El décimo puesto del Quindío en el Índice
Departamental de Competitividad 2018 (IDC 2018) mejorando cuatro posiciones con
respecto al año anterior con un puntaje de 5,07/10, es una noticia positiva que
nos anima a seguir adelante. En los siete de los diez pilares que componen el
IDC se observan avances en tamaño del mercado, instituciones, salud, sostenibilidad
ambiental, educación superior y capacitación, y eficiencia de los mercados; y
retroceso en infraestructura, educación básica y media e innovación y dinámica
empresarial. El pilar de sofisticación y diversificación permaneció estable.
Pero como es la era del conocimiento donde la innovación
y la tecnología marcan las oportunidades de progreso, me concentraré en los cuatro
pilares que nos pueden llevar al club de las sociedades que usan la
mentefactura para superar las ineficiencias de la manufactura. Me refiero a
educación superior y capacitación, eficiencia de los mercados, sofisticación y
diversificación e innovación y dinámica empresarial, pilares en los que obtuvimos
puntajes de 5,30, 5,24, 3,95 y 2,02 respectivamente, calificaciones que son, en
suma, deficientes, en especial las dos últimas.
Hace unos días el diario económico madrileño Expansión
publicó la noticia «Alemania invertirá 3.000 millones para ser un líder en
inteligencia artificial», aludiendo al propósito del gobierno de ese país de
alcanzar a naciones líderes como China y Estados Unidos, en espera que el
sector privado aporte una suma igual para elevar la inversión al menos a 6.000
millones de euros. Esta noticia me puso a pensar en los desafíos digitales que
tenemos y en que el quid del asunto no es compararnos con otros departamentos,
sino con las regiones y países punteras en el escenario global donde la
competencia es a otro nivel. Entonces la pregunta es: ¿qué hacer? Bueno,
«Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder» escribió el
padre Gaspar Astete en su catecismo, por lo que solo esbozaré algunas
reflexiones generales, deshilvanadas si se quiere.
El punto de partida hacia la cuarta revolución
industrial se dará en el momento que dejemos la mentalidad del siglo XX y
asumamos la lógica de pensamiento y raciocinio del habitante del siglo XXI.
Cuando no tengamos miedo de hablar de inteligencia artificial con su industria
4.0, internet de las cosas, automatización, big data, digitalización y de cosas
similares, habremos entendido que el cambio es posible con determinación y disciplina,
y ante todo con educación y conocimiento de alto nivel, con la transformación tecnológica
de nuestras empresas y con la adopción de una política pública del desarrollo
productivo.
Qué tal si todas nuestras universidades crearan
cátedras centradas en la inteligencia artificial, que a los estudiantes de
todas las disciplinas se les enseñara competitividad, productividad e
innovación, que hiciéramos una red interuniversitaria de centros y grupos de
investigación articulados con los clústeres locales dedicada a la
investigación, desarrollo y aplicación de nuevas tecnologías, que impulsáramos emprendimientos
focalizados en las industrias 4.0. Y qué tal que acordáramos como sociedad que,
por los siguientes doce años, al 2030, todos los recursos de regalías del Fondo
de Ciencia, Tecnología e Innovación, más los aportes que hagan las universidades
y el sector privado, fueran destinados prioritariamente a este propósito. Si así
lo hiciéramos, el futuro cambiaría.
Armando Rodríguez Jaramillo
@ArmandoQuindio
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