Por: Armando Rodríguez Jaramillo ((Armenia - Quindío - Colombia) - 13 de agosto de 2014.
Hace unos días propuse en esta columna vincular a los quindianos que
viven allende las fronteras al cincuentenario del Quindío y avanzar en la
enseñanza comprensiva de nuestra historia e identidad. Ahora quiero tocar el
tema de lo que significaría restarle importancia a etílicas celebraciones bulliciosas
para privilegiar la cultura con motivo del importante aniversario.
El desarrollo de los pueblos no solo se mide por su economía, tecnología
o poderío militar, sino que se valora en grado sumo por la forma en la que la
sociedad se apropia del arte y la cultura, expresados en la pintura, la escultura
y la arquitectura, o en la danza, la música y la literatura.
Por esto es que no existe un mejor pretexto que el cincuentenario para
transformar al Departamento en epicentro del arte. Bien podría la Junta Cívica
del Cincuentenario convocar al Museo de Arte Moderno del Quindío, Museo del Oro
Quimbaya e Instituto de Bellas Artes, amén de las colonias de quindianos en
Bogotá y otras partes, para que en conjunto se pongan en la tarea de gestionar
con artistas y museos su vinculación a la bodas de oro del Quindío a través de la
donación de obras de autores colombianos, para que tengamos una muestra de lo
mejor del arte nacional junto con lo más selecto de nuestros los artistas.
Hagamos contacto con David Manzur, Fernando Botero, María Paz Jaramillo
y Darío Rojas entre otros, trayéndolos para que le donen a la ciudad una de sus
obras. Tramitemos ante el Museo Nacional, Museo de Arte Moderno de Bogotá, Museo
de Arte del Banco de la República, Museo de Antioquia y otros de su género, la
donación de pinturas o esculturas que tengan en sus inventarios, y que no
exhiban, de personajes como Enrique Grau, Alejandro Obregón, Guillermo Wiedemann,
Francisco Cano, Edgar Negret, Eduardo Ramírez Villamizar, Antonio Zuluaga,
Gustavo Arcila Uribe, Omar Rayo, Rodrigo Arenas Betancurt, Débora Arango, Luis
Caballero y Lucy Tejada.
Esta propuesta permitiría a la juventud de los doce municipios del
Quindío entrar en contacto con el arte, ora en museos, ora en espacios públicos
(¿se imaginan una gorda de Botero en una de nuestras plazas?), estimulando la
creatividad y la cultura como expresión más sublime del hombre e incentivando a
jóvenes talentosos en el cultivo de las artes. Esto tendría resultados
positivos en el comportamiento ciudadano y se convertiría de paso en un
atractivo para el turismo regional.
Hagamos lo que tengamos que hacer e innovemos haciendo de Armenia una ciudad
cultural con exposiciones de pinturas y esculturas, y con espacios para otras
expresiones como la danza, la música, el teatro y la literatura. Estoy seguro
que este sería, sin lugar a equívoco, el propósito más sublime e imperecedero
del cincuentenario con el poder de transformar la sociedad en forma radical.
“La cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos
ninguna conducta moral”, dijo sabiamente el político, pensador y escritor
mexicano José Vasconcelos.