Armando Rodríguez Jaramillo (Armenia - Quindío - Colombia)
20 de mayo de 2014
Una veintena de
jóvenes preadolescentes, vestidos con camisetas amarillas de “Alimenta un
esperanza musical”, nos deleitó una tarde de mayo en la plazoleta del edificio de la Cámara de
Comercio de Armenia bajo la batuta del maestro Deiner Sergio Hurtado.
Muchachos dotados de
instrumentos de cuerdas frotadas como violines, violas y violonchelos, otros de
vientos como flautas, clarinetes y trompetas, y al fondo un bombo y un tambor que
hacían de percusión, pusieron a levitar con sus acordes a un público de todas
las edades, y en especial, a los papás que animaron y acompañaron a los
artistas de la tarde. También se vieron por el lugar algunos camarógrafos y
reporteros en busca de noticias buenas en una ciudad donde los actos culturales
escasean.
Los integrantes de
la orquesta, personas de pequeñas tallas corporales pero de corpulentos
talentos musicales, parecían entrar en trance profundo bajo la orientación de
su Maestro, armado de batuta cual extensión de su mano derecha.
Variado fue el
repertorio al caer la tarde. De la exquisita instrumentalización de una ópera, viajamos
al caribe con “Colombia tierra querida”, pieza que me hizo evocar al maestro
Lucho Bermúdez y la inolvidable voz de Matilde Díaz, y que produjo en los presentes
un contagioso menear de hombros y caderas a ritmo de cumbia, terminando por cautivar
más espectadores en aquella plazoleta con macetas que crían cafetos y palma
areca, bajo la tutela de un admirable mural de Matiz.
Luego vino una de
Andrea Bocheli, el polifacético tenor, músico y escritor italiano. Y entre
interpretaciones, la fina figura del maestro Hurtado captaba la atención del
público para anunciar, con el ritual propio de los directores de orquesta, la
siguiente pieza musical, no sin antes chasquear con el pulgar y el corazón de
su mano izquierda para la debida sincronización de sus pupilos al inicio de cada
intervención.
El turno fue para Daniela,
una de las pioneras de la orquesta, que como
solista del violín sorprendió con una canción del folclor ruso-gitano llamada
“Ojos negros”, romanza ucraniana que empieza con aire sentimental subiendo en
revoluciones con cierto frenesí de violines, bajando de nuevo en intensidad para
retornar a lo sensitivo.
Del violín se pasó a
la magia del violonchelo tocado por Juanita, una pequeña recién llegada al
grupo de cuerdas sinfónicas que nos ofreció una guabina. Su presentación arrancó
aplausos de los asistentes, pero más palmas y ovaciones se oyeron cuando el maestro
Hurtado dijo: <hay que ser muy valiente -refiriéndose a la niña- para
enfrentarse a esta edad al monstruo de mil cabezas que son los espectadores>.
Juanita terminó emocionada pero nerviosa con dubitativa actitud al ver
que el público reconocía su actuación. Rauda se dirigió en busca del abrigo protector
de sus padres, quienes con orgullo le tomaron una foto teniendo como telón de
fondo a sus compañeros de cuerdas, foto que seguramente estará por siempre en
un sitio especial de su hogar.
Luego vino el ballet ruso “Danza de los acróbatas”, que empató con la
más tradicional de las canciones hebreas cual es “Hava Naglia” que significa
“Alegrémonos”, canción de celebración popular judía - gitana que me recordó las
imágenes de los primeros kibutz cuando los judíos bailaban en grupo en las
arenas del Negev jubilosos por el nacimiento del Estado de Israel. Y no pudo
ser mejor el final que con “Orfeo en los infiernos”, opera francesa, cómica e
irreverente, que por su pegajoso sonsonete dio origen a la llamada música del
Can Can, tan representativa de ciertos cabarets.
Y mientras aquellos jóvenes interpretaban aires del pentagrama
universal, poniendo a prueba su versatilidad musical, otros, una pareja de niños
de cuatro o cinco años a lo sumo, danzaban y bailaban sin dejar de reír y
gozar, cual presagio de la siguiente generación de danzantes y músicos, en fin,
de artistas.
Con el último acorde se pusieron de pie músicos y maestro, que con diplomática
reverencia agradecieron los aplausos que les propinaban. De súbito un
espectador gritó: <Otra>, y en un instante se oyó en coro: <otra,
otra, otra>. Petición que obligó a “ñapa” con la banda sonora de una
película de moda. Nuevamente las venias ante el respetable, aplausos del
público y abrazos de los papás y acompañantes de los nóveles artistas.
¡Qué bueno ver a un puñado de jóvenes que se forman como músicos! Danza,
teatro, plástica, pintura, canto, literatura y poesía deberían brotar por aquí
y acullá para encauzar la creatividad y las ganas de una juventud deseosa de navegar
por los mares de la cultura.
¡Buena esa por la Cámara de Comercio de Armenia! Estos jóvenes nunca
olvidaran el legado del maestro Deiner
Sergio Hurtado ni perderán de vista el apoyo institucional de Rodrigo Estrada con
“Alimenta un esperanza musical” ni el entusiasmo de Alejandra Vanegas para que la
sinfónica de cuerdas haga sus presentaciones.