El pasado 15 de agosto fue
publicado el Índice Mundial de Innovación 2016
en el que Suiza aparece de nuevo en el primer
lugar seguido de países como Suecia, Reino Unido, Estados Unidos, Finlandia y
Singapur. En la lista hay que avanzar hasta el puesto 44 para encontrar al primer
país latinoamericano, Chile, escoltado por Costa Rica
(45), México (61), Uruguay (62), Colombia (63) y Brasil (69), lo que deja
al descubierto nuestra realidad.
Por otro lado, la situación de lo que pasa al
interior de Colombia en innovación la trae el Índice Departamental de
Competitividad de 2015 donde el Quindío ocupó el puesto 16 entre 25
departamentos, es decir, que estamos en el último tercio de la lista de innovación
en un país que se halla en la mitad del escalafón mundial. Ahora bien, una
mirada al ranking de patentes de inversión de 2015 de la Superintendencia de
Industria y Comercio, muestra que Bogotá va a la cabeza con 141 patentes,
seguido de Antioquia y Valle con 78 y 28 respectivamente, ranking que tiene al Quindío
en el puesto 15 con sólo dos patentes.
Todo esto para decir que nuestra debilidad en
innovación es grande y que la brecha en esta materia es enorme con otras
regiones y países. En este asunto, que no es de poca monta, se concentran
nuestras opciones de desarrollo en un mundo que está en los prolegómenos de la cuarta revolución industrial y que empuja las fronteras del conocimiento hacia lo impensado
transformando las relaciones sociales, la organización empresarial, el arreglo
económico y las estructuras políticas.
Las cifras enseñadas justifican la importancia del
proyecto de fomento a la innovación que la Gobernación y Cámara de Comercio
ejecutan con otras entidades, amén de la voluntad de la administración departamental
de continuar apoyando este tipo de iniciativas con recursos de regalías para
aumentar nuestras capacidades locales, lo que nos pondrá en sintonía con la creciente
conciencia global acerca de la importancia concluyente de impulsar la
innovación como estrategia para tener economías dinámicas y competitivas.
Es tiempo de dejar atrás los debates políticos insulsos para intentar
un gran acuerdo inteligente que nos lleve a una apuesta por la innovación que impulse
el crecimiento económico a largo plazo. Es irrefutable que estamos rezagados y
que la brecha acumulada es grande, lo que obliga a transitar por una senda virtuosa
para pasar de producir productos básicos, de bajo costo, a otros cuya ventaja
competitiva sea la diferenciación con productos de mayor elaboración y complejidad.
Pero esto solo es posible con investigación, innovación y tecnología.
Desde luego que estamos ante un enorme desafío que demanda el cambio
de estructuras mentales y el diseño de nuevas estrategias de futuro con el fin
de encontrar la forma de innovar con éxito usando los recursos existentes y los
saberes acopiados. La
innovación no es una opción, es el camino, que más allá de ser el objetivo de un gobierno, debe ser
el propósito de una generación.
Armando Rodríguez Jaramillo
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