Armenia y su desempleo

Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío)

Como es usual el último día de cada mes, el pasado 30 de abril el DANE publicó el boletín sobre indicadores del mercado laboral para las 23 principales ciudades colombianas, en el que Armenia aparece con una tasa de desempleo de 16,9% detrás de Cúcuta, ciudad que tuvo el primer lugar (18,1%), pero muy lejos de Montería, que presentó el menor registro (7,2%)

Sin duda alguna que estos guarismos suscitarán reacciones de los dirigentes locales: Los gobernantes dirán que, gracias a sus ejecutorias, la tasa de desempleo, aunque de forma lenta, ha venido disminuyendo en los últimos años, al tiempo que demandarán del gobierno nacional un plan de choque para combatir el desempleo (aunque debo confesar que nunca he entendido esto del plan de choque); otros propondrán que se deje de lado las diferencias entre gobernación y alcaldía de Armenia, y que se conforme un frente común mediante la instalación de una mesa del empleo (tampoco entiendo que es esto); algunos hablaran de los servicios de los centros de información para el empleo; los cafeteros dirán que no hay cogedores de café y volverán a recordar que la caficultura fue la base de la economía nacional por lo que reclamarán mayor atención para el Quindío; los críticos señalarán que el DANE está equivocado en la medición porque el número de desocupados y de trabajadores informales es mayor; no faltarán los que acusen a los políticos y reclamen mejores gobiernos. En fin, muchos argumentos se desempolvarán para hablar de un tema que se pone de moda una vez al mes y que desaparece como por arte de magia.

El problema del desempleo, junto con el deterioro en el Índice de Desarrollo Humano en la región,  viene en aumento desde la ruptura del Pacto Internacional del Café (1989), sin que gobiernos, sector privado y universidades hayan tenido capacidad de reacción para generar respuestas concretas y colectivas a tan grave situación. Es así como los planes de desarrollo territoriales de las últimas dos décadas insisten en repetir lo que no da resultado; tozudamente continuamos apoyando las cadenas productivas mirándolas desde la oferta de bienes y servicios y no desde la demanda, así que primero estimulamos la producción y luego miramos si hay mercado; las instituciones públicas y privadas trabajan de forma desarticulada, cada una por su lado; no orientamos a los grupos de investigación hacia la producción de conocimiento aplicado a las necesidades de los empresarios como tampoco avanzamos en la apropiación de la innovación como instrumento para la competitividad; continuamos dando la espalda a las manufacturas y perdimos nuestra conexión con las actividades agropecuarias; y como si fuera poco, son evidentes las deficiencias en educación, al tiempo que sería conveniente repensar la pertinencia de los programas técnicos y tecnológicos, de pregrado y posgrado, que ofrecen las instituciones educativas.


Es indudable que venimos haciendo muchas cosas con la intención de progresar, pero vale la pena preguntarnos si lo que hacemos produce los resultados que necesitamos. Es necesario un acto de reflexión con el fin de tener una lectura objetiva de la realidad, precisamos de lo mejor de nuestra inteligencia para definir qué es lo que debemos hacer e iniciar lo antes posible su ejecución. De lo contrario, continuaremos esperando el boletín del DANE el último día del mes para volver a dar las mismas declaraciones siguiendo un libreto de críticas y lamentaciones que ya nos los sabemos de memoria.

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