Las propuestas de un candidato representan en
esencia lo que él piensa sobre el Estado y la democracia, la sociedad, el
territorio, la civilidad, la seguridad, la producción y el empleo, la educación
y el conocimiento, el medio ambiente y todo lo que tenga que ver con desarrollo
y bienestar, así como con la forma en la que el Estado atiende las demandas socioeconómicas
de la población. Este cuerpo de pensamientos es lo que un aspirante exhibe al electorado
con el propósito de seducirlo e invitarlo a votar por él, ya que los otros sistemas
tienen que ver con las prácticas clientelistas representadas en la entrega
dádivas y canonjías, promesas de contratos, reparto de viandas, chantajes so
pena de perder el empleo y hasta con el montaje de espectáculos pasajeros con guachafita
incluida.
Sin embargo, al observar la mayoría de nuestras
campañas y el menú de las propuestas que los candidatos ponen a consideración
ciudadana, se me antoja pensar que nos hallamos ante un popurrí político. Como
el término popurrí, según la RAE, se refiere a una mezcolanza de cosas,
generalmente extrañas y confusas, pero también una composición formada por
varias composiciones musicales, generalmente con alguna característica en común
(tener un mismo género o autor), podría colegir que buena parte de las
propuestas electorales se comportan como un revoltijo de ideas e iniciativas que
bien pudieron haber sido sacadas de campañas pasadas, por lo que son algo así como
una partitura inconexa de composiciones varias que poco o nada se diferencian
entre sí.
En realidad, en este escenario brillan por su
ausencia las ideas y fórmulas novedosas e innovadoras que inciten a pensar disruptivamente
al electorado y que, de paso, desafíen su inteligencia. Luego de ver noticias y
entrevistas de unos y de otros, de observar plegables y publicaciones y de
presenciar foros, personalmente llego a la conclusión de que a los ciudadanos nos
es difícil separar a los candidatos por sus ideas, pues en esencia todos hablan
cosas parecidas, cosas similares a las dichas en las últimas campañas.
De ahí que el foco de la política parece no estar puesto
en la base programática, ya que ésta es fácilmente reciclable. Todo indica que la
atención se enfoca en la publicidad, en reclutar líderes, en hacer promesas, en
pagar estipendios, en negociar apoyos, en trastear electores y en descrestar
con logísticas vistosas.
No obstante, debo ser claro en señalar que algunos contertulios
me han dicho que no debería comparar nuestra política tradicional con un
popurrí, pues la política es una práctica demasiado seria que se ocupa de las
relaciones e intereses entre la sociedad y el Estado como para imaginar
siquiera que ella sea equiparable a una mezcolanza de hechos pretéritos que se
repiten en el presente.
Esta opinión, respetable por demás, me ha puesto a
pensar si en realidad me equivoco al asociar las propuestas políticas con un
popurrí. Empero, de una cosa estoy seguro, los planteamientos en campañas de
muchos candidatos a cargos de elección popular son como un deja vu, pues al oírlas siento la sensación de estar experimentando
un hecho vivido con anterioridad, es como estar a bordo de un tiovivo que gira
sobre el eje de una misma realidad.
Armando Rodríguez Jaramillo
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