En últimos 80 años no hemos sido capaces de construir otra vía que atraviese la cordillera Central.
Hace unos días INVÍAS anunció que por
seguridad mantiene la restricción del paso de vehículos particulares por la vía
Calarcá - Cajamarca durante los próximos dos meses, por lo que deberán tomar la
ruta alterna por el alto de Letras. Así mismo, anunció que sólo se permite el
paso de transporte de carga y transporte público de pasajeros entre las 6:00
a.m. y las 2:00 p.m., dependiendo de las condiciones climáticas, esto con el
fin de realizar actividades de remoción y estabilización del talud de
Bellavista.
Este anuncio cayó como un baldado de
agua fría entre los colombianos que aún tenían frescas las imágenes de la publicitada
inauguración del túnel de La Línea, evento en el cual el propio Presidente Duque
afirmó que por fin el país solucionaba el cruce de la cordillera Central para operar
de forma eficiente el principal corredor de comercio exterior cual es la vía
Bogotá – Buenaventura.
Pero las restricciones no sólo fueron
en esta carretera, también se conoció el cierre total de la vía Medellín –
Bogotá por derrumbes en el kilómetro 30 lo cual deja, en su conjunto, seriamente
limitadas las comunicaciones de Bogotá con el Eje Cafetero, Buenaventura, Cali
y Medellín.
Claro que la decisión de INVÍAS es
responsable, pues si está en riesgo la vida de conductores y pasajeros ante problemas
de desestabilización de taludes en zonas de compleja geología, lo más sensato
es restringir el paso. Pero tengamos presente que esto son sólo los efectos de problemas
mayores que los gobiernos colombianos no han sabido solucionar, me refiero a
dotar a este país de las carreteras que requiere para su verdadero desarrollo. No
existe justificación ninguna para que sigamos atascados en vías que responden, si
acaso, a las necesidades del siglo pasado.
La realidad del subdesarrollo.
Para pasar del valle del río
Magdalena al del río Cuca sólo contamos con dos carreteras, la del alto de
Letras y La Línea, y pare de contar, porque en últimos 80 años no hemos sido
capaces de construir otra vía que atraviese la cordillera Central y las mejoras
hechas a las existentes son insuficientes.
Así no posible progresar. Es iluso
pensar que nuestras empresas manufactureras, agropecuarias y agroindustriales
puedan despegar si llevar sus productos a los centros urbanos y a los puertos
es una labor tortuosa, y a esto se suma el turismo. No podemos exigir a los
empresarios que compitan en los mercados internacionales con innovación y
tecnología si transportar sus mercancías es una actividad incierta.
Cuando no es la falta de planeación y
de visión del desarrollo de los gobiernos, es la corrupción y las obras mal diseñadas
y construidas. Los discursos en actos inaugurales y las placas recordatorias de
gobernantes de turno se ven en túneles, dobles calzadas y puentes entregados a
cuentagotas. Muchos de los proyectos que se inician bajo la denominación de un
número seguido de la letra G son proyectos sempiternos y llenos de sobrecostos,
al punto que los proyectos 4G o concesiones de cuarta generación, más parecen a
obras que necesitan de cuatro generaciones para ser terminadas.
Y así vamos a paso de tortuga,
movilizándonos por nuestras «autopistas» a velocidades promedio de 30 kilómetros por hora mientras en
países desarrollados y en otros de Latinoamérica se construyen obras de
infraestructura con mejores especificaciones y en tiempos mas cortos. Así difícilmente
vamos a poder integrarnos a los paradigmas de la Cuarta Revolución Industrial y
nos iremos quedando rezagados sobre La Línea del subdesarrollo.
Armando Rodríguez Jaramillo
@arj_opina /
@quindiopolis
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