El evidente que el auge
urbanístico que muestra Armenia ha hecho que se diga a sottovoce que el Quindío está cambiando, hecho que al parecer
incomoda a algunos.
Recordemos que este territorio
se abrió a los inmigrantes desde la creación en 1842 de la colonia penal de
Boquía para que los reos trabajaran en el Camino del Quindío y con el éxodo de
familias fundadoras de pueblos de la colonización antioqueña, seducidas, tal
vez, por la fertilidad de los suelos, la exuberante vegetación, lo benigno del
clima y el oro de las guacas.
Recién despertaba el siglo
XX también arribaron santandereanos, cundiboyacenses y tolimenses huyendo de la
violencia política y la guerra de Los Mil Días. A su vez, la llegada del tren
trajo en la primera mitad del siglo pasado cuadrillas de obreros
ferrocarrileros del Valle del Cauca que se asentaron en el sur de la ciudad.
Al convertirse Armenia en
centro de trilla y exportación de café, y con la situación que vivía el mundo
con la Segunda Guerra y la Guerra Civil Española, grupos reducidos de
españoles, alemanes, italianos, judíos y libaneses se radicaron en Armenia,
algunos por poco tiempo, pues los saqueos del trágico 9 de abril de 1948 y la
violencia política los hicieron huir. Luego las bonazas cafetaleras atrajeron trabajadores
agrícolas del Valle, Tolima, Cauca y Nariño. Por último, un número no
cuantificado, pero más heterogéneo, llegó después del terremoto de 1999 para gozar
de los beneficios de la reconstrucción.
Ahora presenciamos nuevos
migrantes. Un estudio publicado en diciembre de 2015 por la Mesa de la
Construcción sobre la compra de vivienda en el Quindío por la población no
residente, indicó que el 54% de la gente de afuera que compra vivienda aquí proviene
de Bogotá y un 10,8% de Medellín y Cali, muchos de ellos animados por
oportunidades para hacer empresa, calidad de vida, entorno natural, ubicación
geográfica, facilidad de inversión y potencial de desarrollo.
Estos nuevos vecinos, a
mi parecer, son un potencial para la modernización de la sociedad. En un mundo
globalizado no podemos continuar siendo chauvinistas ni culturalmente
endogámicos si hay oportunidad de ser cosmopolitas, pues no habría razón alguna
para confinarnos entre La Línea y los ríos Barbas y La Vieja.
Ricardo Hausmann,
profesor de Harvard, a su paso por la universidad Eafit la semana pasada, le
dijo a El Tiempo que el 13% de la población de Estados Unidos nació en otro
sitio, que el 52% de las compañías que se crean en Silicon Valley son de
extranjeros y que la mitad de los profesores de Harvard también lo son, cifras
que muestran una de las causas de la modernidad del país del norte.
Bienllegadas las personas
que quieren invertir en una región que les parece atractiva y tranquila para
vivir. Aprovechemos la preparación, experiencia y capacidad empresarial de
quienes se quieren asentar en el Quindío con sus familias y démonos a la tarea
de construir una sociedad moderna y diversificada. No olvidemos que por siempre
la motivación para emprender, crear riqueza y aprovechar oportunidades ha sido más
elevada entre los inmigrantes.
Armando Rodríguez Jaramillo
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