Una de las cosas que habla bien de una urbe es la pulcritud en el
mantenimiento de su espacio público. Cuando se transita por una ciudad limpia la
primera impresión es de bienestar y confianza ya que se asume que la comunidad
que la habita es culta, que tiene sentido de pertenencia, que el sistema
educativo ha sembrado sociabilidad y urbanidad en sus gentes, que la empresa que
presta el servicio de aseo hace bien su labor y que las autoridades ejercen el
debido control sobre los ciudadanos indisciplinados.
Pero desafortunadamente Armenia está lejos de este modelo urbano.
Caminar la “Ciudad Milagro” es presenciar el abandono en la que está sumida
pues a diario encontramos residuos regados en avenidas, andenes y parques: la peatonal
de la “Calle Real” da grima por su desaseo; los olores a micciones rancias en
la plaza de Bolívar y sus alrededores son insoportables; en la noche las calles
céntricas, luego que se retiran del espacio público los vendedores ambulantes, quedan
convertidas en un verdadero muladar; las cuadras cercanas a la llamada “Placita
Cuyabra” donde abundan carretas con alimentos perecederos dan repugnancia por
su mugrerío; los sitios cercanos a restaurantes de comidas rápidas presentan en
la noche un deprimente aspecto de bolsas de basuras rotas con utensilios desechables
y restos de comidas esparcidos sobre la vía; los basureritos en andenes y zonas
peatonales se mantienen llenos y en los llamados lotes de engorde se acumulan desperdicios
y excrementos.
La razón indica que algo no está marchando para que tengamos esta desagradable
realidad, situación que puede atribuirse, en primer lugar, a la incultura general
como resultado de un sistema educativo incapaz de formar ciudadanos
responsables.
En segundo lugar, hay que volver los ojos a Empresas Públicas de
Armenia encargada de la prestación del servicio de aseo, que a pesar de los
esfuerzos que hace, sus resultados no son satisfactorios. Algo está fallando en
las rutas y horarios de recolección, en el sistema de barrido de vías públicas,
en las campañas de educación ciudadana de manejo de desechos sólidos y
reciclaje, en la tecnología que usan, en la dotación, capacitación y
entrenamiento de escobitas y operarios para que la ciudad esté como está, esto
sin hacer referencia a los montículos de tierra y escombros que dejan en las
vías públicas cuando atienden daños del acueducto o alcantarillado, los cuales
se quedan allí por semanas en medio de una “señalización” rudimentaria con
guaduas torcidas y cintas amarillas.
En tercer lugar, también le asiste responsabilidad a las autoridades
municipales que no hacen el control respectivo ni sancionan a aquellas personas
que persisten en sacar la basura sobre vías y andenes a la hora que les da la
gana y con los ciudadanos irresponsables que ensucian la ciudad.
Creo que Armenia debe volver a ser reconocida como una ciudad limpia,
pues me resisto a creer que nos estemos acostumbrando a vivir con la basura.