La quindianidad está de vacaciones

 

De ahí que sea necesario repotenciar la quindianidad y de paso remasterizar nuestra cultura.

 

Los 19 de enero se cumple un aniversario más de la aprobación en el Congreso de la República del proyecto que originó la Ley 2 del 7 de febrero de 1966 por la cual se crea y organiza el departamento del Quindío y que puso fin a una larga aspiración liderada por dirigentes políticos y cívicos que dijeron no más al centralismo caldense. Este hecho contribuyó, y de qué forma, a consolidar ese sentido de pertenencia llamado quindianidad.

Confieso que desconozco el origen del término; sin embargo, recuerdo que siendo gobernador Jaime Lopera Gutiérrez se celebró el Día de la Quindianidad en diciembre de 1983 con el propósito de congregar coterráneos que vivían en otras ciudades del país y del exterior. Si bien este festejo nunca se repitió, a partir de aquel día la palabra quindianidad se volvió recurrente para hacer referencia a los rasgos que caracterizan a los habitantes de la hoya del Quindío.

Pero la identidad de los pueblos no se construye de la noche a la mañana, si no que se hace de múltiples formas a lo largo del tiempo, y como lo escribí en el artículo Quindianidad se escribe con Q. [7/02/2021], esta se expresa en «[…] relatos sobre su razón de ser y existir, ficciones caracterizadas por pasados comunes, presentes con elementos concurrentes y futuros con visiones compartidas. Son metáforas que describen gestas, magnifican hechos, crean paradigmas, determinan comportamientos, destacan legados, fundan mitos y ensalzan personajes con el fin de crear orgullo y sentido de pertenencia».

  

«El segundo relato nos acompañó a lo largo del siglo XX y se tejió alrededor del café perfilando una nueva historia que refinó nuestra cultura y nos puso a mirar al mundo desde el Quindío».

 

En este orden de ideas, hay dos relatos que nos identifican. El primero tiene que ver con la colonización durante la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del XX en la que participaron antiqueños y también de otros venidos del oriente y centro del país, colonizaciones que originaron mejoras agrícolas y aperturas de caminos, expansión del catolicismo, fundación de pueblos, conflictos por la tierra y procesos de guaquería. El segundo relato, soportado en el primero, nos acompañó a lo largo del siglo XX y se tejió alrededor del café perfilando una nueva historia que refinó nuestra cultura y nos puso a mirar al mundo desde el Quindío para terminar revalidando nuestra identidad e impulsando la creación del departamento [1966], la misma que fue reconocida por la Unesco [2011] como Paisaje Cultural Cafetero, Patrimonio de Humanidad.

Pero la narrativa de la cultura del café se desbarajustó con la ruptura del Pacto Internacional del Café [1989]. A esto se sumó el impacto del terremoto de 1999, los antivalores del narcotráfico, la descomposición de la política con el clientelismo y la corrupción, las emigración de quindianos en busca de nuevos horizontes y las inmigraciones procedentes de grandes centros urbanos, el menoscabo del civismo y de los liderazgos corporativos, la pérdida de confianza en las instituciones, el bajo perfil de la iglesia católica y la eclosión de otros cultos, la desvalorización de la familia, las economías emergentes como la del turismo, el envejecimiento de la población, el crecimiento urbano y la metropolización, el aumento de la pobreza y las desigualdades y muchas otras cosas que terminaron por debilitar la narrativa alrededor del café que por décadas cohesionó la sociedad y proyectó futuro.

    

«De ninguna manera podemos sumergirnos en un letargo colectivo mientras la quindianidad anda de vacaciones».

  

Estos cambios menguaron nuestro entusiasmo ante la falta de una actividad económica aglutinante que sustituyera al café, razón por la cual transitamos por un punto de inflexión que demanda una enorme dosis de inteligencia colectiva para superarlo. De ahí que sea necesario repotenciar la quindianidad y de paso remasterizar nuestra cultura. Claro que, ante la perspectiva de un futuro incierto y adverso, la alternativa de desconectarnos y ser indiferentes es atractiva, pero de ninguna manera podemos sumergirnos en un letargo colectivo mientras la quindianidad anda de vacaciones. Es como si quisiéramos evadir la realidad ante la impotencia para generar una sociedad más incluyente y equitativa, con instituciones de mayor credibilidad, con una economía más redistributiva, con una renovada civilidad y con una relación sostenible con la naturaleza. Pero me pregunto, ¿acaso no es nuestra capacidad para anticiparnos a los problemas lo que nos puede ayudar a evitar muchos de ellos y también a empoderar a la sociedad?

En el artículo de Jaime Lopera Gutiérrez Reflexiones sobre la quindianidad, publicado en la desaparecida Crónica del Quindío [31/12/2013], dice que «la quindianidad hay que hacerla todos los días con participación de las nuevas generaciones, recitando por todas partes las tradiciones de nuestra propia historia, hilando recuerdos de los colonos que daban su lucha contra los terratenientes, defendiendo nuestros símbolos y repicando sobre los valores de trabajo duro y de honradez que siempre heredamos». Más adelante, el historiador señala que hay dos clases de quindianos: «los abstractos que quieren el Quindío como el que más y se solazan hablando de sus ascendientes aun cuando no le aportan nada la región más allá de sus melindres románticos. Y los quindianos concretos, quienes no solamente aman a su tierra y su región, sino que también aportan dinero, crean empresas, construyen edificios, dan empleo y asumen la idea de que es posible ir más allá de las perniciosas costumbres que nos ha venido imponiendo el sistema político local».

  

«Es momento de construir relatos de progreso de alta rentabilidad social adoptando decisiones que tengan sentido en el tiempo».

 

De ahí es hora de un alto en el camino para dejar de hacer lo que ya sabemos que no funciona. Es momento de construir relatos de progreso de alta rentabilidad social adoptando decisiones que tengan sentido en el tiempo. Entonces, partiendo de los legados de la colonización y de la cultura del café, deberíamos preguntarnos ¿qué relato nos acompañará como sociedad en este siglo? Es indudable que el mundo cambió y que se requieren nuevas y renovadas miradas. La quindianidad, sin perder su ensamble con el pasado y con lo local, tendrá que pensarse globalmente, por lo que deberá nutrirse de nuevos conocimientos para tejer una narrativa de desarrollo moderna, incluyente, equitativa y sostenible con nuevos liderazgos y una política conectada con el interés público.

En suma, una sociedad que conserve parte de su pasado, pero que acoja nuevos paradigmas producto de su devenir y su necesaria evolución. Sin embargo, ante los retos y las realidades que enfrentamos, quiero reiterar que el futuro del Quindío se hará con quindianos o sin quindianos, donde unos y otros pondrán su impronta en la construcción de la sociedad del siglo XXI.  

Por consiguiente, la construcción de una narrativa del territorio y la sociedad no se debe entender como un ejercicio sociológico ni literario ni de prospectiva, es ante todo un proyecto político y un acuerdo colectivo, pero para abordarlo, la quindianidad no puede seguir de vacaciones.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

Correo: arjquindio@gmail.com   /   Twitter: @ArmandoQuindio


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2 Comentarios

  1. Por ejempmo, que el eje de la quindianidad sean el agua y el paisaje y sus entrelanzamientos con la agricultura, el turismo y la construcción. Y claramente, que los beneficios económicos y sociales sean redistribuidos en el marcode todas las justicias posibles.

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    1. Gracias por su lectura y por su valioso comentario. Buen día.

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