He recorrido a mi Armenia
del alma en esta navidad y sólo he visto oscuridad. Sus avenidas, zonas
peatonales, plazas y parques están en penumbra, sin atisbos de fin de año. A
ellas no llegaron las luces de diciembre, mes en el que los espíritus y los
ambientes resplandecen.
¡Cómo no admirar los
alumbrados de otras partes! Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla se ven
espectaculares con millardos de luces de colores que atraen romerías de
personas contagiadas de esa alegría navideña que invita a salir y disfrutar.
Pereira y Manizales no se quedaron atrás e iluminaron sus calles y espacios
públicos imprimiéndoles ese toque de calidez y ambiente decembrino.
Es por ello por lo que no
comprendo cómo, en una ciudad que pretende certificarse como destino
turístico sostenible y en la que recién se entregó el Plan Estratégico Sectorial de Turismo, no se hizo al
consabido alumbrado. Salvo por los esfuerzos de los centros comerciales, las fachadas
de almacenes y residencias decoradas, y algunas luces en el parque de Sucre y
de la Vida, se podría afirmar que el brillo de la navidad ni siquiera titiló en
Armenia.
Este fin de año la Ciudad Milagro no tiene
magia, la fascinación está ausente, no hay motivos para ir por sus calles y
parques. Tan oscuro como fue el año político lo es la celebración de esta
navidad. En realidad, debo confesar que no recuerdo haber presenciado un
panorama tan apagado y lúgubre, ¿qué pensarán los turistas que nos vistan al
encontrar una ciudad a media luz?
Armenia no merece ser tratada de esta forma.
Esta no es mi ciudad ni éste el espíritu de los armenios. Y no es que tengamos
que hermosear nuestro municipio para agradar a los visitantes, el asunto es
volver a sentir amor por esta ciudad que nos ha dado tanto y a la que le
debemos mucho más, es llenarnos de sentido de pertenencia y engalanar nuestras
calles y espacios públicos con motivos decembrinos, es apropiarnos de nuestra
identidad y enorgullecernos de las tradiciones que constituyen la raíz de la
existencia, es llevar entre pecho y espalda lo que significa ser cuyabro para
transmitirlo a nuestros hijos antes que la penumbra de este diciembre se
apodere del alma de los que aquí vivimos.
En medio de la desilusión y el desencanto, me
resisto a reconocer en ésta la Armenia de mis mayores. ¡Basta ya de tanta
dejadez!, pues nada disculpa que no se haya tomado la decisión de iluminar
nuestro municipio en navidad y nochebuena, época del año en la que
supuestamente aflora la mejor versión de nosotros mismos.
La historia cuenta que en la antigua Grecia al
filósofo Diógenes de Sinope se le vio en una plaza de Atenas portando una
lámpara de aceite mientras decía que buscaba un hombre honesto, anécdota que
bien se podría traer a nuestro tiempo, no para buscar honestos, que también,
sino con el propósito de hallar con linterna en mano a los armenios que sientan
y quieran su terruño para que nunca jamás nuestra ciudad vuelva a ser opaca y
sombría durante diciembre ni en los restantes once meses del año.
Armando Rodríguez Jaramillo
1 Comentarios
Maravillosa reflexión.un año sin duda muy duro para nuestro departamento.que vergüenza reconocernos por corruptos y lo que es peor dejarnos contagiar por la dejadez
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