Por inercia histórica, luego de la escisión de Caldas de los
territorios de Risaralda y Quindío, estos tres departamentos han propendido por
pensarse conjuntamente a través de lo que se conoce como la región del Eje Cafetero,
en un intento de articular lo que se dividió en 1966.
Sin embargo, esto no ha sido del todo fructífero pues afloran en el
ambiente rivalidades y desconfianzas donde prima la competencia entre unos y otros
y no la de la región con los mercados
internacionales. Una muestra palpable es la construcción de Aerocafé y la
modernización y ampliación de Matecaña y El Edén, proyectos de infraestructuras
fundamentales para el desarrollo regional que cada departamento gestiona de
forma independiente en una inútil carrera por tener el mejor aeropuerto del Eje
Cafetero.
Esta competencia insana me hace recordar cómo esperaban los cafeteros la
ocurrencia de heladas en Brasil para que el precio internacional del grano
subiera, de forma parecida algunos aguardan que el proyecto del vecino no
avance mientras tramitan ante el gobierno nacional inversiones para su aeropuerto.
Curiosa forma de querer progresar mirándose el ombligo, es decir, queriendo monopolizar
los pasajeros de la región en un solo aeropuerto y no a través de estrategias
conjuntas para posicionar al Eje Cafetero en el ámbito internacional con eficiente
aeródromos complementarios.
Y así como no entendimos la necesidad de una integración aeroportuaria
gracias a una visión insular por departamento, también hubo dificultad para avanzar
en acuerdos sobre la infraestructura para el desarrollo que necesitaba la
región. Entonces nos volvimos celosos
con proyectos de impacto regional como las dobles calzadas, plataformas
logísticas, transporte ferroviario, zonas francas, sistemas de transporte
masivos y otros más. Poco a poco nos inventamos que deberíamos especializarnos por
vocaciones y dijimos que este o aquel departamento era comercial, industrial, metalmecánico,
turístico, agroindustrial y de servicios de innovación o de TIC, fórmula riesgosa
que nos conduce a un modelo de desarrollo por compartimientos que dificulta el
fortalecimiento de clúster regionales y que limita la competitividad de las empresas
y la sofisticación de la producción con destino a mercados internacionales.
Pero como la competencia es hacia fuera y no hacia adentro, esta forma
descontextualizada de pensarnos en un mundo globalizado nos enfrenta al reto de
buscar horizontes alternativos y plausibles, razón por la cual estamos en mora
de mirar hacia el Valle del Cauca, pues nuestro futuro está en el Pacífico y no
al interior del Eje Cafetero. Esta afirmación no necesita de argumentación, pues
el escenario de la globalización muestra que los mercados de la cuenca del
Pacífico (asiáticos o americanos) son los más dinámicos y de mayor proyección,
que la Alianza Pacífico que integran Colombia, Chile, Perú, México está llena
de oportunidades y que la ampliación del canal de Panamá nos pone en la ruta
del comercio mundial.
Pero si las dificultades para integrarnos como región prevalecen, el
Quindío debería aprovechar las oportunidades que para internacionalizar su
economía le brindan proyectos como el corredor Bogotá – Buenaventura que a su
paso por el departamento deja la doble calzada Ibagué – Calarcá, el túnel de La
Línea y la doble calzada Calarcá - La Paila; la recuperación del transporte
ferroviario entre La Tebaida y Buenaventura prevista para el primer semestre de
2015 y la entrega en concesión el próximo diciembre del Aeropuerto El Edén que además
del mejoramiento de su pista, será sometido a la ampliación y modernización de las
terminales de pasajeros nacional e internacional y a la construcción de la terminal
de carga, infraestructuras que en su conjunto son un hecho y no una expectativa.
En consecuencia, es evidente que el aliado estratégico del Eje Cafetero
en general, y del Quindío en particular, es el Valle del Cauca, para lo cual es
necesario avanzar en acercamientos con la dirigencia política, gremial y
empresarial del Valle para unir esfuerzos y trazar estrategias de integración y
articulación en lo productivo y logístico, y en ciencia, tecnología e
innovación.