El futuro no es el más allá

Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío)

Desde que la Ley 152 de 1994 estableció que al inicio de sus períodos alcaldes y gobernadores debían hacer un plan de desarrollo, en el Quindío se han formulado, incluyendo los que están en proceso, un total de 84 planes municipales y siete departamentales, esto sin contar otros como el plan de desarrollo agroindustrial, plan Quindío 2020, dos planes de desarrollo turísticos, plan exportador, plan estratégico de ciencia, tecnología e innovación y dos planes regionales de competitividad, lo que suma más de un centenar de ejercicios prospectivos en 22 años que debieron generar desarrollo humano, altos índices de competitividad, apropiación del conocimiento, conservación del medio ambiente, altos estándares de educación y mejor poder adquisitivo. 

Como los resultados en la práctica no se dieron, es evidente que algo no ha funcionado y que es tiempo de cambiar la forma de formular los planes de desarrollo para no seguir haciendo más de lo mismo. De ahí que los quindianos debemos dejar de ser reactivos y enfrentar el reto de construir un pensamiento de futuro con una visión estratégica de territorio a diez o más años, única forma de ordenar los grandes objetivos del desarrollo (sociales, económicos, políticos, culturales, ambientales y científico-tecnológicos).

No comprendo el porqué nos cuesta tanto pensar en el futuro. Tengamos en cuenta que el futuro no es cosa del más allá, sino que empieza aquí y ahora, es la consecuencia de las acciones presentes. Pensar de esta forma es analizar, crear alternativas y visiones orientadoras, y aportar conocimientos para tomar mejores decisiones. Teóricamente todos los futuros son posibles pero no todos tienen las mismas probabilidades de hacerlos realidad.

No se trata entonces de construir una visión de gobierno para un periodo de cuatro años, para luego abordar otra visión de otro gobierno para un periodo similar,  de lo que se trata es de tener como sociedad una visión estratégica de territorio. La visión estratégica actúa como norte facilitando las acciones de los gobiernos y la racionalización de la inversión pública, permitiendo a la sociedad elegir a la persona capaz de hacer realidad la visión estratégica y crear los medios para entablar un diálogo a cerca de la priorización de los objetivos del desarrollo, entendidos estos como blancos móviles hacia los que hay que apuntar.

No nos debe dar miedo romper con la ortodoxia de la planificación. No estamos formulando iniciativas para un periodo de gobierno ni para un proyecto político, sino para el futuro de la sociedad. Si definiéramos a través de acuerdos colectivos la visión estratégica de futuro que deseamos, nos ahorraríamos el desgaste que representa la formulación periódica de planes de desarrollo y nos concentraríamos cada cuatro años en elegir el más preparado para que haga realidad la visión de futuro de la sociedad. Cuando pienso en esto, recuerdo la frase de Roger Van Oec: “No es posible resolver los problemas de hoy con las soluciones de ayer.” 

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