Armenia y su congestionada movilidad


«Pero, más que a un problema de congestiones y trancones, nos enfrentamos a una crítica disminución en calidad de vida y bienestar, y a un enorme menoscabo económico y de productividad».


El diccionario de la RAE dice que congestionar significa «obstruir o entorpecer el paso, la circulación o el movimiento», acepción que aplica como anillo al dedo a lo que sucede en Armenia con su tránsito, movilidad, tráfico, transporte, circulación o todo lo que tenga que ver con trasladarse de un lado a otro en la ciudad. Y es que recorrer sus calles se volvió un dolor de cabeza crónico. Hemos acumulado tantos desaciertos en materia de movilidad que la ciudad se encuentra atrapada en un caos de enormes proporciones.

En relación con el significado de movilidad, el Informe de calidad de vida 2021 del Programa Armenia cómo vamos nos dice que «la movilidad urbana debe ser entendida en la facilidad de acceso al transporte, integrando los diferentes modos de transporte de manera sostenible». Y señala que «el concepto de movilidad debe involucrar el desplazamiento de personas o productos; utilizando todos los medios de transporte y haciendo un uso racional del espacio público tanto para el transporte colectivo (taxi, bus, metro), como el individual (bicicleta, automóvil, caminar)». 

Como vemos, movilidad es un concepto integral que involucra múltiples factores, por lo que el desorden que acusamos en esta materia no es responsabilidad de un gobierno en particular, es la acumulación de lo que se hizo mal, pero también de lo que se dejó de hacer. Y aquí viene la trampa que esta tesis esconde al ofrecer un burladero a los implicados, pues como la responsabilidad la comparten varias administraciones, el gobernante de turno tiene la excusa perfecta para argüir que en cuatro años no puede solucionar los problemas heredados, argumento útil para capotear responsabilidades (y olé) mientras la ciudad ve cómo sus planes viales entran en obsolescencia y las infraestructuras para su desarrollo no se construyen.

  

«Hemos acumulado tantos desaciertos en materia de movilidad que la ciudad se encuentra atrapada en un caos de enormes proporciones».

 

Esta responsabilidad compartida de los problemas de movilidad se observa al leer el siguiente párrafo (pág. 82) del citado Informe de calidad de vida 2021 : «Desde el 2009 año en el que se aprobó el Plan de Ordenamiento territorial de la ciudad, en el que se definieron las prioridades en materia vial […], el balance a la fecha es que solo se han construido 2,3 km (7%) de un total de 33 km prioritarios definidos en el plan de movilidad; además, la ciudad posee en áreas licenciadas en los últimos 10 años un promedio de licenciamiento de 368.204 m², de los cuales el 87% corresponde a áreas licenciadas para la construcción de viviendas y con casi la misma infraestructura vial que tenía hace 10 años; tiene reducido su nivel de capacidad en las vías por el parqueo de los vehículos en las calles; la ciudad tiene pendiente de implementar su Sistema Estratégico de Transporte, el sistema de ciclo rutas construido no cumple las normas mínimas para que funcione en condiciones de seguridad, las 64 intersecciones semafóricas […] ameritan una modernización total, además no se ha ejecutado el mejoramiento de intersecciones en los sitios críticos como Bomberos (a desnivel), CRQ y parque de la constitución, así también como la implementación de zonas amarillas y azules».

Lea: Armenia y sus ventanas rotas.

Luego de esta radiografía no podemos seguir indiferentes, máxime si recordamos que Armenia fue sinónimo de ciudad tranquila y apacible donde el tráfico no implicaba contratiempos, razón por la cual se le considerada un lugar ideal para vivir. Es tiempo de reaccionar, no podemos permitir que el municipio se nos salga de las manos. Las administraciones están para planificar y superar los problemas de la ciudad, para que nos digan (en movilidad) cómo y en qué tiempo solucionarán este desorden, cuánta inversión se requiere y de dónde saldrán los recursos, qué medidas concretas asumirán mientras hacen las obras y todo lo que se debe hacer para corregir lo que nunca debió salirse de madre. Y es que me resisto a pensar que no sea posible, por ejemplo: erradicar el parqueo en zonas prohibidas, sobre andenes, en los paraderos de buses y en avenidas y vías arterias; controlar que los taxis no estacionen frente a centros comerciales obstruyendo un carril y delimitar zonas amarillas como se hace en las ciudades ordenadas del mundo; poner en cintura a los motociclistas que transitan zigzagueantes a gran velocidad, que invaden andenes y ciclo vías, que pasan semáforos en rojo y hacen giros prohibidos; evitar que los conductores de buses recojan pasajeros por fuera de los paraderos establecidos y los dejen sobre la calzada; garantizar la presencia de guardias de tránsito en las intersecciones de mayor tráfico; realizar mantenimiento oportuno a la red de semáforos; hacer respetar las cebras o pasos peatonales; hacer cumplir las zonas y horarios de cargue y descargue de mercancías; controlar el parqueo de carretas sobre las vías; mantener las señalizaciones de piso y aérea para ordenar el tráfico; y hacer compañas frecuentes de educación y cultura ciudadana a conductores y peatones. No obstante, algunos dirán que muchas de estas cosas se vienen haciendo; sin embargo, lo que se hace en insuficiente y las calles lo evidencian.

  

«Armenia fue sinónimo de ciudad tranquila y apacible donde el tráfico no implicaba contratiempos, razón por la cual se le considerada un lugar ideal para vivir»

 

Pero, más que a un problema de congestiones y trancones, nos enfrentamos a una crítica disminución en calidad de vida y bienestar, y a un enorme menoscabo económico y de productividad. Y es que aún no hemos cuantificado los costos de haber permitido que la ciudad llegara a este desorden en movilidad, costos que están representados en la enorme pérdida de tiempo en que incurrimos para ir al trabajo o hacer cualquier diligencia, en la lenta distribución urbana de mercancías y servicios, en la demora para atender accidentes y emergencias (ambulancias y bomberos) que pueden comprometer vidas y patrimonios, en el aumento de contaminación por ruido y emisiones de gases fruto de los atascos frecuentes, en la pérdida de competitividad que hace a la ciudad menos atractiva como destino turístico y como foco para atraer inversiones y empresas, en la alteración del ánimo de las personas y el aumento del estrés colectivo, y en el incremento de la accidentalidad ante la intolerancia que generan los trancones.

Pero también debemos contabilizar las oportunidades perdidas y los costos asumidos por la ciudad y sus habitantes ante la improvisación, la falta de planeación y la corrupción, pues además de los recursos públicos esquilmados (los de valorización, por ejemplo), hay que contabilizar como pérdida el incremento del valor de las obras que se debieron haber hecho hace años y el menoscabo en la credibilidad de los armenios en sus gobiernos y en la política.

 

Armando Rodríguez Jaramillo

arjquindio@gmail.com   /   Twitter: @ArmandoQuindio


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2 Comentarios

  1. Una realidad que hace latente el deterioro en la calidad de vida de los armenios, el clamor porque se inviertan los recursos públicos en este tema importante de vías y movilidad dado el creciente aumento de residentes y sus inversiones en vehículos y motos para transportarse, este es un llamado a los próximos gobernantes para, que realicen una adecuada planeación de Ciudad...

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