Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío)
Hace 49 años se creó el departamento del Quindío motivado por el deseo de alcanzar
la autonomía político-administrativa ante el desbordante centralismo que
ejercían las élites caldenses, que hacían caso omiso de las necesidades y
aspiraciones de los habitantes de la provincia del Quindío.
Es situación, que siempre
ha estado presente en la vida republicana colombiana, responde a un sistema de
organización de estado en el que las decisiones son únicas y emanan de un mismo
centro, es el control permanente y omnímodo del gobierno desde la capital, sea
esta nacional o departamental. El centralismo genera la mayor de las veces
desigualdades e inequidades al concentrar la inversión y sus beneficios en la
ciudad donde está el centro de poder, en detrimento del desarrollo y calidad de
vida del resto del territorio. Esto fue precisamente lo que sucedía y se
padecía en el Quindío durante la primera mitad del siglo XX por el trato diferencial
recibido desde Manizales y que acarreó
la separación definitiva de este departamento en 1966.
Era de esperar que
si la causa de secesión fue la concentración de poder desde la capital de
Caldas, el nuevo departamento, no obstante hacer parte de un Estado
centralista, iba a corregir esta situación indeseable aplicando una política
interna de mayor participación para que el desarrollo produjera resultados más
equitativos en sus municipios. Sin embargo la realidad tomó otro rumbo, pues se terminó reproduciendo el modelo y
Armenia se convirtió en un nuevo centro de poder político, económico y
social que poco a poco constriñó a los restantes once municipios.
Este núcleo de
centralismo territorial, como era de esperarse, fue creando inequidades y desigualdades que limitaron las oportunidades
de desarrollo al interior del Quindío. Es así como la imposibilidad de un diálogo
entre Armenia y Calarcá siguen latente luego de cinco décadas; el atraso de los
municipios cordilleranos, expresado en deterioradas vías de comunicación,
deficiente educación y servicios de salud, mayor inseguridad rural y pérdida de
población, es evidente; la prevención de
los municipios vecinos a la capital ante la conformación de un área
metropolitana es absoluta por el temor de ser absorbidos por Armenia; y la
brecha entre ésta, como eje de la actividad económica, y el campo, con una
menor calidad de vida y una actividad agrícola subordinada, va en aumento.
Así que esta página
de la historia de la provincia del Quindío es por demás paradójica: nos
separamos de Caldas por el odioso centralismo ejercido desde Manizales, pero una
vez fuimos departamento, nos encargamos
de reproducir el modelo centro - periferia que tanto rechazamos consolidando un
departamento centralista con Armenia como su centro de poder.