«Aún Armenia
tiene eso que la hace nuestro lugar».
De mis padres escuché que Armenia era su «patria chica» en referencia a esta ciudad donde ellos nacieron y sus hijos también. Han pasado los años y jamás he encontrado otras palabras que sustituyan a «patria chica» para hablar de esta localidad que llevo en el alma, este pueblo que siempre será mi pueblo sin importar que tanto haya crecido a lo ancho y a lo alto y cuán caótico y congestionado se haya vuelto.
La «patria chica», la de cada uno, se halla metida en conserva en el alma. Es el lugar de donde provengo y al que me dirijo cada que pienso en lo que soy. Es la cuna de mi identidad y la base de mi cultura. Es el otero desde donde miro el mundo para darme cuenta de que hay otras «patrias chicas» tan maravillosas como la mía, sólo que yo nací en esta y no en las de otros muchos afortunados.
Sin embargo, la
pertenencia con un lugar no se adquiere sólo por el hecho haber nacido en él.
Esto precisa de un aprendizaje que va de padres a hijos, de profesores a alumnos,
de gobiernos a la sociedad y de los mayores a los jóvenes. Es un sentimiento
que se recibe, se cultiva y se entrega. Por eso cada «patria chica» tiene denominadores
comunes que se expresan en su cultura, arte, creencias, mitos y leyendas, principios
y valores, apropiación del territorio, formas de producción, música, culinaria,
arquitectura y recuerdos que le son particulares y propios, pero que no son
exclusivos de un determinado grupo humano. Nuestra «patria chica» tiene un
tegumento particular sin importar si comparte o no rasgos comunes con otras ciudades.
«Nuestra «patria chica» tiene un
tegumento particular sin importar si comparte o no rasgos comunes con otras ciudades».
Pero como nada es inmutable, en ocasiones se nos tuerce el rumbo y flaquea nuestra identidad, y entonces olvidamos los legados recibidos, perdemos nuestra cultura y se tambalea lo que somos. Cuando esto sucede, pareciera que todo está entre brumas y se nos dificultad identificar a la Armenia de hoy en comparación con la de hace unas décadas. Pero algunos dirán que como la ciudad ha crecido sería iluso pensar que siga siendo la misma. A ellos les respondo que es lógico que las ciudades se transformen, pero esto se puede hacer de forma ordenada manteniendo la esencia que la caracterizó.
Si dejamos que la identidad se extravíe y la cultura se diluya, si no apreciamos lo que nuestros padres y abuelos construyeron con esfuerzo, si miramos con indiferencia el patrimonio urbano y natural heredado, si permitimos que se privatice el interés público y que la política se corrompa, y si desdeñamos la educación, la cultura y el civismo continuaremos en el caos en que nos hemos sumergido.
¿Qué sucedió para que nuestra ciudad perdiera el rumbo? ¿Por qué permitimos que se entronizara un modelo político malsano? ¿Por qué la ciudad se volvió caótica y congestionada? ¿Por qué admitimos que se extendiera de forma desordenada sobre suelos agrícolas y de protección? ¿Por qué consentimos que se privilegiara el pavimento por encima de las zonas verdes y la vegetación urbana? ¿Por qué nos silenciamos cuando aumentó la pobreza y desigualdad? ¿Por qué el desarrollo se fundamentó en vías para los carros y no en espacios para la gente? ¿Por qué callamos cuando se perdieron muchos referentes culturales y patrimoniales? ¿Por qué dejamos que la economía ordenara la ciudad definiendo sitios de comercio, diversión, turismo y negocios en detrimento de parques, zonas de protección y barrios residenciales? ¿Por qué llegamos al punto de que cada uno reclama para sí un pedacito de ciudad?
No sé que piensen los 316.926 armenios que según el DANE tiene la ciudad a 2023, pero por lo que a mi concierne, estoy convencido de que si nos lo proponemos podemos hacer un alto y repensarla. Armenia es un municipio relativamente pequeño que no tiene la macrocefalia de otros con mayor población. Aún podemos aplicar correctivos y ordenarlo territorial, social, económica y ambientalmente. Tenemos que decidir si vivimos en una ciudad-espejo que se parece a otras urbes desordenadas y caóticas por culpa de un urbanismo y arquitectura de lo igual o decidimos devolverle su esencia e identidad.
No podemos vivir encerrados y resignados a esta aplastante cotidianidad como si fuéramos parte del mobiliario urbano. Hay que tener el deseo y el valor de cambiar conscientes de que muchas transformaciones tan sólo necesitan un poco de imaginación y una buena dosis de decisión política y ciudadana. Esta ciudad aún tiene su esencia y su identidad, aún en sus ciudadanos brota ese sentimiento de pertenencia y amor por su «patria chica, aún Armenia tiene eso que la hace nuestro lugar y aún en nosotros se sienten esa llama que nos ha llevado a enfrentar y superar grandes retos.
Algunos se han
ido, otros han llegado, pero la mayoría estamos aquí con deseos de construir
un futuro superior al presente que tenemos.
Armando
Rodríguez Jaramillo
Correo: arjquindio@gmail.com /
Twitter: @ArmandoQuindio / www.quindiopolis.co
2 Comentarios
FELICITACIONES POR SU EXCELENTE VISION DE LA CIUDAD DE ARMENIA, PASADO, PRESENTE Y FUTURO. DOCTOR ARMANDO, NECESITAMOS MAS QUE DIAGNOSTICOS, LÍDERES COMO USTED PARA ACABAR CON EL CAOS Y LA CORRUPCIÓN QUE HOY ES EL VERDADERO PROBLEMA. LAS ELECCIONES DE AUTORIDADES LOCALES NO NOS SOLUCIONAN NADA, LA CORRUPCION POLITICA ES TOTAL. EL GOBERNADOR CUESTIONADO Y LA MAYORÍA DE ASPIRANTES CUESTIONADOS O APOYADOS POR LA MISMA CORRUPCION.
ResponderBorrarGracias por leer el artículo y por su comentario. De proponérnoslo como sociedad, podríamos cambiar esta ciudad y este departamento. Vendrán mejores vientos, de eso estoy seguro.
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