrias, productos agropecuarios, tiendas, supermercados  y otras actividades generadoras de productos y servicios. Esto sin contar los múltiples traumatismos para la población en general.

  

«Cualquier demora o ineficiencia de parte del gobierno o el concesionario de la vía en la construcción del nuevo puente aumentarán los perjuicios socioeconómicos para la población».

  

Si se pudiera calcular la pérdida de empleo y lo que dejarán de facturar las empresas por cada día que demore la solución definitiva, muy probablemente el costo total para el sector productivo y la sociedad supere el monto de la inversión a cargo de la Nación. Así que cualquier demora o ineficiencia de parte del gobierno o el concesionario de la vía en la construcción del nuevo puente aumentarán los perjuicios socioeconómicos para la población.

Esto revela la fragilidad de la administración pública para prever y atender emergencias. No es comprensible que la caída de un puente y el daño en otro, ambos con menos de 100 metros de longitud, generen caos e incertidumbre. La economista Mariana Mazzucato (1968) en su libro No desaprovechemos esta crisis (Galaxia Gutenberg, 2022) con relación a los problemas ocasionados con la pandemia del Covid-19, señala que «es el momento de aprender de las duras lecciones del pasado», y afirma que «la nueva crisis ha dejado al descubierto carencias sistémicas, tanto en la capacidad para abordar la emergencia como en la capacidad para plantear soluciones efectivas, estructurales y previsivas». Sin duda que tenemos la oportunidad de aprovechar esta crisis para repensar el papel de los gobiernos en el desarrollo.

Finalmente, sería absurdo e irresponsable dimensionar una crisis por las consecuencias que se observan a simple vista, pues sin duda son múltiples y variados los efectos ocultos que no se miden y que terminan por pasar su cuenta de cobro a la economía y a la sociedad. A manera de símil con lo que estamos viviendo, citaré un fragmento de un texto de Gianni Rodari (1920 – 1979) contenido en su libro Gramática de la fantasía. Introducción al arte de contar historias (Editorial Panamericana 2023. Pág. 16):

 

«Una piedra tirada en un estanque provoca ondas concéntricas que se extienden sobre la superficie, arrastrando en su movimiento, a diferentes distancias y con distintos efectos, al nenúfar y a la caña, al barquito de papel y a la balsa del pescador. Objetos que estaban cada uno por su cuenta, en paz o en sueño, son llamados, por así decirlo, a la vida, forzados a reaccionar, a entrar en relación los unos con los otros. Otros movimientos invisibles se propagan en la profundidad, en todas las direcciones, mientras la piedra en su caída remueve las algas, espanta los peces y origina cada vez nuevas agitaciones moleculares. Cuando por fin toca el fondo, agita el lodo, choca con los objetos que yacían olvidados, algunos de los cuales, ahora, son desenterrados, mientras otros terminan recubiertos por la arena. Innumerables acontecimientos o microacontecimientos, se suceden en un tiempo brevísimo. Aun teniendo tiempo y ganas, ni siquiera podría registrarse todos, sin omisiones».

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com  /  Twitter: @ArmandoQuindio  /  www.quindiopolis.co

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