Crece la brecha entre la cordillera y el plan

En un reciente artículo titulado «La cordillera y el plan» analicé cómo en las últimas décadas el desarrollo del Quindío se concentró en Armenia y sus alrededores formando un modelo centralista que aglutinó en la capital el poder político - administrativo, la actividad empresarial y toda clase de prestación de servicios, situación que terminó por generar desequilibrios e inequidades que restringen las oportunidades de progreso de la cordillera.

En la práctica esto se traduce en que las inversiones públicas para los municipios del plan son significativamente mayores en comparación a las que se hacen en la cordillera, situación que a todas luces es justificable porque en la primera se concentra el 81% de la población departamental (y del censo electoral) que por obvias razones demanda mayor atención y recursos. Sin embargo, el paisaje de cordillera es el 65% de la extensión del Quindío y en sus laderas se hallan los ecosistemas de páramos, buena parte de nuestros bosques, la mayoría de la producción agropecuaria y los nacimientos de los ríos que abastecen los acueductos rurales y urbanos de Armenia y otros ocho municipios que aglutinan el 85% de la población. En pocas palabras, el potencial agrícola y la sostenibilidad ambiental del departamento dependen de la conservación de nuestra cordillera.

Ahora bien, en los últimos años se han hecho importantes y necesarias inversiones por parte de la nación en infraestructura de comunicaciones que beneficiaron a Armenia y municipios cercanos, lo que, sin proponérselo, amplió los desequilibrios existentes entre la zona baja y la cordillera. Me refiero a la modernización y ampliación del aeropuerto internacional El Edén, la doble calzada Armenia – Club Campestre y la recuperación de la vía La Tebaida – Pueblo Tapao – Montenegro; a las que se suman la adjudicación de las dobles calzadas entre Calarcá – Armenia – Montenegro – Quimbaya, además de la anunciada Avenida del Río en Armenia y las dobles calzadas Calarcá – La Paila y Calarcá – Chagualá; obras a las que hay que adicionar la recuperación de la carretera Circasia – Montenegro con recursos del departamento. Así que mientras la zona baja goza de estas ventajas, en la cordillera tan sólo se hacen mantenimientos puntuales a la red vial y algunos kilómetros de placas huellas, inversiones a todas luces insuficientes para recuperar las deterioradas vías de montaña por las que a diario transitan sus pobladores y se movilizan víveres, comercio y productos agropecuarios.

Esta situación crea externalidades positivas para la zona baja originadas por inversiones en bienes públicos (aeropuerto y carreteras) que estimulan la productividad, la movilidad y la calidad de vida en sus municipios, pero causa externalidades negativas para la cordillera que ve cómo se amplía la distancia en términos de desarrollo con el resto del departamento.

Desde luego que estoy de acuerdo con las obras que mencioné, está claro que serán de gran beneficio y progreso. Pero al final del día algo nos dice que es necesario y urgente mirar hacia la cordillera y corregir las inequidades y las brechas que las decisiones preferentes han creado a lo largo del tiempo. Así que inversiones como las mencionadas deberían motivar otras inversiones compensatorias con recursos públicos para equilibrar las cargas y contribuir a que las oportunidades de progreso de los habitantes de cordillera sean similares a los de la zona baja. No de otra forma lograríamos tener opciones de presente y de futuro más integrales e inclusivas que favorezcan por igual a todos los quindianos sin importar el lugar donde vivan.     

 

Armando Rodríguez Jaramillo

@ArmandoQuindio

arjquindio@gmail.com

 

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