De terrenal a celestial



Armando Rodríguez Jaramillo
Armenia (Quindío - Colombia),30 de enero de 2014


“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones” (Winston Churchill (1874-1965) Político británico.)


Hace pocos días, caminando por una de las calles céntricas de mi ciudad, vi algo que me llamó la atención. Era un número considerable de personas, algo así como 150 o 200, con camisetas de vivo color portando pancartas y entregando papeles impresos que hacían alusión a un mañana mejor.

La marcha de personas, entre jóvenes y de mediana edad, se observaba vistosa, parecía alegre, divertida y presagiaba tener cierta capacidad de contagio entre los transeúntes. A medida que me aproxime a ellos empecé a descubrir algunas caras conocidas y las de unos pocos amigos, la mayoría de ellos empleados de oficinas de gobierno en algún momento de sus vidas. Me impactó el hecho de que en sus camisetas portaran mensajes positivos pero que sus caras no reflejaran alegría. Iban con cierto semblante de obligada resignación, marchando para adelante pero sin rumbo propio.

En la mitad del grupo había un poco de alboroto y revoloteo que contrastaba con la pasividad de los demás marchantes. Delante iba un camarógrafo, dando pasos de para atrás, siguiendo con especial celo cada cosa que hacía un señor que caminaba con imponencia entre el cúmulo de camisetas coloridas que lo rodeaba. Este señor, que era el centro de atención, el líder del grupo, el foco de todas las miradas, andaba despacio mientras saludaba con aire de monseñor a los transeúntes dándoles un apretón de mano y con la otra palmaditas de bienaventuranza en el hombro. Luego proseguía su camino de forma pausada con la cabeza ligeramente levantada mirando al infinito, como si  fuera receptor de cierta inspiración proveniente del más allá. Para los presentes, era como un ungido en persona.

Me detuve por unos minutos a observar aquel hombre especial en medio de sus acólitos. Al ver su cara reconocí a alguien que de tiempo atrás he visto en estas mismas calles y con quien alguna vez he hablado, y  me pregunté: ¿cómo fui tan ciego que nunca vi la energía cósmica que emanaba de aquel escogido? Estaba ante un candidato en campaña con toda su cohorte. ¡Quién lo creyera!, y pasó por mi lado sin que nadie me tomara una foto para mostrársela a mis hijos.

Pero bueno, así es la vida, de momentos y oportunidades. Uno los tiene a su lado como cualquier parroquiano, pero no nos damos cuenta que algunos de ellos son seres especiales hasta que se convierten en candidatos, proceso en el que, si salen elegidos, se sienten con pasa bordo para ascender al olimpo.