Nuestra pueblo se formó en un crisol donde se
mezclaron genes venidos de Antioquia y Caldas con otros que llegaron por el
naciente (Santander, Boyacá, Cundinamarca y Tolima) y el poniente (Nariño,
Cauca y Valle), amén de algunas migraciones de alemanes, españoles, judíos y
libaneses, lo que dio como resultado un caleidoscopio de apellidos y culturas en
los que se esculpió la llamada quindianidad, esa que se expresó en juntas
cívicas prodepartamento a mediados del siglo pasado cuando nuestro espíritu
libertario no aguantó el odioso centralismo político de Manizales que por esas
calendas no nos veía de igual a igual.
Personajes como Diego Moreno Jaramillo, Jesús Arango Cano, Hernando Peláez
Agudelo, Jesús Ocampo Osorio, Oscar Jaramillo O’brien, Santiago Vélez Palacio,
Henry Valencia Naranjo, Bedmar Vásquez Henao, Héctor Gutiérrez Mejía, Francisco
Luís Gallo Gómez, Alfonso Valencia Zapata y Francisco Arango Quintero fueron líderes
cívicos que encabezaron la rebelión, a los que se les unieron figuras políticas
de entonces que hicieron posible la aprobación de la Ley 2 de 1966 que creó el Quindío.
Hoy, 52 años después, la historia nos pone ante otro
desafío cual es el de la arremetida de la politiquería y la corrupción que intenta
perpetuarse usufructuando la administración pública. Ya no están los personajes
de otros tiempos, pero es indudable que la flama de la quindianidad sigue viva
en el corazón de muchos ciudadanos que quieren un presente y futuro mejor.
Tal vez a esto se deban las numerosas expresiones
en reuniones de amigos y de trabajo, en tertulias improvisadas de café, en las
redes sociales y en medios de comunicación que expresan asombro, indignación y
rechazo a los casos de corrupción y apropiación de dineros públicos denunciados
por la Fiscalía. Lo valioso es que todos, al unísono, reclaman un cambio
sustancial porque la sociedad está harta de tanta desfachatez y mezquindad política.
Así que no dejemos que este sentimiento se apague
pues representa el primer paso para cohesionar nuestra sociedad en torno al
propósito superior de reconstruir moral y físicamente a Armenia y el Quindío.
No perdamos de vista que transitaremos por un período de estupor en el que
muchos no querrán que el sistema cambie y harán lo posible para entrabar la búsqueda
de nuevos caminos.
Sin embargo, tarde que temprano hallaremos una
solución política a nuestro deterioro como sociedad, a la crisis institucional
que sufrimos, a las manifestaciones de corrupción e ilegalidad, a las prácticas
de la politiquería y clientelismo. Las alertas están prendidas, y de no lo
entenderlo, corremos el riesgo de ir por el camino de la inviabilidad social.
Esta será una lucha dispareja entre unos que se las
saben todas con su arsenal de artimañas y otros que tenemos mucho por aprender.
Es enfrentar una maquinaria organizada que se enseñó a que todo se transa y todo
se pacta, hasta las consciencias. Es por esto que precisamos de una sociedad
unida alrededor de un propósito colectivo, pues sería fatal que las nuevas
generaciones aprendieran de las censurables artimañas de la malsana política.
Al pueblo se le acostumbró que los políticos solucionen
sus necesidades a cambio de darles el voto y entregarles el manejo de las instituciones
y los recursos públicos. Cuando el sistema languidece lo único que queda es la sociedad
con sus valores y principios, pero una sociedad con la capacidad de reconstruirse
y enfrentar sus desafíos. Sería imperdonable que pase el tiempo y olvidemos
lo que nos sucede.
Armando Rodríguez Jaramillo.
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