Los quindianos nos enfrentamos a dos hechos contrastantes: uno es que trascurridos
tres de los cuatro años de los actuales gobiernos los balances de los planes de
desarrollo “Armenia, un paraíso para invertir, vivir y disfrutar” y “Gobierno
firme por un Quindío más humano” muestran que vamos bien, el otro es que las
estadísticas del gobierno nacional sobre el Quindío revelan una situación diametralmente
opuesta.
Esta contradicción debe llamarnos a la reflexión, pues todo indica que
nuestros gobernantes están viendo una realidad que la comunidad no percibe, mientras
que en Armenia y el Quindío se evidencia un dramático deterioro social y económico
del que ellos no se enteran. Entonces: ¿dónde está la desconexión?
Es indiscutible que algo está fallando y que el sol no se puede tapar
con las manos, veamos por qué: en 2013 el Quindío ocupó el primer puesto en
desempleo con una tasa de 15,8% (Risaralda 12,8% y Caldas 9,2%); según el DANE Armenia
fue la primera ciudad en desempleo en septiembre pasado con una tasa de 14,9%
(Pereira 12,4% y Manizales 10,3%); el crecimiento de la economía descendió de 7,9%
en 2012 a 1,4% en 2013 (Risaralda 7,7% y Caldas 5,8%); en exportaciones
diferentes al café pasamos de $35.559.000 millones de dólares en 2009 a
$4.438.000 en 2013 (Caldas exportó 378 millones de dólares y Risaralda 182
millones en 2013); en el Índice Departamental de Competitividad perdimos tres
puestos con respecto al año anterior ubicándonos en 2014 en el puesto 13
(Caldas ocupó el puesto 3 y Risaralda el 5) con un retroceso dramático en la
calidad de nuestras instituciones públicas, infraestructura, educación básica y
media, educación superior, salud, sofisticación en la producción, dinámica
empresarial e innovación.
Pero como las cifras matan las emociones, entre más pronto aceptemos
que nos equivocamos y que nuestros planes de desarrollo no nos conducen hacia un
estado de bienestar y progreso, más rápido empezaremos a transitar por la senda
de la rectificación para la recuperación. Hay que hacer un alto, hay que
cambiar lo que no sirve y adoptar una verdadera política de desarrollo
productivo, no hay tiempo para seguir distraídos en debates políticos insulsos
que no ponen en el centro de la discusión los problemas reales de esta sociedad
como son infraestructura, medio ambiente, salud, educación, ciencia y
tecnología, innovación, sofisticación de la producción y eficiencia y eficacia
de la institucionalidad pública.
El
economista Joseph Schumpeter popularizó el concepto de destrucción creativa
señalando que es un proceso de innovación que tiene
lugar en una economía de mercado en el que los nuevos productos destruyen
viejas empresas y modelos de negocio, de igual forma estamos ante el desafío de
dejar a un lado paradigmas de desarrollo equivocados por una novísima estrategia
de desarrollo productivo y cambio estructural, pero esto requiere de valor política
para reconocer los errores y una gran dosis de innovación social para reorientar
el rumbo.