Es normal que estos dos términos los usemos de
forma indistinta, aunque no lo sean. Repensar es reflexionar, pensar atenta y
detenidamente sobre algo, y reinventar es de nuevo hallar o descubrir algo
desconocido. De ahí que para reinventar al
Quindío habrá que repensarlo para identificar futuros alternativos que
rompan con la simple proyección del presente.
Si bien en el departamento hay empresas agropecuarias,
agroalimentarias, manufactureras y de servicios que se esfuerzan por usar el
conocimiento, hacer transferencia de tecnología, apropiar la cultura de la
innovación, utilizar el diseño como elemento diferenciador, mejorar su cadena
valor, explorar la economía digital y ofrecer servicio al cliente, no es un
secreto que la mayoría de nuestras empresas compiten con tecnologías del siglo
pasado, producen bienes y servicios básicos de escasa diferenciación, emplean
mano de obra no calificada, guerrean con bajos precios en negocios de reducida rentabilidad
y cuentan con limitaciones para llegar a mercados externos.
Llegó la hora de cortar lo que nos ata a sectores
que viven en crisis recurrentes. Son
tiempos para reinventar el modelo productivo del Quindío y plantear nuevas ideas
sin temer a la utopía. Podemos iniciar, por ejemplo, examinando algunos
modelos exitosos de ciudades y regiones que han fundamentado su desarrollo en
la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación, y en la productividad
y competitividad de sus empresas.
Ciudades como Londres, San Francisco, Singapur,
Tel Aviv y Hong Kong han cimentado su crecimiento económico y bienestar en la
atracción de mano de obra de excelencia, altos directivos e investigadores,
grandes patrimonios, fondos de inversión y gestores de capitales de riesgo. Talentos
y riquezas que han sido seducidos con políticas de apoyo a la actividad
empresarial, seguridad jurídica, superioridad académica, tributación eficaz y
calidad de vida, fórmulas de demostrada efectividad en términos de crecimiento
e innovación.
Entonces, ¿qué
esperamos para copiar la receta? No hay duda de que hay que empezar por transformar los principales motores de
nuestra economía con innovación y tecnología: Cafés especiales y
diferenciados, frutas de calidad listas para consumir, negocios
agroalimentarios, cueros de alta gama, muebles vanguardistas, construcciones
habitacionales de última generación, cadenas de suministros y logística al
servicio de la producción, software y soluciones digitales, industria 4.0 y
turismo de experiencias.
Pero esto demanda acciones decididas para formar, atraer y retener talento humano
superior para empresas y compañías, para los centros de I+D+i, para
universidades de excelencia, para la transformación digital, para los fondos de
inversión, para los centros de emprendimiento y transferencia de tecnología,
para las escuelas de negocios y muchas otras cosas.
En consecuencia, hay que impulsar un nuevo
desarrollo productivo fundamentado en ventajas competitivas exitosas. Para esto es necesario cambiar de actitud,
ser más ambiciosos, creer en nuestras capacidades y en el potencial que
tenemos, pero, ante todo, superar un modelo político que por estar anclado en el
siglo pasado que no nos ha dejado otear el siglo XXI, y de paso vencer la
desarticulación que padecemos y el cortoplacismo que practicamos.
Armando Rodríguez Jaramillo
@arj_opina
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