Acaba de pasar la Semana
Mayor con gran afluencia de turistas en el Quindío. Y como era de esperar, hubo problemas de
movilidad que fueron noticia. Se dijo que a Salento y Filandia arribaron miles
vehículos, que en la Terminal de Transporte de Armenia hubo dificultades conseguir
tiquetes a Bogotá y otras ciudades, y que
el Valle de Cocora se le vio abarrotado de turistas. Pero más allá de lo dicho
por unos y otros, es innegable que tenemos un problema de infraestructura que
afecta al turismo, amén de una recurrente
falta de planeación y toma de decisiones.
Según información
oficial, el Quindío tiene 2.106 km de carreteras, de las cuales 122 km corresponden
a vías nacionales a cargo de la Nación, y 344 y 1.640 km son vías secundarias y
terciarias a cargo del Departamento y los municipios respectivamente, vías que permiten
la comunicación entre las cabeceras municipales y las zonas rurales. Con
respecto al turismo, es necesario acotar que el visitante llega al Quindío por
las vías nacionales y se desplaza dentro del departamento por la red vial
secundaria y terciaria.
A propósito de la red
vial secundaria y terciaria, esta fue construida en los años cincuenta y
sesenta del siglo pasado con el fin que los caficultores sacaran a los pueblos
sus cosechas de café, que luego eran transportadas a las trilladoras de Armenia
con destino a su exportación por Buenaventura. De ahí que estas carreteras
fueron pensadas para el tránsito de Jepp Willis y camionetas que movilizaban
café, plátano y bultos de naranja. Más tarde, en las décadas del ochenta y
noventa, mediante convenios celebrados entre el Comité de Cafeteros del Quindío
y los gobiernos locales, se asfaltó la mayoría de vías secundarias, pero, sin mejorar
sus especificaciones, es decir, sin rectificarlas ni ampliarlas, obras que mejoraron
la comunicación entre municipios.
Ahora, sobre la misma red
vial construida para las necesidades de la caficultura del siglo XX, pretendemos
soportar el desarrollo turístico de un departamento que recibe cerca de un
millón de visitantes al año con la ilusión de vacacionar y conocer el PCC. Esta
es la razón por la que se taponan vías como la de Arrayanal – Salento, La
Tebaida – Pueblo Tapao – Montenegro y Cruces – Filandia, entre otras.
Algo parecido sucede con
la Terminal de Transportes de Armenia, construida a mediados de los años
ochenta para las necesidades de una ciudad y un departamento que no eran
destino turístico y de una región que no tenía autopista del Café ni doble
calzada en construcción a Bogotá con túnel de La Línea incluido. Para colmo de
males, el terremoto de 1999 destruyó la
parte de transporte intermunicipal, área que representaba cerca de una tercera parte de la edificación, hecho
que obligó a reubicar este servicio en la zona destinada al transporte
interdepartamental y parqueaderos sin que fuera reconstruido lo que tumbó el sismo.
Entonces, ¿cómo pretender que la infraestructura de la Terminal esté a la
altura de las necesidades de un departamento turístico?
En definitiva, el Quindío
se haya frente al desafío de formular un ambicioso plan vial que incluya otros
medios de transporte (por ej: teleféricos), de forma que sea asumido por los
gobiernos locales como prioritario para que de forma urgente gestionen su
financiación con recursos públicos o con esquemas de asociación público-privado.
De igual forma, es preciso que la Administración de Armenia se entreviste con
la Gobernación del Meta, accionista mayoritario de la Terminal de Transporte de
Armenia, para proponerle la ampliación de la misma o la construcción de una
nueva terminal en el Quindío.
Armando Rodríguez
Jaramillo
0 Comentarios