Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío - Colombia)
El Quindío se encuentra
en un momento de inflexión que nos debe llevar a dejar de lado los estériles enfrentamientos
políticos y concentrarnos en una nueva agenda de desarrollo productivo con políticas
públicas de largo plazo.
Esto requiere de una
visión de futuro estructurada y coherente, realista y transformadora, osada y desafiante
con el status quo. Una visión que
rompa con las ideas conservadoras y los sistemas productivos tradicionales. Una
visión que abandone la exploración del pasado para extrapolarlo al futuro.
Es por esto que no comparto
el pensamiento de La Crónica del Quindío en su editorial del 27 de enero en el
que afirma que “el Quindío no tiene
vocación industrial” y que “está
probado el Quindío tiene, hoy, dos vocaciones fundamentales: el agro […] y el
turismo.” Tesis, que esbozada por el
principal medio de comunicación escrito de la región, adquiere relevancia ante
su capacidad de influencia en la opinión pública.
Los quindianos estamos ante
el reto de explorar alternativas de cambio. Una visión de futuro ortodoxa, sin
proyectos innovadores y pertinentes,
corre el riesgo de reproducir estados insatisfactorios que impiden el cambio
hacia el desarrollo, como le ha ocurrido a la caficultura en las últimas
décadas.
De vocaciones a oportunidades.
Las vocaciones en los territorios están conectadas con
ventajas comparativas. Pensar en el futuro con base en vocaciones encasilla e
impide otear el horizonte. Abordar el futuro identificando las oportunidades
que brinda la economía abierta en la que estamos nos enfrenta a un
caleidoscopio de opciones inimaginables. Así que el debate está en si nos concentramos
en nuestras vocaciones o nos abrimos el espectro de las oportunidades.
Sin embargo, fijar
el radar en las oportunidades nos lleva al debate sobre la necesaria transición
hacia una sociedad y una economía de conocimiento, factores sin los cuales no se
puede entenderse la transformación del mundo contemporáneo.
En consecuencia,
creo contraproducente afirmar que nuestra vocación sólo es agricultura y
turismo, pues deja de lado las oportunidades que existen en la industria y los servicios.
De otra parte, no es estratégico decir que el Quindío no tiene vocación
industrial, estribillo repetido por nuestra dirigencia desde los años setenta, tal
vez es por esto, que luego de 40 años, el café verde representa el 98% de nuestras
exportaciones totales.
Romper con el pasado.
Hay que romper
con el pasado sin temor a pensar en grande. Claro que hay que modernizar la
producción agrícola y pecuaria, fomentar la agroindustria, avanzar hacia un
turismo rural y experiencial de lujo y competir con congresos y convenciones.
Pero también hay que aprovechar las oportunidades que brindan las tecnologías
de la información y las comunicaciones, manufacturas, metalmecánica, ensambladoras,
logística de mercancías, electrónica y muchas otras cosas que nos pueden sintonizar
con las fuerzas del cambio global.
Hay brechas y
necesidades que enfrentar, pero ante todo hay que transformar nuestra forma de
ver el futuro para que las vocaciones no choquen con las oportunidades y anulen
los emprendimientos. Nosotros decidimos si seguimos mirando vocaciones o nos enfocamos en las
oportunidades para crear ventajas competitivas.
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