Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío)
Decidamos si seguimos mirándonos el
ombligo al interior del Eje Cafetero o nos inclinamos por un Quindío integrado
a los mercados del Pacífico y al de la capital del país aprovechando el
corredor Bogotá – Buenaventura.
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Quindío, Risaralda y Caldas compartieron una misma entidad territorial hasta
la separación de los dos primeros en 1966. Desde entonces la región ha sido
llamada el Gran Caldas, Triangulo del Café, Eje Cafetero y Ecorregión.
Este territorio se caracteriza por su geomorfología, ecosistemas y
cuencas hidrográficas. Es habitado por un grupo humano con ancestros comunes
que dieron origen a una idiosincrasia e identidad observable desde Aguadas y
Pácora, al norte, hasta Pijao y Génova, al sur; desde la cordillera Central
hasta las estribaciones de la occidental por las que se encauza el Cauca. Tiene un sistema de aglomeración de
ciudades con procesos de conurbación y comparte la caficultura como algo que modeló
la economía, la cultura y el paisaje.
Sin embargo, la historia da
cuenta de una rivalidad evidente entre departamentos hermanos que no ha
permitido que fructifique la integración. Así que unos son los denominadores
comunes mencionados y otras las tensiones al interior del Eje Cafetero por el deseo
de cada uno de tener lo que el otro tiene y mucho más, lo que ha llevado a que cabalguen como el Llanero Solitario con los
proyectos guardados en las alforjas, en medio de una desconfianza necia que
no ha permitido actuar de forma conjunta ni aprovechar las sinergias que los
acercarían a un desarrollo integral.
Ejemplos de esto es el anhelo de Pereira de ser el centro aeroportuario
regional, la aspiración de Manizales de construir su aeródromo y el afán de los
armenios por la modernización y ampliación de El Edén. Los celos también se dan
por la construcción de una carretera, un puente, una doble calzada, un túnel o la
recuperación del transporte ferroviario; por el establecimiento de centros
comerciales y grandes superficies, por una zona franca o un hotel, por un
parque temático o un embalse, por atraer inversiones o por la realización de
eventos, por los equipos de fútbol profesionales o por ser sedes de alguna
competición deportiva nacional o internacional, por un canal de televisión
regional o por tener el mejor café. En fin, siempre se termina mirando por el rabillo del ojo para atisbar que
tiene el vecino que no tenga yo.
Pero como los árboles no dejan ver el bosque, el Quindío no ha entendido que su corazón está en el Eje Cafetero pero que
su futuro es con el Valle del Cauca y Bogotá. Un hecho contundente es que el
corredor internacional más importante de Colombia, la carretera Bogotá –
Buenaventura, que atraviesa el Eje Cafetero por el Quindío, será una autopista de
500 kilómetros una vez culminen los viaductos y túneles en entre Ibagué y
Calarcá, y los que se hacen en el cañón del Dagua.
Mientras más pronto los quindianos dirijamos la mirada al Valle del
Cauca, departamento con un gran desarrollo agrícola, agroindustrial, fabril y
de servicios logísticos, con el principal puerto marítimo del país (cerca al
Canal de Panamá) que será el epicentro colombiano de la Alianza Pacífico
(Chile, Perú, Colombia y México) y es la puerta de salida a los países asiáticos
y a la costa oeste de los Estados Unidos, más
rápido dejaremos de desgastarnos en rivalidades comarcales para ocuparnos de asuntos
relevantes como la internacionalización de la economía, la atracción de capitales,
el desarrollo de plataformas logísticas y la apropiación de la innovación. Pero
si en el Pacífico nos espera un universo de oportunidades, al oriente está Bogotá
con más de ocho millones de consumidores.
Así que debemos decidir si seguimos
mirándonos el ombligo al interior del Eje Cafetero o nos inclinamos por un
Quindío integrado a los mercados del Pacífico y al de la capital del país
aprovechando el corredor Bogotá – Buenaventura.