Obras oxidadas, ciudad inconclusa


Las obras inconclusas, más que proyectos por realizar, son oportunidades perdidas para la ciudad.

Por alguna razón inexplicable en Armenia toleramos que sus gobernantes inicien obras sinfín que traen altos costos para el tesoro municipal, malversación de dineros públicos y detestables casos de corrupción. Como la lista de estas iniciativas no es corta y la espera se cuenta por décadas, citaré sólo algunos ejemplos para no volverla extensa. 

Hay proyectos que vienen desde el siglo pasado como lo son el mirador de la 18, la descontaminación de las quebradas y la recuperación de la antigua estación del ferrocarril. Del primero se habla desde la década de los años setenta y los otros dos son promesas de los últimos treinta años. Sobre la descontaminación se han pagado numerosos estudios y construido algunos colectores y una de las tres PTAR previstas, a lo que se suma el anuncio de hace unas semanas de parte de EPA que dice que definitivamente el proyecto será ejecutado en los próximos treinta años. Sobre la emblemática estación ferroviaria se puede decir que, desde los noventa a la fecha, además de haberle cambiado su nombre por Centro Cultural Metropolitano, se han realizado estudios y hecho algunas obras y excavaciones inconclusas.

Pero en tiempos recientes encontramos que la denominada plaza de mercado minorista construida en predios del antiguo Batallón Cisneros ya suma dos décadas sin solución, ni qué decir del Centro Comercial del Café y de la Placita Campesina, propuestas planteadas para superar los problemas de ventas de perecederos y mercancías de toda clase sobre calles, andenes y espacios públicos. Basta con caminar por los alrededores del CAM para ver sus resultados.

Y para terminar con esta reseña incompleta de proyectos truncos, no puedo dejar de mencionar el sistema estratégico de transporte público de pasajeros para Armenia, que de acuerdo con el cronograma elaborado por la alcaldía de entonces y publicado en el Conpes 3572 del 16 de marzo de 2009, se debió ejecutar entre 2009 y 2011. A este se suman las doce obras por el sistema de valorización propuestas por una alcaldesa de marras, aprobadas por acuerdo municipal en 2014 y pagadas por los armenios en los últimos seis años, de las cuales tan sólo se construyeron tres obras que no han sido entregadas, las restantes son una incógnita para la ciudad porque no se tiene información concreta de parte de la alcaldía sobre el estado de los proyectos, los contratos, sus liquidaciones, el avance jurídico, las inversiones, ni tampoco sobre los recaudos y los créditos adquiridos con los bancos, ni mucho menos cuándo se harán las obras por las que pagaron los armenios.


Un llamado a la reflexión.

El dosier de iniciativas incompletas y fallidas que acumula Armenia deberían ser objeto de una reflexión sincera y responsable que se ocupe de asuntos como:

  • Una ciudad no puede progresar cuando muchos de sus proyectos estratégicos se tornan en promesas inconclusas, defraudación de recursos públicos y casos de corrupción.
  • Una ciudad no puede avanzar si para construir la infraestructura que demanda requiere de cinco, diez, veinte o más años.
  • Una ciudad está mal gobernada si además del detrimento patrimonial, no tiene en cuenta el lucro cesante de inversiones inconclusas y el costo de oportunidad que significa para el municipio no construir a tiempo la infraestructura que demanda su desarrollo.
  • Una ciudad funciona mal si no cuenta con un modelo de administración pública y de gobierno que genere confianza en los ciudadanos y que garantice de forma oportuna, eficiente y transparente la ejecución de los dineros públicos.

Armando Rodríguez Jaramillo

@arj_opina   /   @quindiopolis

 

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