Una vez que entró a regir
la cuarentena decretada el pasado 20 de marzo se paralizaron casi por completo las
actividades productivas y se abrió el debate sobre qué era más importante: preservar
la vida o la economía, falso dilema que precipita una respuesta emocional e
instintiva, porque la vida, sana, es el bien supremo que debe protegerse por
encima de cualquier consideración. Entonces viene la pregunta: ¿qué hacer con
salud y sin ingresos?
Tanto la salud como la
economía son esenciales y no es posible escoger entre una u otra, las dos son fundamentales para el
bienestar y la dignidad humana. Este es el fiel de la balanza que debe guiar las
decisiones por estos días: poner a rodar de nuevo las empresas con las medidas
de seguridad necesarias para no comprometer la salud de trabajadores, de sus
familias y de la sociedad.
Entonces, mientras las
autoridades sanitarias, las IPS y EPS y los profesionales y trabajadores de la
salud hacen lo suyo para prevenir contagios y atender enfermos, la urgente
reactivación económica pone a los empresarios como los siguientes protagonistas
de la película y revalida su papel en la sociedad y en la economía.
De ahí que es hora de valorar
el aporte de los empresarios a la sociedad dejando de lado el estereotipo
que algunos se han empeñado en difundir al vincular la actividad empresarial
con el capitalismo salvaje y la explotación de los trabajadores, como si la
producción de bienes y servicios y la generación de empleo pudiera ser eficientemente
colectivizada.
Desde que amanece hasta
que anochece nuestra existencia depende de bienes y servicios producidos por
alguna empresa: los alimentos, las prendas de vestir, la crema de afeitar, el
champú, el jabón, el televisor, la radio, el celular, el computador, el carro,
la bicicleta, el sistema de transporte, el lapicero, el papel y la libreta, el
restaurante, el cine, el refresco, el pan, la fruta, el libro, el periódico y
tantas cosas que a diario necesitamos y compramos es porque un empresario las produjo
y puso a nuestra disposición para satisfacer una necesidad o un gusto.
La dinámica económica
está hecha de flujos que se retroalimentan unos a otros. Una empresa —sin importar si es famiempresa,
pequeña, mediana o grande— produce algo, y para hacerlo compra insumos y materia prima y emplea
trabajadores en su fabricación, empaque, distribución y comercialización, de
esta forma hace que lo producido esté disponible para la sociedad. Con lo que
recibe por su venta, paga sus proveedores y trabajadores haciendo que ellos obtengan
ingresos y capacidad de compra de otros productos que necesitan, que a su vez
han sido hechos por otras empresas que utilizaron insumos y mano de obra para
fabricarlos. Esto se repite una y otra vez creando una dinámica de flujos
monetarios y de bienes y servicios que hace que la economía funcione y de la
que depende el ingreso de las personas para vivir.
No es si no otear el
mundo para ver que las sociedades con mejores estándares de calidad de vida y
bienestar tienen a su vez altos niveles de educación, apropiación del
conocimiento y la innovación, y de paso una economía saludable fundada en
empresas sólidas que generan bienes y servicios, empleos, ingreso y riqueza.
Y aquí viene otra palabra clave que a muchos atormenta, riqueza. Y no tengamos
prevención en decirla y desearla, porque mejores y más ingresos redistribuidos
en la población generan el tránsito de sociedades con estados de pobreza hacia
aquellas con mayores niveles de riqueza, esa que se logra cuando hay empresas
sólidas participando en negocios sostenibles, generando puestos de trabajo de
calidad e ingresos suficientes que permitan no sólo suplir las necesidades
básicas, sino estudiar, disfrutar de la cultura y las artes, divertirse
sanamente, aprovechar la creatividad y la inventiva, realizarse como personas y
disfrutar de la longevidad. Y esto no se logra sólo bajo la égida de un
estado benefactor, se requiere de un sistema que estimule la propiedad, la
actividad empresarial, la inversión, el emprendimiento, la innovación, la
educación y formación del talento humano y la satisfacción de las necesidades
de la población.
Así que el desafío a
enfrentar en este momento de la historia es la reactivación económica, la
recuperación del tejido empresarial y de la producción, empleo e ingreso como
pilares fundamentales del bienestar y la calidad de vida de los colombianos.
Todo lo que hagamos en este sentido es poco para los beneficios conlleva.
Armando Rodríguez
Jaramillo
@arj_opina
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