Los resultados del Índice Departamental de Competitividad entregados por
el Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario nos dijeron
lo que ya sabíamos pero que no hemos querido escuchar. EL índice, al igual que lo
hizo el Informe
Regional de Desarrollo Humano –IRDH- 2004 denominado “Un pacto por la región. De la crisis cafetera a una oportunidad de
desarrollo regional” publicado por el Programa de Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD), nos recordó cómo habíamos
retrocedido en el Quindío en cuanto a la calidad de las instituciones públicas,
infraestructura,
educación básica, media y superior, salud, medio ambiente, innovación y dinámica
empresarial.
A la información poco halagüeña de estos estudios, se suman las cifras del
DANE que nos muestran que las exportaciones diferentes al café bajaron, que estamos
en el primer lugar en el ámbito nacional en tasas de desempleo, que el crecimiento
de la economía departamental se desaceleró, que el ingreso per cápita de los
quindianos se estancó y que en la mayoría de regiones de Colombia se disminuye
la pobreza más rápidamente que en la nuestra. En fin, sin pretender ser ave de
mal agüero, todo apunta a que las condiciones de calidad de vida en el Quindío se
deterioran paulatinamente y que la brecha en términos de desarrollo humano con
respecto a otros departamentos se amplía inexorablemente.
Sin embargo, el
mayor problema que afrontamos no es la mengua de las condiciones
socioeconómicas, es el hecho de no querer darnos cuenta que vamos mal y que lo
que hacemos no funciona o no es suficiente. Y como el mundo no va a detener su
dinámica para esperarnos, es posible que las brechas con otras regiones y
países tienda a ser cada vez mayor.
Es indudable que no
estamos haciendo las cosas bien, que los planes de desarrollo formulados por
los gobiernos locales no han sido ni son las cartas de navegación que nos lleven
hacia el progreso y bienestar, y que carecemos de una política de desarrollo
productivo que ponga al servicio de los empresarios los recursos con que cuentan
las administraciones territoriales.
Parece que nos
hiciera falta crear una comité regional de prevención y atención del deterioro socioeconómico
que decrete la alerta amarilla para que el gobierno departamental, la alcaldía
de Armenia y las de los once municipios, conjuntamente con los congresistas,
diputados y concejales, amén del concurso de las universidades y gremios
económicos, reestructuren de forma expedita los planes de desarrollo y formulen
estrategias de transformación productiva para hacerle frente al evidente deterioro
en la calidad de vida.
Pero mientras nos damos
cuenta que no podemos seguir haciendo más de lo mismo y que necesitamos repensar
el Quindío, el mundo político está concentrado en el impulso de candidaturas con
miras a las elecciones a gobernación y alcaldías en su afán por asegurar el
poder.